Serpientes y escaleras - La visita de AMLO

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - La visita de AMLO

Decían que ya no quería al gobernador de Morelos… pero lo sigue queriendo.

 

La visita de AMLO

La semana pasada antes de la enésima visita del presidente de México a Morelos, varios personajes de la vida pública advirtieron que esta gira sería diferente, que en esta ocasión AMLO marcaría distancia con Cuauhtémoc Blanco y dejaría claro que el futbolista había perdido su apoyo y simpatía. “No pondrá en riesgo su bagaje social por rufianes corruptos” escribió en redes sociales el exasesor contra la corrupción Gerardo Becerra. El viernes pasado Andrés Manuel López Obrador estuvo en Cuernavaca y lo primero que dijo fue que apoyaba, respaldaba y confiaba en el gobernador.

Para entender la situación política que enmarca el ambiente social en Morelos habría que recordar cómo se mueven los hilos de poder en este país; muchas veces he escuchado a figuras que presumen experiencia política y capacidad de análisis hacer vaticinios sobre lo que ocurrirá, pero cometen un error clave en su razonamiento: anteponen su sentimiento personal a la praxis del poder. Explico:

El sexenio de Jorge Carrillo Olea fue sumamente convulsionado en lo social porque fue en esa época cuando los secuestros azotaron a la sociedad morelense; en ese periodo Morelos perdió su tranquilidad característica y la paz que hacía de esta tierra un paraíso envidiable en todo el mundo.

En esos años el gobernador decidió hacer oídos sordos al reclamo social, hizo a un lado las voces discordantes y se colocó en una zona de confort donde la única verdad era la suya. El general impuso su estilo de ejercer el poder, dejó de lado la política, la conciliación, la tolerancia e implementó la ley del garrote: todos aquellos que se quejaban o que criticaban a su gobierno eran perseguidos o encarcelados.

Carrillo Olea perdió rápidamente la simpatía social que lo impulsó a ganar la gubernatura con muchos más votos que cualquier candidato morelense hasta ese momento; el mal manejo de su comunicación, la nula relación con los partidos de oposición y su alejamiento de los grupos sociales y organizaciones ciudadanas lo volvió un sujeto ajeno al estado, despreciado por muchos y sin mayor respaldo que el de sus colaboradores.

A pesar de ello la caída del general no se debió a los múltiples conflictos que se vivieron durante su administración, ni al mal ejercicio de la política y la comunicación; el elemento que hizo fracasar a su gobierno y que lo obligó a presentar su renuncia al cargo fue el presidente Ernesto Zedillo, con quien históricamente tuvo una mala relación. Obvio: todo lo acontecido en el estado generó las condiciones para que el ejecutivo federal decidiera que el gobernador no terminaría su periodo.

Traigo lo anterior a colación para contextualizar lo que ha pasado en Morelos desde hace varios años. Después de la caída de Jorge Carrillo Olea los siguientes gobernadores, incluyendo a Cuauhtémoc Blanco, la han pasado muy mal, ninguno ha podido evadir problemas ni ha estado libre de escándalos; de hecho, visto a la distancia, lo ocurrido en las administraciones de Sergio Estrada, Marco Adame, Graco Ramírez y Cuauhtémoc Blanco ha sido más grave que lo sucedido en el sexenio del general, la diferencia es que en todos los casos posteriores el presidente intervino a favor de los gobernadores.

“Ahí están las señales de que Cuauhtémoc Blanco ya se va… son muy claras” me decía hace algún tiempo el todavía funcionario Becerra; lo mismo opinan algunos actores políticos y reporteros: “Después del escándalo de las fotografías el presidente se ha distanciado del gobernador y ya no lo va a ayudar”.

En política cada uno decide lo que quiere ver: en Morelos vivimos momentos complejos en materia de inseguridad, agravados con la escandalosa difusión de fotografías del gobernador flanqueado por personajes de la delincuencia organizada y convulsionados porque no hay trabajo político institucional que ayuda a anticipar conflictos y a tender puentes de diálogo y comunicación con los distintos sectores de la sociedad.

El punto es que en México prevalece la política de hace treinta años: nada se mueve si el presidente no lo autoriza y la suerte de los gobernantes y de los actores principales de la vida pública del país la decide una sola persona. Todo lo que suceda alrededor, por grave, escandaloso, ilegal o delicado que sea, queda en segundo plano. Lo primero es el sentir del ejecutivo federal y él tiene sus propios datos.

En la pasada visita a Morelos Andrés Manuel López Obrador fue muy claro en sus expresiones: el gobernador de Morelos tiene toda nuestra confianza y nuestro apoyo, no esta solo, el gobierno federal lo respalda ante los embates de los grupos delincuenciales y de poder que han visto trastocados sus intereses por la lucha contra la corrupción que se está dando. Traducción presidencial: Cuauhtémoc Blanco es el bueno y todos los que lo atacan son malos.

La hipótesis de que el presidente de México se había distanciado del gobernador de Morelos resultó equivocada; obvio: si Andrés Manuel López Obrador no quisiera ser visto al lado de Cuauhtémoc Blanco simplemente no vendría de gira a Morelos, ni lo invitaría a su conferencia mañanera para que hablara.

Frente al mal trabajo político que ha hecho este régimen a lo largo de tres años existe también una muy pobre capacidad de análisis y operación política enfrente; quienes se oponen al gobierno estatal no han sabido articular sus acciones, ni han podido unificarse para formar un frente común. Incluso en materia de opinión las reflexiones se hacen a partir de un sentimiento personal y no de una circunstancia política que rebasa al estado de Morelos y a todos sus actores de poder, incluyendo al jefe del ejecutivo.

A nadie le queda duda que la situación en Morelos es compleja: la delincuencia sigue presente en todo el territorio, la capacidad de respuesta del estado es superada cotidianamente por los grupos criminales y el gobierno estatal se ha convertido en una isla, alejada de la sociedad y de los actores de poder. El punto es que este hecho no es exclusivo de Morelos, está presente en todos los estados del país y tristemente, aunque veamos cosas muy malas que ocurren en nuestra tierra, comparado con otros estados, incluyendo la capital, la tierra de Zapata no está tan mal.

Morelos vive un momento complicado en todos los sentidos y ello se refleja en el nivel tan bajo que tiene hoy la política y el ejercicio de poder. Al gobernador le basta y le sobra el apoyo del presidente, a partir de ahí mantiene una política distante con la sociedad morelense y supone que ello es suficiente para llegar sin problemas al final de su mandato. La simpatía presidencial está por encima de cualquier acto de presión en contra de su gobierno, ese manto de poder lo protege de cualquier ataque y nada se moverá ni en lo político ni en lo jurídico mientras el presidente así lo decida.

Lo que debe tomar en cuenta el gobernador es que esta circunstancia podría cambiar en cualquier momento porque el único punto que sostiene su relación con el presidente es la simpatía personal que el mandatario federal le guarda; en esta segunda mitad del sexenio el propio Andrés Manuel López Obrador vivirá un escenario distinto, cada vez más difícil y con enemigos que toman fuerza conforme el ciclo de gobierno se acaba. Es importante observar esto porque a partir de ahí podrían cambiar las cosas.

Los adversarios y enemigos locales del régimen no preocupan a Cuauhtémoc Blanco porque sus acciones no pasan de la crítica en redes sociales, ni de los escenarios que solo ellos imaginan en sus mentes obnubiladas. Hablan mucho y cuestionan en redes sociales, pero hasta ahora han sido incapaces de unirse para actuar en bloque.

El día que la oposición algo más que quejarse y criticar en Facebook, la suerte del gobernador cambiará.

  • posdata

Algunos miembros del congreso local como el diputado Julio César Solís apuestan por la confrontación directa con el gobernador; contrario a lo que otras figuras parlamentarias como Francisco Sánchez, quien ha asumido un papel más institucional y prudente, el representante de Movimiento Ciudadano intenta mantener elevado el tono del discurso parlamentario contra el gobernador para atraer reflectores, sobre todo avivando temas de inseguridad y violencia.

El camino del representante naranja es equivocado porque en un enfrentamiento directo los más perjudicados son los diputados; recordemos que el bloque conformado por Acción Nacional, PRI, Nueva Alianza y Movimiento Ciudadano fueron los que declararon la guerra al ejecutivo con el presupuesto y al hacerlo perjudicaron a todos los ayuntamientos, al poder judicial, a la universidad y a muchas dependencias y organismos que ya contaban con recursos extras para el ejercicio fiscal 2022. La estrategia fue equivocada y el costo social y político que pagaron fue muy alto.

Tampoco hay mucho de que sorprenderse: Julio César Solís nunca ha sido un actor político relevante, es presidente de un partido porque Jaime Álvarez así lo quiso y desde ahí nada ha hecho para fortalecer a Movimiento Ciudadano. Incluso si lo vemos desde un ángulo personal, fue él quien estuvo detrás de los movimientos ilegales de su esposa Karina Arteaga, cuando falsificó documentos para ser designada consejera electoral y luego volvió a falsificar expedientes para obtener ilegalmente una jubilación dorada. En ambos casos los cacharon.

Habría que entender algo: que algunos diputados sigan y confíen en Agustín Alonso, en Francisco Sánchez, en Luz Dary Quevedo y en Alberto Sánchez no tiene nada de extraño: los cuatro son políticos exitosos en sus municipios, con carrera política y logros a la vista. ¿Qué ha hecho Julio César Solís en su vida profesional o política que sea digno de encomio?

En la actual legislatura hay varios actores que podrían trascender y mantenerse vigentes en la vida política, pero para que eso suceda es imperante que el poder legislativo se estabilice y lo que se escuche del congreso sea positivo, no escándalos.

Obvio: hay quienes ni así trascenderán. Uno de ellos es Julio César Solís. Otra es Andrea Gordillo.

  • nota

A propósito de diputados…

¿Por qué dejó la coordinación del grupo parlamentario del PRI Alberto Sánchez, el único diputado tricolor que ganó en las urnas y a quien ese partido le debe mantener su registro en Morelos?

El Partido Revolucionario Institucional vive momentos aciagos en la tierra de Zapata, la expulsión de las Maricelas parecía una señal positiva para la militancia, pero en lugar de ellas se quedaron una runfla de priístas de escritorio que tomaron por asalto la institución y la pusieron al servicio de sus intereses carnales.

Lo malo del PRI en Morelos comienza con su dirigencia. Jonathan Márquez lleva lo godín en el apellido.

  • post it

Por cierto, dice un importante miembro de la iglesia católica de Morelos que quien organizó la reunión del gobernador con aquellos tristemente célebres personajes que aparecen a su lado en una fotografía fue el entonces tesorero de Cuernavaca Alejandro Villarreal Gasca. “Fue en el 2016 en la casa parroquial de Yautepec, no estuvo Juan (Alvarado) porque estaba en misa; Alejandro (Villarreal) la organizó, convocó y convenció a Cuauhtémoc (Blanco), quien entonces era alcalde de Cuernavaca, de que asistiera. No tenía (Cuauhtémoc) idea de con quien se estaba sentando, pero Villarreal sí sabía”.

¿Será?

  • redes sociales

¿Qué pensarán ahora quienes la semana pasada ensalzaban las virtudes políticas y el bagaje social del presidente Andrés Manuel López Obrador porque asumían que venía a Morelos a jalarle las orejas al gobernador Cuauhtémoc Blanco?

“No pondrá en riesgo su altísimo bagaje social en Morelos”

¿Pues qué creen? ¡Si lo puso!

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