Serpientes y escaleras - Estructura comprada

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Estructura comprada

Malos no son quienes venden estructuras, torpes son quienes las compran

 

Estructura comprada

La compraventa de estructuras electorales se ha vuelto algo común desde hace muchos años; cada tres y seis años aparecen en el mercado político los mismos personajes que ofrecen sus servicios a los candidatos: les venden la idea de que manejan a cientos o miles de personas, que tienen control sobre colonias enteras y son capaces de ganar elecciones. Todo, obviamente, a cambio de dinero.

El control de gente a través de las llamadas estructuras políticas se logra de dos maneras: con estructuras propias y con estructuras rentadas. Las primeras son más confiables, pero no por ello infalibles, porque en el mejor de los casos son regionales; las segundas casi siempre son de papel, están infladas y solo sirven para que quienes las promueven saquen dinero a los candidatos.

Historias sobre cómo funcionan estos mecanismos hay muchas y casi todas con el mismo resultado; en el viejo PRI existen muchos actores que históricamente han presumido estructuras, que muestran listados infinitos y padrones que incluyen las credenciales de elector de cientos o miles de personas.

Figuras como las Maricelas (Sánchez y Velázquez), Matías Nazario, Manuel Martínez y Amado Orihuela presumieron por años su estructura, eran “miles” de personas las que, según ellos, promovían constantemente y con quienes tenían, aseguraban, un compromiso inquebrantable. “Usted díganos por quien votamos y lo hacemos” era la frase que todos por separado repetían a sus interlocutores.

Poco a poco la fama de las estructuras ha venido a menos por su evidente ineficacia y la prostitución en la que han caído esos supuestos líderes. Millones de pesos se han tirado en distintas campañas y el resultado fue desastroso. “Todos nuestros promovidos terminaron votando por Cuauhtémoc” me dijo en alguna ocasión Francisco Santillán tras la derrota de Maricela Velázquez en la elección de Cuernavaca.

De un tiempo para acá las estructuras electorales se han convertido en un jugoso negocio para personajes que se presentan como líderes y convencen a partidos y candidatos de que les den dinero para promocionar gente y acarrearles votos. Un ejemplo de ello es Romualdo Salgado.

En el 2018 Rodrigo Gayosso construyó una enorme estructura electoral a partir del acuerdo de muchas personas que, como Romualdo Salgado, Maricela Velázquez, Paco Santillán, Julio Espín, Tania Valentina, Amado Orihuela, Jorge Meade… todos le ofrecieron gente a cambio de dinero. El Gallo Gayosso desembolsó millones de pesos en operadores de todo el estado, gente que le ofrecía listas de afiliados y le prometían votos. “Cada quince días hago auditoría a las estructuras para confirmar la promoción que se hace y validar que están con nosotros. ¡Con la mitad de nuestros promovidos ganamos!” presumía orgulloso el entonces candidato de Graco.

El perredista no fue el único que ha caído en ese tipo de engaños; otro replicó la misma estrategia, con los mismos líderes y un mecanismo similar fue el candidato de Morena en Cuernavaca Jorge Argüelles Victorero. El diputado del PES abrió la cartera y de inmediato aparecieron decenas de líderes que le ofrecían estructuras a cambio de dinero en efectivo, mucho dinero en efectivo.

La forma de operar de Argüelles Victorero fue a través de dos personajes que, decía, eran expertos en campaña y manejo de estructura: Vladimir Ramos y Fernando Charleston. El primero era su mano derecha, su asesor, consultor, amigo y gurú, sus ojos y su voz en el proceso electoral y el encargado de diseñar la campaña, la estrategia y la agenda del candidato. El segundo llegó desde PRI presumiendo que era experto en estructuras, que conocía a la gente de Cuernavaca, que podía mover a los liderazgos y trazar una ruta ganadora infalible. Ambos fallaron.

Contratar estructuras se ha vuelto común en Morelos, sobre todo luego de que los partidos se quedaron sin liderazgos y las fronteras ideológicas desaparecieron. La falta de representatividad social o presencia en tierra se trata de sustituir con equipos rentados que casi siempre resultan falsos, inservibles y sumamente costosos. Un dato más: entre más grande es la candidatura (en término de votos necesarios para ganar), más ineficaz y cara se vuelve la estructura.

De cara al proceso electoral del 2024 los aspirantes a los diferentes puestos de elección popular y los estrategas de los partidos deberían ser muy cuidadosos con este tema, porque incluso las estructuras que les ofrecen los alcaldes en funciones pueden ser ficticias o estar sujetas a quien encabece el proyecto electoral. Explico:

Convocar gente a eventos o para llenar plazas es sencillo, ahí el dinero y los apoyos sí funcionan porque la gente está a la vista y quienes aceptan un pago por acudir a este tipo de convocatorias no se preocupan por el contenido de las propuestas o del personaje al que les toque aplaudir. Es simplemente un pago por evento.

Obtener el voto de estas personas en el proceso electoral es mucho más complicado porque no hay manera de saber por quién vota la gente; una y otra vez los estrategas de campaña han diseñado mecanismos para amarrar el voto, pero el ciudadano siempre va un paso adelante y se las ingenia para engañar a quienes los contratan. Obvio: se trata de un acuerdo secreto, en donde ambas partes saben que se trata de un pacto ilegal y como tal no hay manera de que se aplique una sanción. ¿Cómo pueden castigar alguien por no vender su voto?

Revisado esto hay que observar lo que está sucediendo en Morena: la corriente afín al gobernador se apoderó del partido, pero lo hizo con personas ajenas a la 4T; la forma como se diseñó el proceso de elección de consejeros a nivel nacional permitió la incorporación de nuevos militantes y entonces quien acarreó más gente pudo conseguir más consejeros y por ende la dirigencia. El punto es que ganaron sin ganar, es decir, se quedaron con el cascarón del partido, pero no con la militancia ni con los simpatizantes.

Lo que están haciendo los estrategas políticos de Ulises Bravo es exactamente lo mismo que hace seis años hizo Rodrigo Gayosso, incluyendo la suma de alcaldes, diputados y estructura de gobierno. El perredista también tuvo un partido a sus pies y una dirigencia nacional que lo dejó hacer lo que quiso, pero cayó en su propia trampa y en los engaños de quienes le prometían estructura a cambio de dinero.

De cara al 2024 Bravo Molina necesita actuar con prudencia, con inteligencia y con humildad. El poder que le confiere su hermano es importante, pero perecedero. Para que Morena se fortalezca y el proyecto que esa corriente impulsa se consolide, es indispensable que el morenismo no se divida y el obradorismo local los arrope.

Entender esta situación no es sencillo porque alrededor de la cabeza siempre aparecen personajes decididos a aplaudirle todo y alejarlo de la realidad. El reto de Morena, de Ulises Bravo y de quien sea el próximo candidato de la 4T en Morelos es hacer las cosas diferentes a lo que se ha hecho en el pasado, porque esos mecanismos nunca han funcionado.

Y no funcionará en el 2024.

·         posdata

A finales del año pasado se rumoró que el gobernador de Morelos Cuauhtémoc Blanco Bravo competiría por la jefatura de gobierno de la Ciudad de México; la historia, inverosímil para algunos, cobró fuerza cuando el futbolista fue invitado por Claudia Sheinbaum a inaugurar el Cablebus y luego a otras actividades de corte político en la capital del país.

Localmente algunos de los colaboradores cercanos del ejecutivo afirmaban que la candidatura estaba planchada con el presidente y que sería a mediados del 2023 cuando Blanco Bravo pediría licencia al cargo para ir en busca de los votos metropolitanos. “Morena requiere de la fuerza de Cuau para ganar la capital y no hay nadie mejor posicionado que él” presumían emocionados algunos cuauhtemistas.

La hipótesis de que el mandatario morelense disputaría la jefatura de gobierno capitalina bajo las siglas de Morena perdió fuerza cuando al iniciar el 2022 se difundieron fotos del gobernador al lado de presuntos líderes de la delincuencia; “ya lo bajaron” afirmaban entonces los críticos del futbolista, como si este tipo de decisiones, a favor o en contra, se tomaran con tanto tiempo de anticipación y se hicieran públicas tan a la ligera como la comentan.

Tomando en cuenta la manera como ha actuado Morena en los procesos electorales, lo primero que hay que considerar es que en el relevo en la Ciudad de México una voz importante es la de Claudia Sheinbaum; sin menospreciar la influencia que tenga el presidente López Obrador, el espacio corresponde a la jefa de gobierno y alrededor de ella hay distintos personajes afines a su proyecto que gozan de su simpatía. Es lo mismo que en Morelos: Cuauhtémoc Blanco no será quien defina a su sucesor, pero si influye y puede ejercer su derecho de veto.

Hace algunas semanas se mencionó al secretario de seguridad de la capital Omar García Harfuch como un posible candidato a la gubernatura de Morelos en el 2024; incluso en una encuesta patito se colocó al policía unos puntos abajo de Rabindranath Salazar en cuanto a preferencia electoral se refiere. Pero en entrevista con El País García Harfuch se descartó como un aspirante a gobernar la Ciudad de México “o cualquier estado de la república” porque lo suyo, dijo, es la seguridad pública.

Los rumores en política son comunes y a veces llevan jiribilla; cuando Cuauhtémoc Blanco reconoció que sí estaba interesado en volver a competir y que su destino estaba en la Ciudad de México muchos lo tomaron como un autodestape, cosa que a la jefa de gobierno no le cayó en gracia, de ahí que de un tiempo a la fecha ha marcado distancia con su símil morelense. La mención del jefe policiaco es parte del mismo juego: incluir un nombre más a la contienda estatal para generar rumores y meter presión en un estado donde el nuevo mandamás del partido es el gobernador.

Aunque dice que no es político y evidentemente no le gusta la política, Cuauhtémoc Blanco debe ser cuidadoso de los movimientos políticos que haga de cara a la sucesión; Andrés Manuel López Obrador es su amigo y lo apoya, pero el presidente ha comenzado a perder fuerza y los intereses políticos dentro de Morena son fuertes y los representan actores políticos muy poderosos en el centro del país.

Obvio: quien gane la jefatura de gobierno de la Ciudad de México en el 2024 es un candidato natural a la presidencia de la república en el 2030.

·         nota

Denuncian que la exesposa, la actual pareja, el hermano y el primo del regidor panista Fernando Carrillo están en la nómina del ayuntamiento de Cuernavaca.

Lo bueno es que la comuna está en crisis.

·         post it

Grave, muy grave la situación de inseguridad en Cuautla. Nada de eso despeina al alcalde Arredondo.

Obvio: no tiene cabello.

·         redes sociales

¿Qué tal Alejandro Mojica como candidato de Morena en Cuernavaca en el 2024?

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