Como se dice una cosa, se dice la otra
En opinión de Carlos Morales Cuevas
Sortear la crisis económica que va dejando a su paso la pandemia por el SARS- CoV-2, es un reto global que algunos gobiernos han decidido enfrentar priorizando la economía antes que la salud pública de sus naciones. En México, a pesar de que los “municipios de la esperanza” han regresado ya a la “nueva normalidad”, seguimos, en general, con un “semáforo rojo”; mientras que en particular, acá en la tierra del caudillo del sur, se prolonga de momento, durante todo junio el confinamiento en la capital; esto, al menos en teoría, o, eso es lo que debiera ser, empero, el deber ser y la realidad, no parecen ponerse del todo de acuerdo y la movilidad ciudadana aumenta constantemente mientras el número de contagios de covid-19 hace lo propio.
Por otra parte, al igual que las crisis sanitaria y económica, el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) también avanza y, el pasado cuatro de junio dejó evidenciada nuevamente la debilidad de sus contendientes políticos y la alta influencia que sigue teniendo este joven partido, al reiterar su hegemonía en el Senado de la República, a dos años de lograr la mayoría en éste, lo mismo que en el Congreso de la Unión, y de hacerse de algunas entidades federativas y, obviamente, de la presidencia nacional. A pesar de que MORENA y su autoproclamada cuarta transformación parecen seguir viento en popa en términos de popularidad, su discurso y políticas públicas zigzaguean, a ratos, rosando polos opuestos.
Al mismo tiempo que se habla de priorizar el bienestar de los más vulnerables, se cede a las presiones del gran capital nacional e internacional, incluso a costa de poner en riesgo la salud de muchísimos obreros connacionales. Mientras se habla del respeto a los derechos humanos, se vulneran los derechos laborales de muchos trabajadores. Pensemos en los miles de obreros de los estados fronterizos del norte que han tenido que regresar a trabajar en las maquiladoras, poniendo en riesgo su salud y su vida y que, a pesar de que muchos de ellos alzaron la voz para expresar su desacuerdo, no fueron escuchados y, lejos de ello, en algunos lugares como Baja California, se reanudaron las actividades laborales desde el pasado primero de mayo, mientras que, en algunos otros sitios esperaron al día trece, fecha en que el gobierno federal agregó a las “actividades esenciales” la industria automotriz, la minería y la construcción; entrando estas en vigor con la “nueva normalidad” el 18 de mayo de este año.
Por cierto, mientras en Baja California se contabilizaban más de 500 muertos por el nuevo coronavirus, y más de 400 de ellos eran obreros de la industria maquiladora (esto hasta el mes de mayo), por su parte, el gobernador Jaime Bonilla Valdez, aspiraba a que se aprobara la llamada “Ley Bonilla”, que pretendía modificar la Constitución local de aquel estado y extender el mandato gubernamental de dos a cinco años y que fue declarada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el pasado 11 de mayo, como inconstitucional.
Los obreros de la zona fronteriza regresaron a laborar porque, independientemente del miedo a contagiarse, también existe, en contraparte, el miedo a morirse de hambre, y es que, muchas empresas enviaron a guardarse a sus empleados con sólo un 50 o 60% de su salario (en muchos casos menos de $3 mil al mes), a otros les dieron “vacaciones” sin goce de sueldo y, a otros más, de plano los despidieron. Tan sólo en Ciudad Juárez, por ejemplo, ciudad en la que se han registrado más de cien muertes de obreros a causa de la covid-19, existen cerca de 300 plantas maquiladoras y éstas emplean a alrededor de 300 mil personas que han regresado a trabajar en plena emergencia sanitaria. Diversas voces han denunciado que las maquiladoras son caldo de cultivo para el nuevo coronavirus, empero, evidentemente eso no es lo más importante para muchos empresarios nacionales y extranjeros, como sí lo es la producción, fruto del trabajo de aquellos que, si mueren, no son más que mano de obra barata fácilmente sustituible; o, al menos, esa es la lógica que aparentemente tienen aquellos empleadores.
Y, mientras el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, el Dr. Hugo López-Gatell, insiste en que se debe mantener el confinamiento, el titular del ejecutivo, Andrés Manuel López Obrador, dice que: “Lo primero es no arriesgarnos, cuidarnos, no ir al hospital y mucho menos perder la vida, eso es lo primero. Pero al mismo tiempo, ya, ir avanzando poco a poco, con cuidado, de acuerdo a las recomendaciones de los médicos, pero no quedarnos inmóviles, porque también es un asunto mental. Todos tenemos miedos, todos tenemos temores, hay que, como seres humanos, entender eso, pero sí salir".
Como sabemos, el presidente de la republica retomó sus giras dando el “banderazo” al proyecto denominado Tren Maya, que ha sido presentado como uno de los principales proyectos de la actual administración federal y que, según el discurso gubernamental, servirá para “detonar el desarrollo del sureste y potenciar el turismo y el desarrollo económico de la región”; sin embargo, en otra muestra de contradicción, ha violentado el estado de derecho y ha atropellado derechos y garantías de la población, según afirman las 159 organizaciones que firmaron el comunicado del cuatro de junio, dirigido al pueblo de México, a los medios de comunicación y al Lic. López Obrador, en el que fijan su postura en contra de este megaproyecto.
Al mismo tiempo que se desarrollan programas asistenciales para favorecer a “los más necesitados”, se mantienen algunas de las políticas antipopulares de los sexenios pasados; verbigracia, simplemente, el pasado 11 de mayo, el gobierno federal concretó el plan “extraordinario” de seguridad militarizada. Estas y otras muchas acciones han provocado que entre la población existan opiniones tan distantes entre sí como, por ejemplo, las de aquellos que afirman que la llamada cuarta trasformación ha venido sólo a reafirmar el capitalismo; como las de aquellos otros que incluso creen que el lopezobradorismo pretende seguir la senda del comunismo. Ni fu ni fa, entre el blanco y el negro, existen un sinfín de matices de gris que tiñen gobiernos como este.
Uno de los problemas de esa confusa polarización pudiera estar, quizá, en pretender escenificar a los personajes históricos que se rescatan, y no sólo “inspirarse” en ellos; es decir, que el presidente admire a personajes como Benito Juárez o Melchor Ocampo, está bien, está en su derecho; empero, que pretenda ser alguno de ellos o se enganche, por ejemplo, en una discusión con alguien como Enrique Krauze para ver quién de ellos dos es más “liberal”, eso ya es otra cosa. Para empezar, seguramente, hay otras varias discusiones mucho más importantes de las que podría y debiera ocuparse el presidente de la república. Además de que, no podemos obviar que, al menos desde la Constitución de 1917 para acá, con excepción tal vez del presidente Cárdenas que se inclinó más hacia el progresismo, todos los gobiernos nacionales se han proclamado liberales y juaristas; así que, de inicio, tal vez debiera pensarse en cambiar el paradigma y no en repetir las contradicciones históricas que no han hecho más que ampliar la desigualdad y la explotación de muchos para beneficio de unos pocos; o, al menos, eso pudiera parecer que ha sido el “liberalismo” en este país.