Clamor indígena: representatividad genuina.

En opinión de Dagoberto Santos Trigo.

Clamor indígena: representatividad genuina.

Los grupos étnicos en México sobreviven bajo una tormenta de desamparo. Sobre todo, porque aún padecen las vejaciones de la herencia colonial: el racismo.

La clase política aprovecha las maquinaciones de su retórica maniquea para manipularlos.

            Nuestros pueblos originarios no tienen una voz concreta y auténtica que los represente en las altas tribunas de la nación, donde se debaten y consensuan las leyes.

Verbigracia, en periodos comiciales, los partidos se acercan a ellos (como husmeadores profesionales) sólo para ofrecerles discursos demagógicos, con tal de obtener el poder.

            Por tanto, es necesario:

 

ü  Refundar las instituciones, para dar fortaleza al Estado.

 

ü  Proscribir la segregación, con sanciones más tangibles y ortodoxas, fomentando una cultura de inclusión.

 

ü  Pugnar por una reforma electoral íntegra, para que la representación indígena emerja de sus propios sistemas normativos.

 

            Mientras no haya una posición integral y sistémica a favor de estos grupos, los intereses, la presión fáctica, el engaño recalcitrante y las perspectivas populistas continuarán DEVASTANDO la transición política, las relaciones sociales, la convivencia armónica, la coexistencia, el devenir de la economía y demás.

            Es perceptible que, cíclicamente, el objetivo de algunas fuerzas contendientes es preservar el dominio público y la hegemonía política. ¡Gran error! La democracia no significa abandono ni simulación.

            Al respecto, es preciso citar a Bovero: “la DEMOCRACIA es una forma de gobierno que puede hospedar una amplia gama de contenidos y de orientaciones políticas diferentes y alternativas entre sí”. Es decir, en términos pragmáticos, se trata de una atmósfera inequívoca, pasiva y dialéctica, que surge de la VOLUNTAD MULTITUDINARIA. 

            Tenemos un compromiso insoslayable hacia nuestras raíces: con cada mujer y hombre indígenas. La resistencia de éstos reside en la lucha incesante e incansable y, en gran medida, en los métodos para apuntalar su espíritu de preservación.

            Las ideologías partidistas no llenan (nunca lo han hecho) el vacío en que están las exigencias indígenas. En consecuencia, la sociedad organizada no puede quedarse con los brazos cruzados. La realidad es cruel: desprecio cotidiano. Inaceptable.

            Esa exclusión ha lacerado el rumbo democrático, puesto que no hay igualdad de oportunidades en México, lo cual pone en riesgo, además, la conservación de la identidad, lengua, cultura, cosmovisión y derechos políticos de las comunidades ancestrales.

De igual forma, están en peligro las posibilidades específicas de cohesión social, equidad y gobernabilidad del país.

            La noche avanza. El día fenece… LA INDIFERENCIA HACIA NUESTROS PUEBLOS ORIGINARIOS ES INSOSTENIBLE.

            El pensamiento del prócer Zapata está vigente: “Libertad, justicia y ley”.