Escala de Grises - Incansable

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - Incansable

El 16 octubre de 2019, fue el último día que se tuvo noticias de Fernando Ramírez Rodríguez. De acuerdo con las declaraciones de su mamá, Fernando desapareció en manos de hombres armados que viajaban en una camioneta blanca. Con la esperanza de obtener apoyo por parte de las autoridades, Rosario Rodríguez denunció lo acontecido en la fiscalía de Mazatlán. Presentó videos, testigos y aún así, no obtuvo respuesta.

 

Desde entonces, Rosario se dedicó a buscar a su hijo, a pesar de las agresiones y amenazas de las que fue víctima. Según el memorial virtual de personas desaparecidas en México, #HastaEncontrarles, la casa de Rosario fue rociada con gasolina, su automóvil fue robado e, incluso, intentaron desaparecer a su otro hijo.

 

Casi tres años después, el 30 de agosto de 2022 (Día Internacional contra las Desapariciones Forzadas), Rosario acudió a una misa en honor de Fernando. Una vez fuera de la iglesia, pasadas las 9 de la noche, una camioneta blanca se acercó a ella y la privó de su libertad.

 

Momentos después de que Rosario desapareciera, su familia decidió informar a las autoridades, por lo que llamó a la línea de emergencia. La única respuesta que tuvo fue el silencio al otro lado del teléfono. Al día siguiente, el cuerpo sin vida de Rosario Rodríguez Barraza fue encontrado en La Cruz de Elota, al sur de Sinaloa.

 

La noticia fue confirmada por Rubén Rocha, quien compartió un mensaje a través de sus redes sociales. Tras lamentar el asesinato de una “luchadora incansable”, el gobernador del estado aseguró que se tomarían las medidas necesarias para dar con las personas responsables del crimen.

 

La noticia fue retomada por medios nacionales y difundida en plataformas digitales, donde la opinión pública exigió justicia para Rosario y también para Fernando. Del mismo modo, Colectivos de búsqueda en Sinaloa y en el resto del país, así como organizaciones civiles y activistas, solicitaron que se realicen las investigaciones pertinentes.

 

Del mismo modo, se dio a conocer un video en el que Rosario asegura que no buscaba responsables de la desaparición de su hijo, lo único que quería era encontrarlo. Sin embargo, el caso de Rosario se convirtió en una representación de los errores que, todos los días, se replican en este país.

 

Además del evidente abandono institucional, Rodríguez Barraza se enfrentó a la negligencia por parte de las autoridades que no se involucraron en la búsqueda de Fernando, a pesar de las pruebas que presentó. También experimentó la ineficiencia en los protocolos de seguridad que, a pesar de las amenazas y las agresiones, no lograron proteger su integridad.

 

Bajo esta línea, hasta en sus últimos momentos, Rosario fue una víctima más de la poca efectividad por parte de los servicios de emergencia que no atendieron la llamada al 911 y que, en consecuencia, no se movilizaron de manera oportuna para localizarla. Una vez más, la responsabilidad recae en manos de quienes perpetraron el crimen, pero también en las autoridades, en los tres niveles de gobierno.

 

De 1964 a mayo del 2022, la cifra de personas desaparecidas en México era de 100 mil, lo que ha sido considerado como una tragedia a nivel internacional. La impunidad alrededor de los casos ha sido motivo de protestas, denuncias e innumerables exigencias sin que se implementen medidas efectivas para resolver el problema.

 

Si seguimos hablando de problemas estructurales, en lo que respecta a seguridad, Sinaloa se ha considerado uno de los estados con mayor tasa acumulada de desaparición. Tan solo en el primer semestre del año, según las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), la entidad acumuló 285 homicidios dolosos y 11 feminicidios.

 

Fernando y Rosario se volvieron parte de las estadísticas en un país donde los números son sinónimo de desinterés. Rosario acudió a las instancias correspondientes para denunciar la desaparición de su hijo y fue ignorada. La familia Ramírez Rodríguez también recurrió a las autoridades para solicitar apoyo y ocurrió exactamente lo mismo.

 

¿Qué queda por hacer, entonces? ¿Cuáles son las alternativas? ¿Qué esperanza les queda a aquellas personas que continúan buscando a sus familiares desaparecides? ¿Es deber de las madres buscar a sus hijos por todo el país? ¿Cuáles son las responsabilidades del Estado? ¿En manos de quién está la justicia?

 

Ahora, aunque la palabra “incansable” podría parecer una excelente descripción para las madres y mujeres buscadoras, nada puede estar más apartado de la realidad. Basta con leer los testimonios para tan solo imaginar que las jornadas de los colectivos de búsqueda son agotadoras.

 

Las personas que forman parte de esos mismos colectivos no son incansables. Están exhaustas de encargarse de las responsabilidades que deberían tener los cuerpos de seguridad. Están fatigadas de exigir justicia (por más de 58 años) para las víctimas de desaparición sin ser escuchadas, sin que las autoridades les brinden respuestas.

 

¿Cómo pueden ser incansables quienes suspenden sus emociones con tal de recorrer desiertos, cerros y montañas todos los días? El cansancio de adquirir conocimientos de medicina forense, peritaje y leyes de un día para otro, sumado al cansancio de no saber en dónde están sus familiares resulta doloroso solo de imaginarse.

 

No nos confundamos. El solo hecho de utilizar el adjetivo “incansable” para describir a Rosario y la labor de cualquier otra madre buscadora no es más que una muestra de insensibilidad, lo que implica una nula comprensión de la situación a nivel individual y a nivel nacional.

 

Las palabras importan:

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