Escala de Grises - [In]Trascendencias
En opinión de Arendy Ávalos
El pasado viernes, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, realizó una conferencia de prensa en la que, como en los últimos meses, la protagonista fue la pandemia provocada por el virus SARS-CoV2 y la enfermedad provocada por el mismo: Covid-19.
Durante casi una hora y media, Sheinbaum Pardo retomó uno de los temas más esperados por la población capitalina y el resto de la República. ¿Estamos en semáforo rojo o naranja? Aparentemente, en ninguno.
Aunque la ocupación hospitalaria total en la CDMX es del 74%, la funcionaria dijo que lo importante no es el color, es que se entienda la situación por la que atraviesa la ciudad y que la población sea consciente del llamado a quedarse en casa.
Bajo esta línea, se presentó la campaña 5 reglas. En ella se resumen las acciones que debemos evitar y realizar para evitar [más] contagios. Quédate en casa, no [organices ni vayas a] fiestas, reuniones ni posadas; que una sola persona acuda a realizar las compras necesarias, si sales usa cubrebocas y mantén la sana distancia; si tienes síntomas o estuviste en contacto con alguna persona enferma, aíslate y llama a Locatel.
Parecen cinco reglas bastante sencillas y simples de realizar. Sin embargo, muy pocas personas pueden llevarlas a cabo. El problema es el mismo que al inicio de la pandemia e, incluso, puede que sea más grave. ¿Por qué? Porque incluso nueve meses después de distanciamiento social no se ha podido encontrar una forma o implementar una estrategia para apoyar o proteger a todas las personas que no pueden quedarse en casa.
Aquí hay un error tremendo por parte del gobierno capitalino, pues todo va en cadena. Los contagios se frenan si nos quedamos en casa. ¿Qué necesitamos para quedarnos en casa? Que nuestras necesidades básicas estén cubiertas. Si las autoridades no pueden garantizar esto para la población más vulnerable, los contagios seguirán aumentando. Eso como primera parte. Le cuento más.
Cuando se confrontó a la jefa de gobierno respecto al semáforo, ella (muy acorde al protocolo) se lavó las manos y en menos de 20 segundos le delegó esa responsabilidad a la Secretaría de Salud, institución que, últimamente, es representada por Hugo López-Gatell.
López-Gatell, además de ser epidemiólogo se ha convertido en una figura política relevante para el país. Ojo con esto. Cuando ese mismo lunes, en la conferencia de las 7, le preguntaron el color del semáforo en la Ciudad de México, contestó que era “hasta cierto punto intrascendente”. O sea, lo mismo que responden quienes organizan fiestas, quienes salen de antro y quienes, en este preciso momento, realizan sus compras navideñas en el Centro Histórico o en las plazas.
Recordemos algo. De acuerdo con el portal oficial de información sobre COVID-19, el semáforo de riesgo epidemiológico es un sistema que permite monitorear “la regulación del uso del espacio público, de acuerdo con el riesgo de contagio”. Dependiendo de la intensidad del color, la gravedad del asunto.
Ahora, aunque en el discurso no se habló de algún color en específico, ambos personajes han aparecido vestidos con prendas de un rojo quemado, casi guinda, que va mucho más allá que el Pantone del partido al que representan.
Este sistema fue aplaudido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y López-Gatell afirmó que se replicaba en otros países, entonces ¿por qué de repente pasó a significar tan poco para las autoridades? Curioso.
De acuerdo con la información oficial publicada y repetida incontables veces por las mismas autoridades, el semáforo rojo indica que la ocupación hospitalaria es mayor al 65%. ¿Cuál es la necesidad de hacer una declaración?
Hacer oficial la gravedad del asunto (aunque sea un secreto a voces), tomar las medidas necesarias para que todos los sectores de la población hagan lo que les corresponde y, lo más importante, confirmar que ninguna estrategia aplicada con anterioridad han funcionado para disminuir o frenar los contagios. Eso sin mencionar el conflicto de intereses que representaría para los grupos empresariales, el impacto que tendría para la economía local y nacional, etc.
Como nos dimos cuenta desde hace mucho, la pandemia no solo es una crisis de salud y las autoridades responsables ya no saben para dónde hacerse ni qué decir para poder sobrellevar la situación.
A esto, agreguémosle la incertidumbre y la falta de comunicación del panorama mundial. Más la postura de un presidente que en marzo nos pedía seguir yendo a las fonditas, visitar México y apoyar para impulsar la economía y que ahora, nueve meses después, nos pide quedarnos en casa durante 10 días para disminuir los contagios. Catastrófico, ¿no le parece?
Algo debe quedarnos muy claro. Los contagios no se frenan de un día para otro y tampoco en un plazo determinado de tiempo. Es un proceso paulatino que involucra a todas las partes. No solo a las autoridades, no solo a la población, no solo a las empresas. Lo particular de esta situación es que nos involucra a todos y todas.
Hay quienes tienen la costumbre de delegar la responsabilidad y voltear hacia otro lado cuando el problema no les afecta de una forma significativa. Piense en las movilizaciones que se han realizado en los últimos maestros, los motivos y la opinión pública desprendida de ellos.
Empero, la pandemia nos afecta a todas las personas de diferente manera; por eso el impacto es tan fuerte, tan desolador. Sin embargo, aprovechando el cliché de la época, permítame decirle que la empatía va mucho más allá de lo que podamos hacer por nuestro círculo cercano. La empatía está en lo que hacemos por las personas que no conocemos.
El distanciamiento social y el aislamiento no están peleados con la responsabilidad, mucho menos con la solidaridad. El semáforo no está en rojo porque no hay color que baste para representar la gravedad del problema.
Sabemos que debemos “aprender a vivir con el virus” y que “ya casi está la vacuna”, pero eso no nos da permiso de ser negligentes e irresponsables con nuestra familia, nuestras personas queridas o con alguien más. Para esto, el color del semáforo sí es intrascendente. Si usted puede, quédese en casa.
Posdata:
Esta es la última Escala de Grises del año y no tengo palabras suficientes para agradecerle por seguir aquí. Sé que ha sido complicado y que todavía nos falta mucho camino por recorrer, pero no quería dejar pasar la oportunidad de despedirme de usted y del veinte veinte. Le deseo prosperidad, alegrías y muchos aprendizajes en esta nueva vuelta al sol. Es un honor para mí poder escribir sobre un pedacito de México y saber que usted está del otro lado. Nos leemos muy pronto. ¡Gracias infinitas!
Volveremos a abrazarnos:
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