22 y contando!
En opinión de Mirna Zavala
2021 comenzó con la confusión que causaba el recién aparecido coronavirus, con el debate sobre si era o no mortal y toda una serie de información relevante hasta que finalmente fue declarada pandemia y los consecuentes anuncios de asilamientos (“encierros”) que ya todos conocemos con el temor ciudadano. Después de un año, 2022 comienza de lleno con una cuarta ola de contagios y la presencia de la cepa ómicron (decimoquinta letra del alfabeto griego) pero con una sensible disminución respecto del temor a contagiarse. De hecho, nos encontramos de lleno en la normalidad de la vida cotidiana toda vez que no se imponen restricciones en función de la semaforización oficial.
Mucho se anunció que, derivado de las fiestas navideñas y de fin de año, se provocaría una nueva ola de contagios dada la gran movilidad social registrada y el regreso al contacto cercano y físico que no tuvimos el 2020. La población se las ha arreglado como puede con la enfermedad y una gran mayoría toma en cuenta y en serio los cuidados que le ayudan a evitar el contagio. No encontramos, pues, frente a una normalización de la vida cotidiana en todos los sectores de la sociedad entendiendo que está presente un mortal virus mutante que pone en vilo la salud y la vida misma de las personas y que estas se resisten a convertirse en rehenes de tan inclemente enfermedad, sea por necesidad de sobrevivencia o continuar con la vida misma. Es común escuchar con dejo de melancolía: “de algo se tuno que morir”, “hay que seguir adelante”, “no puede uno seguir encerrado” y muchas más que exponen con realidad y crudeza la aspiración de superar la crisis sanitaria que traemos encima, y no es para menos. Quizá sea el sector educativo básico el que genera mayor preocupación no solo por tratarse de niños y niñas a quienes la sensibilidad general mira como un sector muy muy vulnerable, de ahí las reservas sobre el regreso a clases presenciales.
Si consideramos que la mitad de la población vive en pobreza (incluyendo los tres grados registrados por el coneval) y otro porcentaje más siendo de clase media no lo es sino aquella que lucha día a día para salir adelante, (pero que no es “pudiente” como podría decirse) se comprende la serie de comportamientos sociales tan contradictorios que se registran en medios de comunicación y redes sociales. No omito decir que si a ello le sumamos la falta de agua en muchas poblaciones de las ciudades van sumándose factores que siendo estructurales no abonan como se desearía para generalizar los comportamientos de prevención personal y colectiva. ¿Como no comprender las aspiraciones de realización que anidan en prácticamente todos los seres humanos aun en medio de la pandemia? ¿Cómo juzgar que sean inconvenientes o deban ser retardadas? ¿Y qué hacer, coartarles, detenerles, desanimarles? Nada sencillo para resolver, como podemos ver.
Estos hechos, ponen de manifiesto la gran complejidad de las urbes (sean grandes, medianas o pequeñas) principalmente para su gobernación en cualquiera de los asuntos públicos, de ahí la necesidad de ampliar las estrategias de solidaridad entre las personas como una de las conductas más propicias para el mejoramiento humano. En esta estrategia estaré sumando lo más posible. Ello aunado al nunca suficiente llamamiento a observar las medidas de prevención, sobre todo en momentos como el actual de movilidad significativa. ¡¡Todos a cuidarnos con mayor intensidad!!