Juego de Manos - Memoria histórica o historia a conveniencia
En opinión de Diego Pacheco
La delgada línea entre la memoria y la glorificación. El alcalde morenista de Badiraguato, Sinaloa, José Paz López Elenes, propuso en días recientes la creación de un museo enfocado en el narcotráfico en su municipio. De acuerdo con sus argumentos este obedece a la presencia histórica que han tenido esos grupos de delincuencia organizada en el poblado, que a su vez ha sido cuna de figuras llamativas de ese sector. En paralelo, el gobernador sinaloense Rubén Rocha se posicionó en contra de la propuesta a través de su cuenta de Twitter.
Tiempo posterior a la polémica generada por esta idea el edil se desdijo señalando que lo que él trató de decir es que existía la posibilidad de incluir al narcotráfico dentro de una sala cultural, en un museo que cuenta con espacio para exposiciones temporales. Ahora, para este tema en particular, hace falta alejar la vista algunos miles de kilómetros, para contextualizar y tener un mayor entendimiento de la trascendencia de la propuesta inicial.
Ojo, a manera de paréntesis, en México ya existe un museo dedicado al narcotráfico, situado en la capital del país; sin embargo este cuenta con la particularidad de que no está abierto al público en general, su acceso está permitido únicamente para fuerzas armadas y agentes relacionados con la temática, a manera de que este espacio sea de uso estrictamente educativo.
Ahora bien, sobre la propuesta en el municipio sinaloense vale la pena observar el caso colombiano que, a partir de contexto histórico y cultural, podría ser el más acercado con nuestra realidad presente. El narco colombiano fue, en algún momento, una problemática nacional insostenible. Hoy esta se mantiene como uno de los problemas que enfrenta la nación al sur de nuestro país, pero, afortunadamente con menores índices de violencia. De esa nación, podemos observar al Cartel de Medellín y a su dirigente Pablo Escobar, como los más reconocidos a nivel internacional. Hoy su centro de operaciones funciona como zoológico y su historia se cuenta a través de museos, productos culturales (nacionales e internacionales) y anécdotas de las personas con antecedentes o que presenciaron sus actividades.
A pesar del recordatorio oficial de esta historia la narrativa en torno a estos grupos delincuenciales, así como su asociación con la cultura y la nación colombiana son temas no agradables para su población. No podemos perder de vista que las cifras, fotografías y vestigios de sus atrocidades fueron en algún momento personas, lugares y acciones reales. Tan reales como las víctimas pasadas, presentes y futuras.
Este fenómeno de incomodidad poblacional se replica en otros espacios del mundo. Si nos remitimos a la historia colonial tenemos museos de la inquisición, de la conquista y la esclavitud. Del siglo pasado los campos de concentración y los remanentes históricos de la Segunda Guerra Mundial son recuerdos poco agradables para las generaciones que surgen de víctimas y victimarios.
En ese sentido, no podemos dejar fuera el contexto en el que se pretende llevar a cabo esta acción. Valdría la pena analizar si este producto turístico sería la de mayor interés, económico y cultural para la población del municipio. Recordemos que hace un par de semanas se escribía en diferentes espacios, incluido este, sobre la ola de violencia que se suscitaba al norte del país, llegando incluso a impactar a escuelas de educación básica, una de las cuales tomo la determinación de realizar un simulacro de tiroteo para preparar a su estudiantado en caso de que ocurriera una tragedia de esta naturaleza.
El llamado turismo negro, enfocado en capítulos trágicos de la historia, tiene sus ventajas y desventajas, y la temporalidad juega un papel clave para diferenciar entre la memoria histórica, como un ejercicio reflexivo para comprender el pasado para corregir el futuro, o el sesgo contextual que pueda confundir la glorificación con el aprendizaje. Contar una historia mientras ocurre no solo es poco práctico, sino da pie a errores, interpretaciones personales y su aprovechamiento por parte de las partes involucradas. La línea es delgada y difusa, pero necesaria de observar.
La propuesta fue derogada —por malentendido o por presión política— pero, siguiendo el hilo del resto de las naciones podemos inferir que en algún momento esta podrá ser considerada desde otra perspectiva y así la tragedia presente será objeto de observación pública en el futuro. El tiempo lamentablemente, no ha llegado. La emergencia continúa.
Por cierto
Hablando de productos culturales, habrás notado que las calles se están tapizando con publicidad del último lanzamiento de la franquicia Call of Duty: Modern Warfare II. Este videojuego sitúa parte de su historia principal en suelo mexicano, donde se narra el enfrentamiento con el narcotráfico. Desde una mirada externa— y sin spoilers de por medio— es interesante observar la manera en que se incluye al país de manera visual y narrativa, donde se combinan calles pintorescas y altares con enfrentamientos entre fuerzas armadas y el crimen organizado.
La franquicia que narró basó su historia en eventos de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría o conflictos en Medio Oriente; hoy incluye en su repertorio la inseguridad en nuestro país y los enfrentamientos entre militares y grupos del crimen organizado. Evidentemente con una fuerte carga pro-estadounidense, pero ese es caso aparte.
Lo anterior, más allá de juicios de valor, es una muestra de cómo la inseguridad en el país es un tema de agenda internacional que llama la atención de los países de la región. Así como nuestros vecinos del norte miran de cerca estas actividades y sostienen reuniones al respecto con autoridades de alto nivel en México, al sur se da a conocer que los cárteles mexicanos están asentándose en otras nacionales latinoamericanas. La percepción y la realidad avanzan de la mano.
¿Un CoD?: