El tercer ojo - Covid-19 y sus consecuencias para américa latina, Según la cepal (segunda parte).

En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara

El tercer ojo - Covid-19 y sus consecuencias para américa latina, Según la cepal (segunda parte).

Dando continuidad al análisis y proyecciones de las consecuencias que para América Latina y El Caribe, ha significado la presencia del COVID-19, la CEPAL parte de una premisa que parece indiscutible, en muchos de los sentidos que se quiera interpretar la misma:

 

La región de América Latina y el Caribe es la más desigual del mundo y también la más urbanizada entre las regiones en desarrollo, lo que expone a una parte importante de la población al contagio en condiciones de desprotección. Además, la pandemia irrumpe en un escenario económico, social y político complejo, en un contexto de bajo crecimiento y elevados niveles de informalidad laboral. Por los efectos de la pandemia, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) proyecta una caída del 9,1% del producto interno bruto (PIB)”.

 

Bajo tales circunstancias, la CEPAL adicionará una proyección para este mismo año 2020:

 

Los desafíos estructurales de la pobreza, la profunda desigualdad en diferentes dimensiones y la debilidad de los sistemas de protección social y de salud han exacerbado la vulnerabilidad de la región ante la pandemia. Las decisiones adoptadas por las autoridades nacionales han sido muy diferentes; algunos países han tenido cierto éxito en su esfuerzo por aplanar la curva de contagios, por determinados períodos, mientras que otros aún están lejos de lograrlo”.

 

Para rematar este desolador y dramático panorama, agregará de manera muy particular:

 

  • “Las medidas de distanciamiento físico necesarias para controlar la transmisión, que incluyen la suspensión de actividades no esenciales y cuarentenas, tienen consecuencias en términos de pérdida de empleos y de ingresos.
  • Un grupo particularmente vulnerable son los trabajadores informales (en su mayoría mujeres), que representan el 54% del empleo total en la región.
  • La crisis afectará más gravemente a las mujeres, que se encuentran sobrerrepresentadas en las actividades económicas más golpeadas por las medidas de contención del virus y en los sectores laborales más expuestos al contagio. Además, el confinamiento ha recargado el trabajo de cuidado, al tiempo que las ha expuesto a mayores riesgos de violencia, incluido el femicidio.
  • Los pueblos indígenas (60 millones de personas, que representan un poco menos del 10% de la población de América Latina) y los afrodescendientes (130 millones de personas en 2015, el 21% de la población de América Latina) se verán afectados de manera desproporcionada, ya que tienden a vivir en peores condiciones socioeconómicas y a tener un acceso limitado a la protección social en comparación con el resto de la población, además de enfrentar altos niveles de discriminación en el mercado laboral.
  • La crisis exacerbará la vulnerabilidad de los migrantes y los refugiados. Es importante que en la aplicación de restricciones a la libertad de circulación o de acceso a los territorios nacionales se respeten las normas internacionales de derechos humanos, el derecho humanitario y el derecho de los refugiados, en particular los principios de no discriminación y no devolución y las prohibiciones de detención arbitraria y expulsión colectiva.
  • La pandemia representa un mayor riesgo para ciertos grupos. Entre ellos se encuentran los 85 millones de personas mayores de 60 años y los 70 millones de personas con discapacidad. Entre otras adversidades, la propagación del virus puede dificultar el tratamiento de las enfermedades crónicas más frecuentes en estos grupos, exponiéndolos a una muerte anticipada”.

 

Estos datos escalofriantes nos muestra una friolera de 345 millones de seres humanos en nuestra región (sin considerar la cantidad de migrantes y refugiados, ni las personas que viven con estrategias de supervivencia “informales”) que, más allá de las condiciones precarias de vida que llevaban desde antes de la aparición de la epidemia que muy pronto se tornó en pandemia y que significó, para el mundo entero, más de un millón de muertes y para nuestra región la espantosa cantidad de poco más de 250, 000; es decir, casi un cuarto de la totalidad de muertes son aportadas por nuestra región.

 

Por otro lado, es conveniente resaltar el hecho de que aún no hemos referido las consecuencias dentro del ámbito de la educación como pronóstico todavía más desolador.

 

Para cerrar esta segunda parte, no puede obviarse que:

 

“Además, los sistemas de salud de los países de la región tienen importantes debilidades. Se trata de sistemas de salud subfinanciados, segmentados y fragmentados, que presentan importantes barreras para el acceso. Las debilidades en el ejercicio de la función de rectoría de las autoridades de salud son acompañadas por un bajo gasto público, que se mantiene lejos de la meta del 6,0% del PIB recomendado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y solo alcanza un promedio del 3,7% del PIB. En promedio, los hogares de la región cubren más de un tercio del financiamiento de la atención de salud con pagos directos de bolsillo (34%), al mismo tiempo que cerca de 95 millones de personas realizan gastos catastróficos en salud y casi 12 millones se empobrecen debido a estos gastos. La disponibilidad promedio de médicos y de camas hospitalarias bordea la mitad de la que tienen grupos de países más desarrollados, como los de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE)”.

 

En fin, en la siguiente colaboración cerraremos la numeralia y trataremos de presentar algunas conclusiones.