Juego de Manos - El Papa

En opinión de Diego Pacheco

Juego de Manos - El Papa

La agenda de esta semana ha contado con el Papa Francisco como uno de los protagonistas, al difundirse un fragmento de una entrevista que realizó con la agencia The Associated Press, en donde, dentro de otras cosas, habló sobre la homosexualidad desde su óptica. En la conversación de día martes, el máximo exponente de la religión católica en el mundo declaró que la homosexualidad no es un delito, pero sí un pecado como lo es la falta de caridad con el prójimo.

En días posteriores, estas declaraciones fueron cuestionadas por el sacerdote jesuita James Martin, de Estados Unidos, en específico en lo referente al punto de la homosexualidad y el pecado. El Papa, por su parte, respondió con una carta hacia el religioso donde señaló: “Cuando dije que es pecado simplemente me referí a la enseñanza de la moral católica que dice que todo acto sexual fuera del matrimonio es pecado”. Aunado a ello, aclaró que en un lenguaje conversacional —como el de una entrevista— es complicado desarrollar esta dimensión de especificidades y, a su vez, reiteró que “a quien quiera criminalizar la homosexualidad le diría que está equivocado”.

Esta no es la primera vez que el Papa Francisco se manifiesta en torno a la homosexualidad, siendo él una de las máximas figuras católicas con una visión más liberal en torno a la diversidad sexual. Pero, ¿qué podemos interpretar más allá de estas declaraciones?

Primero, debemos comprender la relevancia que tiene la religión católica en el plano nacional e internacional. De acuerdo con el último Censo de Población y Vivienda realizado por el INEGI (2020), 90+ millones de personas profesan la religión católica en México, 16+ millones tienen una religión distinta a la católica y 9+ millones no tienen religión. Es decir, Cerca de 8 de cada 10 personas son católicas en nuestro país. Mientras tanto, a nivel internacional, El Vaticano estima que el 17.7% de la población mundial es católica, encontrándose cerca de la mitad de estas personas en el continente americano. Esta es, sin lugar a duda, una de las instituciones religiosas más importantes del planeta.

Estas cifras son importantes puesto que, en espacios donde los valores del catolicismo son vistos como una de las piedras angulares de la educación no institucional de la niñez —como, por ejemplo, México— las posturas religiosas tienen un impacto en el desarrollo de la identidad y los pensamientos nacionales.

Por otro lado, hay que comprender que cada religión cuenta con facciones que varían entre sí en cuanto a opiniones, costumbres y rituales, por lo que, aunque se les agregue en un conjunto a la hora de cuantificar su tamaño, existe diversidad dentro de ellas que lleva a interpretaciones distintas de casos específicos. Visto de otra forma, las personas pueden optar por la corriente que se acople mejor con su individualidad.

Así, la religión evoluciona de manera interna y externa. En México, podemos ver un cambio interno con la renovación católica, entendida como una fracción más liberal de la iglesia. Aunque existen corrientes que se oponen a la renovación y optan por pensamientos más conservadores, lo que hoy se puede observar en estos espacios es drásticamente distinto a lo que se pensaría en tiempos pasados.

En cuanto a la evolución externa, un claro ejemplo es la historia de la Iglesia Anglicana, que surge a partir de una necesidad —o el deseo— del Rey de Inglaterra, Enrique VIII, por terminar su matrimonio con Catalina de Aragón para casarse con Ana Bolena. La exigencia de un instrumento religioso para poder concluir un matrimonio —algo que en el momento era impensable, al considerarse un pecado— fue la motivación para crear una nueva institución religiosa que, a la fecha, está vigente con decenas de millones de miembros en diferentes puntos geográficos.

Por otro lado, las contradicciones teológicas entre diferentes figuras religiosas han estado presentes a lo largo de innumerables episodios de la historia. Pensemos tan solo en grandes pensadores como Santo Tomás de Aquino, San Agustín o Martín Lutero y como, a centenarios de distancia, tienen diferentes pensamientos alrededor de conceptos fundamentales para el cristianismo y el catolicismo —como el pecado, el ser humano, la Iglesia y Dios—.

La religión, a pesar de sostenerse sobre creencias y textos sagrados, está sujeta al carácter humano de quienes la integran. Los impulsos sociales del exterior tienen un impacto en la manera de aprender y reaprender el mundo de las personas, mientras que los diálogos entre las y los creyentes generan nuevas concepciones, discursos, concordancias y diferencias que, a su vez, fragmentan o mutan la idea inicial.

En ese sentido, la Iglesia, como una institución formada por y para la sociedad, está sujeta a las demandas de esta y, al no reconocer las dinámicas sociales y la diversidad de pensamientos, puede correr el riesgo de acercarse a su desaparición. Ello, independientemente del nombre, la o las deidades que profese, puesto que estas se encuentran en el plano terrenal con reglas propias y necesidades por cumplir.

De vuelta a la primera interrogante: ¿qué podemos interpretar más allá de estas declaraciones del Papa Francisco? Que la religión tiene —y debe ejercer— la capacidad de evolucionar. A pesar de que en el imaginario colectivo —en gran medida, sustentado— se conciba a la religión como un pensamiento fundamentalmente tradicionalista y, por ende, a la población religiosa como el ala conservadora por defecto; la realidad demuestra matices y un carácter evolutivo —a largo plazo— de conceptos que pudieran parecer inamovibles.

En cuanto al matrimonio homosexual —o, mejor dicho, no heterosexual— por la vía católica, sería necesaria una reforma en la como se entiende la unión natural —que al momento se reduce a la de un hombre y una mujer— para que albergue a la diversidad de identidades y preferencias sexuales que existen. De lo contrario, es teológicamente inviable llevar a cabo estas uniones. Los conceptos son clave para el actuar de esta institución.

 

Por cierto

Viviana Salgado, la mujer que fue detenida el pasado 12 de enero por, presuntamente, atacar la infraestructura del Metro de la Ciudad de México con las aspas de una lavadora, fue absuelta por un juez de la capital. El veredicto fue que lo ocurrido en la estación Centro Médico fue un accidente.

 

Del accidente al sabotaje hay un solo paso, dicen:

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