Juego de manos - ¿Por qué tanta fiesta?
En opinión de Diego Pacheco
¡Se armó el huateque! Están todos invitados al cumpleaños número 1 de la Cuarta Transformación. La fiesta se llevará a cabo este primero de julio habrá fiesta en el zócalo capitalino para festejar la victoria electoral del presidente, Andrés Manuel López Obrador; y también para acompañar su primer informe de gobierno.
El itinerario del evento consta de 7 partes, de las cuales 3 son conciertos: 2 instrumentales, y la presentación de Margarita, la diosa de la cumbia, para que los asistentes puedan raspar huarache a gusto. Asimismo, la Secretaría de la Defensa Nacional tocará el Himno Nacional y ofrecerá una presentación de Mariachi. La celebración irá acorde a la austeridad que esta administración ha predicado desde sus inicios, pues todas las exhibiciones se darán de forma voluntaria, por lo que no habrá derroches por parte del gobierno.
Pasada la mitad del evento el presidente dará su primer informe de gobierno en donde, muy probablemente, tocará temas más relevantes como el aeropuerto de Santa Lucía (que está muy bien) y el de Texcoco (que estuvo muy mal); el Tren Maya (que todos queremos y no tiene impactos negativos en el ecosistema); y el tema de migración (en el que le ganamos a Trump). Esto, claro, será sazonado con su arduo combate a la corrupción, su contraste con las administraciones anteriores y lo bien que va todo en el país.
Lo que me llama la atención es que, en el mismo día en que dará su primer informe de gobierno, el presidente haya decidido hacerse una fiesta porque ganó las elecciones del año pasado. Sí, su triunfo en las urnas hace 12 meses fue importante. Vaya, llegar a la presidencia no es poca cosa; pero, no es un evento extraordinario, cambiamos de gobierno cada 6 años, entonces, ¿qué se conmemora? A mí me suena a una idealización de un triunfo que, si bien apenas cumplirá su primer año, ha tenido como fruto decisiones muy cuestionables, tensiones a nivel internacional, renuncias dentro del gabinete del presidente, muy pocos avances en la economía, y una ineficiente estrategia para combatir la inseguridad que se vive en el país. Pero claro, todos estos son males heredados, ¿qué culpa tiene el presidente?
Hay que poner las cosas en claro, así que vamos por partes. Es muy bueno que se corten los gastos excesivos del país como salarios, prestaciones y lujos que han caracterizado a la élite política de México por décadas. Pero esta austeridad se convierte en un mal cuando se recortan programas e instituciones que funcionan y que ayudaban a miles de mexicanas y mexicanos. Es ilógico pensar que había que recortar (o terminar con) el presupuesto de las estancias infantiles, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), la Red Nacional de Refugios, y las asociaciones civiles, por culpa de la corrupción; y resulta contradictorio que, mientras se le quitan recursos a estas instituciones, se le entreguen 30 millones de dólares a El Salvador para combatir el fenómeno migratorio… ¿plantando árboles?
Después, me parece absurdo que el gobierno piensa tratar problemas tan delicados como la violencia hacia la mujer, el acceso a la educación y el desarrollo tecnológico, la migración o los niños; entregando dinero sin previa planeación. Venga, cualquier proyecto sin metas fijas, plazos o evaluaciones está destinada al fracaso. Es necesario tener un organismo que vigile la entrega de los apoyos, en qué son utilizados por los beneficiados y si todo esto está dando los resultados esperados o no. Los problemas no se resuelven arrojándoles dinero, sin importar lo sabio que se diga que es el pueblo.
Por otro lado, en la diplomacia internacional se han cometido muchos errores. El tema migratorio no se ha atendido con eficacia, la relación con Estados Unidos está muy deteriorada, el presidente no asistió a la cumbre del G-20 en Osaka, y ha mencionado que probablemente no saldrá del país durante el inicio de su administración. Andrés Manuel necesita más presencia internacional, sobre todo si está solicitando el apoyo de otras naciones para enfrentar fenómenos compartidos. Así como utiliza a Marcelo Ebrard para encargarse de la política exterior mientras él trabaja aquí, también puede darle uso a los demás funcionarios para atender el país mientras él atiende asuntos internacionales, como la cooperación que busca crear para ocuparse de la crisis centroamericana y hacer frente al fenómeno migratorio.
Por último, no existe un verdadero cambio de régimen, del cual tanto se pavonean, cuando siguen existiendo muchos de los vicios, excesos y torpezas de los gobiernos pasados. Se ha intentado invisibilizar sin éxito la ineptitud de algunos funcionarios públicos alegando que no son corruptos, o los vicios de ciertos políticos detrás de la bandera de Morena. Mientras tanto, personajes tachados por el mismo presidente como miembros de la mafia del poder hoy laboran dentro de su gabinete, eso sí, purificados y defendidos por López Obrador.
Habrá que esperar a ver cuáles son las otras cifras que seguro tendrá el presidente en su informe, y la nula autocrítica que le dé al gobierno y a su persona. Pero desde la perspectiva de quien escribe esta columna, hace falta seguir trabajando y mejorando; dejar de tropezar con las mismas piedras con las que ya cayeron una y otra vez en estos 365 días de gobierno; ser más rigurosos en cuanto a quien ocupa los cargos públicos; aceptar los errores que se cometen y trabajar en su solución y, sobre todo, dejar la soberbia a un lado para dar paso a la autocrítica.
El presidente no lo puede saber todo, y se vale disentir cuando se equivoca; las cosas no van tan bien como las quieren pintar, hay que aceptar en qué vamos mal si queremos encontrarle una solución a los males que enfrenta el país.
Bien dicen que no hay que celebrar antes de tiempo, entonces, ¿por qué tanta fiesta?
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