Árbol inmóvil-Congreso antagónico

En opinión de Juan Lagunas

Árbol inmóvil-Congreso antagónico

Para los parlamentarios nada es estéril. Incluso, lo evidentemente irrisorio, como su antagonismo intestino, es una forma de “avance”. Falso. La evolución se mide en función del cumplimiento de las necesidades de la ciudadanía. En “Guillermo Gándara” no ocurre así. La vida, en ese inmueble, es al revés: es una especie de escenario de lo absurdo, donde se representan obras teatrales funestas. 

            El bloque dominante maquinaó una contorsión ilegal: admitir 13 votos como mayoría calificada, para, a partir de aquí, consensuar los atrasos; sobremanera, los temas que tienen que ver con los beneficios individuales (aunque en el discurso manifiesto -el hipócrita- digan lo contrario).

            Abusaron de los principios de “autodeterminación” y “configuración” legislativos. La Suprema Corte de Justicia de la Nación, ante eso, no se inmiscuye. Bajo esa andanada, la aprobación del paquete económico (dispendioso) será como sustraerle un condumio a un párvulo. Y se dará curso a otros tópicos también: los órganos internos de control, los titulares de la Entidad Superior de Auditoría y Fiscalización, el Instituto Morelense de Información Pública y Estadística…

En contraste, el grupo de parlamentarias disidentes se quedará en el desierto indefenso de la melancolía (hasta el final de este ciclo parlamentario). Sus integrantes lo sabían. Apostaron por la ruptura, no por el contrapeso. ¿Qué se les podía pedir, cuando han sido improductivas, hasta este instante? Sólo se encajan en un ecosistema: la violencia de género. Todo es belicismo en el Congreso, según. Hasta el dialecto gestual causa daños: me miras “feo”.

            La compresión impulsa restos mortales hacia el aire: la cesión de culpas. Tania Valentina contra la Mesa Directiva; ésta prevé, a través de Alfonso Sotelo, pulverizar cualquier indicio que emerja de la insurgencia minoritaria.

            Las biabas (como golpes, no como consumo de estupefacientes) se traducen en parálisis; ésta en declaraciones repetitivas y falsas (ante los medios de información) y, al final, se impone la supremacía de la irregularidad, en donde desemboca la escoria de los 20 diputados.

            Desde la dupla PES y Morena se va a estructurar la agenda ulterior. Ergo, el primer bastonazo será la nueva conformación de las comisiones; es decir, el ostracismo de algunas constituyentes del Frente. Ambas fuerzas políticas concluirán los quehaceres (banales, hasta este instante) de cara al 2021, cuando se dé el castigo proveniente del veredicto ciudadano; sobremanera, en contra del partido que fundó López Obrador. La democracia es así: kakistocrática.    

 

ESCLAVITUD

Las corazonadas (o el anatema temperamento) simbolizan un vínculo con la sumisión. La ergástula osteológica lo es per se. Así lo constata José Gorostiza: “Harto de mí; sitiado en mi epidermis”. Como si en el plenilunio (la noche desértica) la muerte se alojara en el alma. No lo sé…

            La inexistencia es “grande”, dice Rilke. Caminamos sin divisar nada en la tierra. Cada instante es un dominio de la marejada, que “te tira del corazón”, de acuerdo a Rafael Alberti.

 

ZALEMAS

            Si la ansiedad no logra disiparse, el derredor es un estado de contrariedad. Se sale de control. La pugna desnivela el cariño y las consideraciones hacia los demás. Un momento es fatal. La vida se extingue cuando la desmemoria entra en obscuridad. Blas Otero lo dice, en “Digo vivir”:

 

Porque vivir se ha puesto al rojo vivo.

(Siempre la sangre, oh Dios, fue colorada.)

Digo vivir, vivir como si nada

hubiese de quedar de lo que escribo.

 

            Ante la angustia de la desolación; la amargura del desamparo, viene la escritura: el poema y su insondable momento perpetuo (silencioso, como una mañana en la tierra de la nada). Otero continúa:

 

Porque escribir es viento fugitivo,

y publicar, columna arrinconada.

Digo vivir, vivir a pulso, airada-

mente morir, citar desde el estribo.

 

            La palabra que se hacina al viento de los vértices de la página seca (y en blanco) es un instante de tinta... Que enfrenta humedad, moho, desprecio… Olvido…

 

Vuelvo a la vida con mi muerte al hombro,

abominando cuanto he escrito: escombro

del hombre aquel que fui cuando callaba.

 

            Retorno hacia lo primigenio. Al principio: la entropía. ¿Seguir? Retornar a la cadencia, que es fe (no esperanza del mundo). El problema persistente del hombre es la terquedad: el divisar los resultados de la superficialidad en la materia taxativa.

 

Ahora vuelvo a mi ser, torno a mi obra

más inmortal: aquella fiesta brava

del vivir y el morir. Lo demás sobra.

 

            Así es. Lo demás sobra. Lo de acá es vano. (Hasta el próximo jueves; a menos que el Ungido disponga otra cosa).