Escala de Grises - Crisis internacional
En opinión de Arendy Ávalos
Luego de que el pasado 27 de junio se registrara la muerte de 56 migrantes en Texas, el 28 de julio, 98 migrantes fueron localizados en una carretera de Veracruz. Las autoridades acudieron al lugar tras recibir el reporte de que varias personas, entre ellas menores de edad, estaban bajando de un tráiler.
De acuerdo con los primeros reportes, el conductor abandonó el vehículo y algunas personas debieron forzar la caja para poder escapar. Presuntamente, el vehículo seguía la ruta más corta hacia la frontera con Estados Unidos. Alrededor de 12 personas sufrieron contusiones y síntomas de asfixia, por lo que fueron trasladadas a hospitales cercanos a la zona.
El primer día de agosto, el Instituto Nacional de Migración (INM) informó el hallazgo de 45 migrantes más, mismos que viajaban hacinados y sin ventilación en el compartimento de un tractocamión. Las 11 mujeres y 34 hombres provenían de países como Venezuela, Ecuador, Cuba, Bangladesh, El Salvador, Nicaragua y República Dominicana.
Hasta el momento, las autoridades mexicanas han localizada a un total de 143 migrantes. Lo ocurrido en Veracruz se convierte en una continuación de la tragedia que se registró en Chiapas el 9 de diciembre de 2021, cuando un tráiler con 160 migrantes chocó en la autopista, lo que ocasionó que 56 personas fallecieran.
Como se ha establecido en diferentes espacios, la migración no es un fenómeno que pueda reducirse únicamente a cuestiones económicas. Hay que contemplar el entorno social y político bajo el que se encuentran aquellas personas que deciden poner un riesgo su vida bajo la posibilidad de tener mejores oportunidades.
Sin embargo, la crisis internacional de migración, también se ha convertido en una crisis en materia de Derechos Humanos, especialmente durante los últimos años. De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones, desde 2014, más de 6 mil migrantes han fallecido o desaparecido en su trayecto hacia Estados Unidos.
Por otro lado, cada día son más las personas que viajan en condiciones que ponen en riesgo su integridad, como ocurre con el traslado en camiones. Esta modalidad, además de ser una de las más empleadas por los traficantes, también es una de las más peligrosas, debido al espacio reducido y la falta de ventilación.
Según las cifras oficiales de la Secretaría de Relaciones Exteriores, durante los últimos tres años (2018-2021) se han registrado 1 mil 478 muertes, lo que no solo coincide con la presidencia de Andrés Manuel López Obrador; sino también con los cambios en el gobierno estadounidense encabezado por Joe Biden.
Como le dije, no basta solo con mirar hacia un lugar. Es necesario contemplar los movimientos que se realizan en cada epicentro para entender el panorama completo. El control migratorio es solo una pieza más de un rompecabezas imposible de resolver si ocultamos piezas como el desplazamiento interno, el narcotráfico, violencia extrema, inseguridad, persecuciones y pobreza.
Reducir el fenómeno migratorio al “sueño americano” se traduce en la imposibilidad de resolver lo que a nivel gubernamental es retratado como una ausencia de políticas migratorias o de seguridad en las fronteras, por poner un ejemplo. A pesar de que organismos internacionales se han posicionado al respecto y se han generado acuerdos y estrategias, como las implementadas por el gobierno de Texas, la situación parece seguir igual.
Y es que la frecuencia con la que ocurren tragedias como las de Chiapas, Veracruz y San Antonio se ha vuelto alarmante. Sin embargo, las condiciones bajo las que viajan las personas migrantes parecen haberse normalizado a nivel político y hasta mediático: “otro camión”, “otro grupo de migrantes”, “más migrantes”.
¿Qué queda por hacer, entonces? Lejos de las opciones que puedan presentarse en un arranque de xenofobia, racismo o cualquier otro tipo de discriminación, por supuesto. Considerar que problemas estructurales como la trata de personas, la desaparición forzada y el crimen organizado forman parte del problema, tal vez podría ser de utilidad.
Ahora, algo que debería quedarnos claro es que los derechos humanos de todas las personas deben garantizarse, independientemente de la nacionalidad. Aunque repensar las políticas migratorias es urgente, también debemos establecer que todo esfuerzo será inútil si no se realiza desde una perspectiva de derechos.
Atender las causas políticas, económicas y sociales que componen el fenómeno migratorio —más allá de firmar acuerdos que se quedan únicamente en tinta— también podría resultar una buena estrategia para evitar que más personas prefieran exponerse a la posibilidad de morir asfixiadas antes que permanecer en su país.
No sé, se me ocurre:
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