Bienes nacionales, diamantina y violencia machista. ¿Hay nuevas formas en la lucha contra la violencia hacia las mujeres?

En opinión de Aura Hernández

Bienes nacionales, diamantina y violencia machista. ¿Hay nuevas formas en la lucha contra la violencia hacia las mujeres?

Para mi hermana Alicia, que aun sin estar,  me enseñó la empatía.

 

Cuando en 1955 en el autobús de vuelta a su casa en Montgomery Alabama, la costurera Rosa Parks, decidió violar la Ley y no ceder su asiento a una persona blanca, como lo estipulaba la norma, marcó para siempre la historia norteamericana.

 En el, ya para entonces, país más poderoso del “mundo libre”, irrumpió en ese momento un gran movimiento social por los derechos civiles de la población afroamericana, que pusieron fin, no sin violencia,  a una historia de discriminación que tenía una raigambre institucional, histórica y cultural en el vecino del norte y que fue producto del hartazgo y la indignación de un sector de la población históricamente agredido y discriminado.

En días pasados, hemos vivido en México una exhibición de hartazgo y de indignación de un sector de  la población históricamente discriminado, que el fin de semana pasado hizo gala de una muestra de rabia tal, que sobrepasó lo políticamente correcto, pero que, precisamente por eso, logró los reflectores en una gran cantidad de los espacios de comunicación que la modernidad permite y que no se habían logrado en las marchas pacíficas.

Desgraciadamente, el debate mediático se desvió hacia las afectaciones al patrimonio de la Ciudad de México y a la agresión que sufrió un comunicador que se encontraba cubriendo el evento. La misma Carmen Aristegui, reconoció ayer ante Marta Lamas, esa deficiencia generalizada en los medios, incluido el que ella dirije, pues la exposición mediática no condujo a analizar el problema de la violencia contra las mujeres como un problema estructural de este país.

En su cuenta de Twitter, Ricardo Bucio Mújica, titular del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, niños y adolescentes, dio a conocer una numeralia que debería indignar a cualquiera: en 6 años crecieron 310 por ciento las denuncias por abuso sexual  a niñas de 0 a 5 años; cada año se embarazan más de 11 niñas de entre 10 y 14 años como resultado de abuso y violencia sexual;  76 por ciento de las mujeres sufre violencia en el noviazgo y,  actualmente hay 270 feminicidios por mes.

Las pintas en el Ángel de la Independencia, la diamantina arrojada a los funcionarios, los vidrios rotos, los gritos y consignas en la marcha del fin de semana reflejaron la indignación  y el hartazgo de una nueva generación de mujeres, muchas de ellas tal vez parte de la estadística de Bucio Mújica y que es posible que por sus condiciones sean las más propensas a padecer actos de violencia.

Yo si creo que estas mujeres representaban a las mujeres pobres que usan el transporte público, a las mujeres jóvenes, a las estudiantes de las universidades públicas, a las que deben trasladarse por horas para acceder a una fuente de empleo, a las agredidas por los policías, a las que sufren violencia por parte de sus familiares, a las mujeres de Juárez, a Marisela Escobedo y su hija Marisol, a Mariana Lima y más cerca de nosotros, a Lady Magaly la niña de seis años violada y asesinada cuando pasaba sus vacaciones con su abuelita en Cuernavaca, en la Colonia Carolina.

Quien podría cometer una monstruosidad como la agresión a Magaly en Cuernavaca, sino es alguien que se sabe cobijado por un sistema donde hay una impunidad rampante, un sistema que carece de medidas de protección para las mujeres víctimas de violencia, un sistema que pese a que existen patrones determinados de violencia de género no previene la prevalencia de  estos crímenes, que no da respuestas ni una debida diligencia en las denuncias por violencia, desaparición o asesinato de las mujeres, un sistema que deniega la justicia y que mucho menos realiza acciones de reparación.

La agresión a Magaly ocurrió en una zona de la Ciudad en la que es más evidente que en otros espacios la colusión entre criminales y autoridades, donde hay patrones de violencia que mantienen en vilo a la población que ahí habita, un espacio en el que, por ejemplo, cuando ocurren actos de violencia, las patrullas y las ambulancias del Semefo, acuden sin encender sirenas ni luces para no alarmar a la población o tal vez por atender alguna orden dada por no sé quién.

En ninguna parte del mundo la conquista de los derechos se ha logrado sin una dosis de violencia, sobre todo porque cuando se impulsan movimientos que buscan transformar el estado de las cosas se provocan cismas en las que hay mucha resistencia y sale perdiendo de manera inmediata quien lucha desde fuera del poder.

Reconozcamos que la lucha contra la violencia machista tiene un nuevo rostro y también nuevos actores y nuevas tácticas y estrategias. Ponderemos el valor de los bienes de la nación frente al valor del bien más preciado de una sociedad, que es la vida y la dignidad de las personas. Discutamos sobre la necesidad de parar la violencia contra las mujeres en todas sus expresiones e iniciemos como Rosa Parks, un gran movimiento que ponga fin a una historia de violencia e impunidad enraizada hasta le médula de nuestra sociedad.

Este es el momento histórico. Nunca más casos como el de Mariana Lima, como el de las mujeres de Juárez, como el de Marisela Escobedo… como el Lady Magaly quien el próximo lunes debería tener su primer día de clases, cumplir sus sueños, jugar, estudiar, enamorarse, vivir.