El Tercer Ojo - ¿Qué es esa cosa llamada ‘Lenguaje Incluyente’?
En opinión de J. Enrique Álvarez Alcántara
“Siempre que el Ser Humano ha sido atrapado por la necesidad y el deseo de conservar algunos momentos que la historia colectiva o personal comprende, o siempre que sueña con asir algunos instantes del tiempo para guardarlos y después arrojarlos como cantos de pájaros a la eternidad, la escritura y el acto mismo de escribir se instituyeron como medios de preservación. Es verdad”.
Estimados lectores que siguen esta columna semanal en el diario El Regional del Sur; esta ocasión me propongo exponer algunas ideas sobre el tema que se enuncia en el título de esta colaboración.
No quiero comenzar sin comentar que el miércoles 16, a través de La Comuna de la Palabra, tuvimos una Charla sobre esta misma cuestión. Y debo reconocer que la participación de la académica Esther Landa Torre, conocedora de cuestiones relacionadas con la lingüística, además de ser una feminista importante en el País Vasco, quien enriqueció significativamente este programa de nuestro canal de YouTube.
Deseo iniciar considerando que el lenguaje, ciertamente, es uno de los instrumentos que nos distinguen como especie dentro del conjunto del reino animal.
Escribía en la colaboración precedente que: “Desde que la lingüística estructural nace, de la mano de Ferdinand de Saussure, queda muy clara la descripción y definición de Signo Lingüístico: Es la unidad mínima que compone la competencia comunicativa entre los humanos. Ésta, a su vez, se compone de dos elementos básicos, a saber: El significante y el significado. Es decir, que la unidad mínima pudiera ser reconocida como la palabra. Cada palabra posee una estructura física, material (el significante) y un contenido psicológico (el significado). Como puede comprenderse, la palabra tiene una función referencial, representa algo que se encuentra fuera de la palabra misma. Sin embargo, el proceso de la comunicación (sea oral, escrita o signada por cualquier otro sistema de signos) no consiste en hilar palabra tras palabra, uniendo secuencialmente cada una de éstas por su significado con las próximas. Este proceso requiere, por lo menos, la relación entre dos clases de palabras, aquéllas que se refieren a lo real, es decir, los sustantivos (propios o comunes) que refieren diversos objetos o segmentos de lo real, y los verbos que refieren acciones; esto es, las oraciones o proposiciones son en realidad las unidades del proceso de comunicación”.
En otro momento y lugar, con otro propósito, resaltaba el hecho de que: “W. Von Humboldt (1991), en sus Escritos sobre el lenguaje expresaba que para entender el lenguaje y la subjetividad humana es imprescindible reconocer la existencia de la lengua y que ésta –y no aquél— expresa el sentido de nación y cultura, sin los cuales –lengua, nación y cultura— es materialmente imposible comprender el lenguaje. En virtud de ello, más que el carácter de Homo Sapiens Sapiens u «Hombre Racional» como distintivos de "lo humano”, es el uso del lenguaje lo que imprime el rasgo específico de la especie”.
Más aún, describía cómo Louis Hjelmslev (1980), escribía: “El lenguaje –el habla humana— es una fuente inagotable de tesoros múltiples. El lenguaje es inseparable del hombre y le sigue en todas sus tareas. El lenguaje es el instrumento con el que el hombre da forma a su pensamiento y a sus sentimientos, a su estado de ánimo, sus aspiraciones, su querer y su actuar, el instrumento mediante el cual ejerce y recibe influencias, el cimiento más firme y profundo de la sociedad humana. Pero también es el último e indispensable sostén del individuo humano, su refugio en las horas de soledad, cuando la mente lucha con la existencia y el conflicto se resuelve en el monólogo del poeta y del pensador (…)”.
Bástenos mostrar estas tres primeras referencias para reconocer que, como punto de partida, el lenguaje ha sido considerado como el instrumento fundamental de la comunicación, asimismo ha sido referido como el instrumento del pensamiento y el conocimiento y, no cabe duda alguna, parece ser uno de los rasgos distintivos de lo específicamente humano.
Por su parte, y adicionalmente, Silvestri y Blanck han considerado dos rasgos esenciales y distintivos del lenguaje y sin estos quedaría sumamente reducida su comprensión; subrayo aquí la alusión a la función instrumental o mediadora del conocimiento y del psiquismo y, naturalmente, a su función reguladora del comportamiento. Este fenómeno conduce al proceso de toma de decisiones, la autorregulación del comportamiento y, en fin, a la orientación selectiva de la actividad.
Pues bien, el lenguaje y la lengua, además de ser herramientas para referirse a lo real, objetivamente existente, y a los fenómenos de la subjetividad humana, realmente existentes (y su existencia no obedece al hecho de que sean nombrados, por ejemplo los pensamientos o los sentimientos) son, sin duda, las herramientas que nos permiten además de comunicarnos, representar lo real, conocerlo, considerarlo para organizar nuestra actividad consciente y voluntaria.
Con base en esta última premisa se ha llegado a considerar que lo que no se nombra no sólo no se le visibiliza y se le deja invisible, sino que no existe como parte de la realidad cognoscible. En virtud de ello, como punto de partida para ir transformado los sentimientos e ideas excluyentes que mantienen marginados y excluidos a ciertos sectores de la sociedad se considera necesario ir nombrando y visibilizando tales sucesos deleznables e inadmisibles ética y socialmente.
Ciertamente que es necesario reconocer que ello no es suficiente para abatir la exclusión, el machismo, el patriarcalismo y otras formas de intolerancia ideológica, política, jurídica y lingüística; y, más aún, que no por cambiar o transformar ciertos usos de la lengua transformamos la realidad de la exclusión. Sin embargo, es un buen punto de partida.
“Facta, non verba”.