Cuando sea demasiado tarde… - La muerte de la verdad

En opinión de Gabriel Dorantes Argandar

Cuando sea demasiado tarde… -  La muerte de la verdad

Tengo años participando en redes sociales. Mi perfil de Facebook tiene unos 7 u 8 años. Mi perfil de Twitter tiene más de 10. Las redes sociales no son algo nuevo para mí, he podido observar como usuario y como especialista de la Psicología cómo los seres humanos interactuamos los unos con los otros a través de este tipo de plataformas. He visto gente compartir sus amistades, sus amores, sus ilusiones y sus éxitos. He participado en elogios, congratulaciones, recomendaciones, y una que otra riña. Soy miembro de la comunidad, aunque mi nivel de participación haya variado a través de los años.

Últimamente hemos visto una terrible variable que se ha incrementado paulatinamente: la desinformación. El aparato de gobierno ha pasado parte de su estrategia de (des)información a las redes sociales, y cada vez se hace más eficiente en ello. El ejemplo más a la mano que tengo de dicha estrategia es el afamado “Hoy fue un día soleado”, dedicado a una de las crisis humanitarias y políticas más graves que este país ha vivido en su carne y en su sangre. Luego pasamos a las osamentas que encontramos a través de médiums, los proyectos inútiles que se presupuestan en 100 millones y se llevan a cabo en 1000, 43 estudiantes cuyos restos desaparecen entre las cenizas, y las cientos de fosas que todo el mundo sabe dónde están pero nadie recuerda qué fue de ellas.

Los días soleados han dado paso a mares y mares de “bots” que buscan diseminar información falsa, diluir la credibilidad de los argumentos, y desprestigiar a los actores a través de argumentos, imágenes y videos (falsos y ciertos). Al más fiel estilo Nazi, la verdad más verdadera es la que más se repite, la que más es comentada. El gobierno no necesita de la verdad, la desecha y la aborrece, prefiere verdades a medias, “verdades históricas”; y está más que dispuesto a invertir porciones importantes del presupuesto en hacer verdad su verdad, tiene como prioridad mantener la estructura del aparato de difusión, que atender las verdaderas necesidades del aparato mismo y de aquellos a quienes sirve. Hoy en día tenemos ayuntamientos que celebran con conferencias de prensa la donación de uniformes a sus propios bomberos, como si fuera un logro de campaña cumplido.

El sexenio anterior se vio caracterizado por un despliegue de medios sin igual. Parecía que la estrategia verdadera consistía en imponer verdades en comunicación, sin importar su respaldo en hechos. Llegamos a ver hospitales inaugurados que no tenían un solo mueble dentro, instalaciones reinauguradas hasta 3 o 4 veces, carreteras que no llevan a ninguna parte, incluso eventos que simplemente no se llevaron a cabo. Importa más la verdad del gobierno, que la verdad verdadera. Ahora jugamos al duelo de verdades, a ver quién emite la verdad que más veces se repite, y esa será la verdad que más posiblemente sea verdaderísima. Confuso, ¿verdad?

Este gobierno nos quiere matar, y quiere que muramos sin saber qué fue lo que nos pasó. A mi pobre México lo tienen azorado con dos males disfrazados de problemáticas, cuyo verdadero problema yace en su mera existencia. Por un lado, invertimos miles de millones en democracia, y por el otro invertimos en formas de colocar a candidatos a pesar de la democracia. Invertimos presupuesto en comunicar logros de gobierno, y por el otro invertimos en ahorrarnos el tener que gobernar. Ahora es más eficiente diluir la verdad y silenciar la verdad, que la verdad misma. Ha muerto nuestra verdad, y nosotros la hemos matado.

 

*Centro de Investigación Transdisciplinar en Psicología

Universidad Autónoma del Estado de Morelos