Cuando sea demasiado tarde… - La Máquina del Tiempo
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
Bienvenido, apreciado lector, a ésta, su columna favorita de los fines de semana. Ya están a todo galope las campañas electoreras que por supuesto no nos tienen hasta la coronilla con sus no-campañas, candidatos reciclados, y multas risorias. Ahora venimos un poquito más filosos del pensamiento, así que prepare usted sus interpretaciones porque como siempre, es usted el que tiene la última palabra.
Hace unas semanas tuve la inquietud de volver a ver una película que me gustó mucho por los elementos adicionales que le imprimieron al remake. La película se llama “La Máquina del Tiempo” (tanto la original como el remake), y trata principalmente (adivinó usted bien) de un hombre que inventa una máquina en la cual puede trasladarse en el tiempo. La ciencia contemporánea destruye por completo el argumento de ambas películas, ya que se sostiene que el tiempo, el espacio, y la gravedad, son tres aspectos de la misma cosa, aunque no se está muy seguro qué es dicha cosa. De tal manera que, si viaja usted en el tiempo, también debe hacerlo en el espacio y tomando en cuenta la gravedad, ya que por un descuido puede usted viajar en el tiempo y encontrarse suspendido en el vacío del espacio sideral.
Pues bien, el hombre, por un acto fortuito, acciona la máquina y se traslada diez mil años en el futuro, donde encuentra que la Tierra se ha convertido en un lugar muy diferente, aunque aparentemente los humanos siguen deambulando por doquier, pero la estructura social es harto diferente a lo que el pobre individuo estaba acostumbrado. No le voy a espoilear por completo la película, puede usted encontrar ambas en Prime (si no me equivoco), y dado que no es imposible que usted no las haya visto, no revelaremos el final en caso de que guste usted mirarlas este fin de semana (le ruego que no salga y todo eso). La película original se estrena en 1960, mientras que el remake se estrena el 2002. De cierta manera, la película también viajó en el tiempo.
Entonces, resulta que en 1960 se plantea que muchos milenios en el futuro (aunque igual y sólo fueron unas cuántas décadas) la sociedad se ha dividido en dos grandes grupos: los Eloy y los Morlocks. Los Eloy son principalmente jóvenes, de apariencia dulce e inocente, sus cuerpos son delgados y casi todos son rubios y de ojo claro. Sus movimientos son lentos, como si padecieran un estupor permanente que les impide cuestionarse hasta los más simples de los hechos. Viven una vida caracterizada principalmente por el ocio, su entorno les indica las acciones que deben realizar a través de una alarma sonora que periódicamente señala las actividades para llevar a cabo, desde la recreación hasta la alimentación. Obedecen tal alarma y siguen patrones de comportamiento que se establecieron previamente, más o menos como la vida en las cárceles de hoy en día. A tal hora se duerme, a tal hora se come, a tal hora se depone.
Por el otro lado, los Morlocks son humanos que se han desfigurado por haberse resguardado bajo tierra. Los milenios (y una que otra influencia partidista) los transformaron en seres de apariencia hostil, son musculosos y tienen una fuerza descomunal. Sin embargo, su piel es de color verde o azul, sus ojos de color rojo y hasta diría que el agua no ha tenido la fortuna de conocer la superficie de su piel en mucho tiempo, mucho menos la de su cabello. Ellos se dedican a construir, fabricar, y gestionar, todo aquello que permite que los Eloys tengan el estilo de vida de ocio y letargo que tanto disfrutan. Ellos son quienes trabajan y llevan el peso del funcionamiento infraestructural, económico, y social, y no parecen tener la intención de disfrutar de los beneficios que ellos mismos proporcionan. Sin embargo, sí tienen un beneficio que el otro grupo no tiene. Cada determinado tiempo, los Morlocks salen a la superficie para secuestrar a uno que otro Eloy, con un propósito oscuro que no queda demasiado claro en ninguna de las películas. Tal vez sirven de alimento, o tal vez los que disfrutan eventualmente tienen que pasar a engrosar las filas de aquellos que trabajan. Alguna pega debía tener el sistema.
Su servidor disfruta mucho de la ciencia ficción. Recuerdo que mi lector favorito alguna vez me indicó que había un libro denominado “Un Mundo Feliz,” de un tal Aldous Huxley, en el que se sueña con un mundo en el que los individuos utilizan sustancias para controlar sus emociones y los niños nacen de probetas de cristal, publicado por primera vez en 1932. De ahí, simplemente ya no pude salir de la imaginación de incontables autores que plantean situaciones hipotéticas tratando de respaldarlas con argumentos científicos. Si hoy en día vivimos las realidades hipotéticas de hace cien años, ¿dónde estaremos para finales de siglo? Tal vez venga un apocalipsis zombie, si es que no ha venido ya.
Porque la humanidad no ha muerto, pero sólo somos capaces de hacer aquello que somos capaces de soñar.