El Tercer Ojo - ¿Qué hay sobre las vacunas y su papel en la historia?
En opinión de J. Enrique Álvarez A.
Con esta colaboración de El Camino de la Vida, nuevamente, este año 2021, doy continuidad a la tarea de compartir algunas ideas sobre ciertos sucesos o pensamientos y expresiones con respecto a algunos segmentos de nuestra realidad.
Hoy, no cabe duda alguna, la presencia sumamente rápida de las vacunas que prometen controlar y disminuir el impacto de las altas tasas de morbilidad y mortalidad a causa de la presencia, inesperada e indeseada, del virus conocido como COVID-19, ocupa un lugar preponderante en la trama discursiva y representacional de la sociedad en general, sea esta dinámica manifiesta por diversos “analistas”, “líderes de opinión”, o cualesquier mortal, y se exprese la misma mediante los diversos medios de información o las propias “redes sociales”.
A pesar de que prácticamente nadie pone en tela de juicio la importancia y relevancia de la presencia, rápida y oportuna, de la vacuna contra el COVID-19, hay quienes aún dudan que sea la solución al problema que se enfrenta y, más bien, han llegado a considerarla una “solución clarifinante”, al decir de Paul Watzlawic, cuando a guisa de ejemplo expresaba: “¡La cirugía fue un éxito!, el paciente ha muerto”; pareciera que “prefieren esperar” para ver qué efectos tiene la vacuna en la propia existencia humana, no sea que, efectivamente, “impida que la persona vacunada se contagie porque ésta muere”. Hay otros que, sin tomar en cuenta las razones que subyacen a sus asertos, lisa y llanamente se declaran “antivacunas”. No entro, más allá de su enunciación, en la interpretación de las ideas de quienes creen en “teorías conspiranoicas” e imaginan cuestiones fantásticas que ponen en tela de juicio, el valor de estas vacunas en esta hora y lugar. En fin, “de todo hay en la viña del Señor” expresa un aforismo.
Ciertamente, bien sabemos que la existencia de tales vacunas, como la gran promesa para este año que recién se asoma, no serán suficiente herramienta para lograr tan loable propósito; más allá de los procesos de producción, distribución, adquisición y administración de la misma a los diversos sectores de la sociedad y la población; allende los “problemas” de orden ideológico y político que envuelven a los Estados y naciones que ven en ella una posibilidad real de alcanzar sus fines; acullá, donde se halla la gente y las personas que esperan también ser beneficiarios de las mismas, se encuentran también obstáculos diversos que es necesario considerar a la hora de diseñar e instrumentar las tácticas para hacer efectiva la estrategia de contención, disminución y, de ser posible, el manejo y control eficiente de la enfermedad provocada por el virus en cuestión.
Y, para rematar estas ideas, la existencia de las vacunas, por sí mismas, a lo largo de la historia, no han podido impedir definitivamente la presencia de diversas enfermedades, sean de origen viral o bacteriano, que han azotado y siguen azotando a la humanidad. La existencia de las vacunas, sepámoslo o no, querámoslo o no, por sí mismas, no han eliminado, por ejemplo, la Poliomielitis, el Sarampión, la Viruela, la Tuberculosis, entre otras.
Si desde hace ya más de un siglo existen vacunas para enfermedades como las que he referido, pregunto, ¿Por qué no han sido erradicadas en el mundo y en nuestra región latinoamericana?
Si, por demás fuera de toda duda está, la efectividad y eficacia de tales vacunas es evidente, ¿Por qué no han sido erradicadas esas enfermedades en el mundo y en nuestra región latinoamericana?
Las únicas hipótesis que puedo sugerir, que no son mutuamente excluyentes y, más todavía, pueden ser complementarias consiste en que:
- La existencia de las vacunas, por sí mismas, no asegura definitivamente el control de la presencia de las enfermedades, sean cuales fueren.
- Existen otros factores que envuelven y condicionan la producción, distribución y aplicación de las mismas, de manera universal y gratuita.
- Intereses económicos y políticos estrangulan los sistemas de salud en las diferentes naciones y regiones del orbe.
- Los sistemas de salud en los diferentes países y regiones han privilegiado, desde el siglo pasado, la “medicina curativa” y no la preventiva.
- La formación de los profesionales de la salud ha sido orientada hacia la “alta especialidad”, despreciando la salud comunitaria y la participación de las comunidades en la atención de primer nivel.
- El sistema hospitalario descansa sobre un “modelo” piramidal, en el cual los servicios de especialidades y tercer nivel se encuentra concentrado en ciertas ciudades (muy pocas) dejando los otros niveles.
- Las condiciones materiales de existencia del grueso de la población incrementan probabilísticamente la presencia de ciertos tipos de enfermedades en determinadas regiones, países, entidades federativas o municipios y, a su vez, para ciertos sectores sociales y económicos.
- La distribución de la presencia endémica o epidémica de algunas enfermedades obedece a estas cuestiones económicas y políticas nacionales y regionales.
Hasta aquí, como puede apreciarse, no se encuentra, desde el siglo pasado, una estrategia de políticas públicas dentro de los ámbitos de la salud, la educación, el bienestar y la calidad de vida que favorezcan una aproximación sistémica y compleja de la organización social.
Ante ello, las acciones diseñadas para enfrentar la presencia del COVID-19, solo han contemplado el distanciamiento, el confinamiento y la díada incertidumbre-esperanza.
A pesar de los pesares vistos, no tengo el menor atisbo de duda, la vacuna es una eficiente y eficaz herramienta para intentar contener y disminuir el impacto desastroso y desfavorable de la prevalencia, morbilidad y mortalidad por COVID-19.
Desde que Edward Jenner (1749-1823) descubrió el procedimiento para crear la vacuna como una herramienta privilegiada en la prevención del impacto negativo de ciertas enfermedades, la medicina dio un salto enorme en la posesión de recursos para enfrentar exitosamente ciertas enfermedades.
Desde ese momento, hasta ahora, el valor de la vacuna, socialmente hablando, ocupa un lugar cimero y privilegiado en las estrategias de afrontamiento de calamidades como la que ahora nos oprime.
En el año de 1931, Diego Rivera (1886-1957), uno de los representantes más conspicuos del “Muralismo” en México y el mundo (junto con Rufino Tamayo y David Alfaro Siqueiros), lo puso de manifiesto en su Mural “La Vacuna”, dentro de los murales “La Industria de Detroit”.
Por su ideología, Diego Rivera, considero, encontró en la vacuna una herramienta al servicio de la humanidad y no de unos cuantos.
Pese a todo, tenemos esperanza.