Juego de Manos - Elegir las batallas
En opinión de Diego Pacheco
La agenda es un espacio dinámico en el cual convergen información y opiniones. Es caótica, cambiante y, a veces, difícil de predecir. También, es un espacio finito, lo que en el contexto actual genera una competencia permanente por la atención de las personas. Los contenidos se generan a pasos acelerados, y nos encontramos expuestos a una marea de estos; buscar controlar la narrativa social y la atención del público, se convierte en una tarea muy compleja.
En esta área es donde los grupos políticos se enfrentan, buscando establecer condiciones que les favorezcan y, así, acercarse más a sus objetivos mediáticos, sociales y políticos. En campaña, estas estrategias suelen ser más visibles para el ojo no entrenado. La competencia tiene una fecha de fin y el objetivo es determinado. En gobierno, esto no es tan claro.
Ahora, con esa introducción, vamos al tema de las últimas semanas: la reforma al Poder Judicial y la pugna que nace de esta modificación a la Carta Magna. Este conflicto puede ser analizado desde diferentes ejes, se puede argumentar la legalidad o no de la reforma, la capacidad o no de Poder Judicial de la Federación de revertirla, de la idoneidad de este cambio y la plausibilidad del ejercicio electoral para definir a las y los magistrados; todos puntos de vista válidos para observar, pero ninguno el objeto de esta columna.
Y es que las discusiones anteriores, aunque totalmente válidas, se vuelven cansadas con la suma de voces que opinan al respecto y, además, por la situación de desventaja en la que se encuentra el Poder Judicial, al enfrentarse a los otros dos Poderes de la Unión. La reforma se llevará a cabo, eso es un hecho, la duda (no tan dudosa) es qué tanto trabajo le costará a la 4T llevar a cabo su objetivo.
A pesar de lo anterior, este debate no carece de sentido, al contrario, esta característica lo hace especialmente atractivo para el debate, veámoslo por partes. Con el refrendo de Morena y sus aliados en el poder, el proyecto cuatroteísta, encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum, obtuvo el control de dos terceras partes de los Poderes de la Unión.
Así, la administración Pública Federal, es decir, el control de las instituciones Públicas, de las Fuerzas Armadas y de las fuerzas policiales, y del presupuesto y estructura humana de la administración; están en manos de la Dra. Claudia Sheinbaum. Por otro lado, la mayoría calificada en la Cámara Baja, y la mayoría simple en la Cámara Alta (con posibilidad de volverse calificada), le otorgan al proyecto el control de la propuesta, modificación y derogación de instrumentos legislativos, designaciones, y los presupuestos de ingresos y egresos de la federación.
Esto pone en una situación de desventaja al Poder Judicial, pero el combate no solo se libra a nivel legal/organizacional; sino que también es una pugna política y comunicacional, y esto no es casualidad. Desde la administración pasada, la comunicación política ha sido una de las herramientas más utilizadas por el gobierno federal, desde mañaneras hasta mítines políticos, la intención del proyecto cuatroteísta es marcar la agenda y ganar la narrativa para que, desde esa arena, se puedan mitigar posibles crisis y problemáticas (de creación propia o ajena). Este es un territorio conocido, trabajado y, por ende, dominado por Morena y sus aliados.
Esto pone en una posición de notoria desventaja al Poder Judicial, que nunca se ha caracterizado por su comunicación o trabajo político. La labor de las y los juzgadores, salvo contadas excepciones, no es llamativa para la sociedad. El tecnicismo y la propia naturaleza gris de la impartición de justicia (lo anterior, sin ejercer juicio de valor), resultan aburridas para quienes observan desde el exterior. En ese sentido, no es casualidad que la pugna legislativa y jurídica de la reforma judicial sea acompañada por un debate permanente en medios de comunicación, el territorio de confianza para la administración presente.
Y es que, ni las mañaneras legislativas, ni las manifestaciones tienen mayor impacto en la agenda, pues resulta complicado traducir a lenguaje cotidiano el impacto que tendrá esta reforma para la impartición de justicia nacional, y más aún cuando no se cuenta con un aparato comunicacional a la altura. Por otro lado, es sencillo hablar de un aparente nepotismo en el Poder Judicial, o de la llamada democratización de la justicia en el país que, independientemente de la veracidad o precisión de estos discursos, son sencillos de entender y de adoptar como bandera para cualquier persona.
Ahora, si el resultado de la batalla está definido, ¿cuál es la finalidad del desgaste mediático en torno a esta reforma? Que, con ella, se puede marcar una línea en la agenda cuya victoria es cercana a lo seguro y, así, dejar fuera del foco aspectos que pudieran ser más dañinos para el proyecto en el poder, como el alza en los precios o la crisis de inseguridad en Sinaloa (y en el país).
Por eso, la pugna con el Poder Judicial sirve más de un propósito, y hay que entenderlo como tal. Mientras se pueda alargar esta discusión —en lo mediático—, la administración actual tendrá un distractor con el cual eclipsar aquellos hechos que no le sean cómodos. En la guerra, como en la política, hay que saber qué batallas pelear y en qué condiciones hacerlo.
Por cierto
Queda poco más de una semana para que se defina el futuro inmediato de la presidencia de los Estados Unidos. De acuerdo con la última encuesta de The New York Times y la Universidad de Siena, que recopiló datos del 20 al 23 de octubre, Donald Trump y a Kamala Harris se encuentran empatados con el 48% de las intenciones del electorado.
Hay muchas encuestas disponibles, pero la tendencia se mantiene: la candidata demócrata y el candidato republicano se encuentran en un empate técnico. La contienda está muy cerrada y en estos últimos días los errores valen al triple.
Waters (Aguas, en inglés):