Punto Kairo - La vida ¿nocturna? en Cuernavaca
En opinión de Juan Salvador Nambo
El repositorio de la UNAM tiene tesis que hablan de la vida nocturna de la Ciudad de México que es un tema periodístico recurrente. La tesis de Carlos Medica Caracheo y la de Carlos David Vargas Ocaña es un ejemplo claro de estos esfuerzos: La vida nocturna de la Ciudad de México: Centros nocturnos, cabarets y burdeles 1935-1945.
No pudimos encontrar algún trabajo similar para la Ciudad de Cuernavaca, pero es claro que es un tema que provoca bastante interés.
Los estudiantes de la FES Acatlán durante 1996, conceptualizaron los lugares de la vida nocturna: “Existen distintas formas de concebir la vida nocturna: por un lado, como el tiempo destinado a diversas actividades laborales; por otro, como el tiempo dedicado al ocio, a la diversión, la juerga o el placer. La vida nocturna puede ser producto del deseo sexual, momento de alcoholización, ruptura y deshinibición, reafirmación del machismo”.
Los autores citan a Carlos Monsivais: “El mito de la vida nocturna es el espejismo más profundo (inerradicable) de una ciudad/sociedad, que en la desvelada (la parranda) halla las mínimas y máximas aventuras que la ciudad consciente. La vida nocturna, esa inclusión en cabarets, cantinas, prostíbulos… es el rechazo febril y (obviamente) pasajero de la decencia y la respetabilidad”.
En Cuernavaca tenemos una vida nocturna casi nula. Quizá por el clima de inseguridad la vida es diurna, después del mediodía y antes de las 9 de la noche, cuando el transporte público deja de pasar en la ciudad. Dicha vida está regida por las botaneras.
De hecho, hay dos rutas de la botanera, el de Cuernavaca y el de Jiutepec, aunque bien podrían juntarse. Las botaneras son espacios únicos, aunque distintos. Desde los platillos que preparan, los shows que puedan presentarse o los tipos de bebidas que prefieren los comensales. Lo más común es preguntar por el consumo mínimo el cual incluye tres bebidas ya sea cervezas o refresco, pedirse un cubetazo de 10 cervezas es lo más conveniente y ya con eso se tiene acceso a los platillos: como entrada un caldo, seguido por tostadas de pata, carne tártara o ceviche, y al final una mojarra u otro plato fuerte.
En todo el estado hay diversos negocios a los que se les puede considerar botaneras, no bares ni cantinas, la especialidad son las botanas aunque también hay algún tipo de entretenimiento y meseras que la reparten o conviven con los presentes. Eso sí, es un lugar para adultos. No obstante, hoy en día bastantes jóvenes se dan cita para disfrutar de estos lugares.
Tan solo en el Centro de Cuernavaca hay varios que podrían considerarse históricos. Uno de ellos es la cantina la estrella, fundada en 1917, en sus inicios se dedicó solamente a la venta de bebidas, en la cual llegaban aquellos personajes cuyas emociones querían curar con una bebida amargosa; al observar que pasaban mucho tiempo tomando se empezó a ofrecer botanas. De hecho, en sus puertas se encuentra la cita del escritor Malcolm Lawry (1936): ¿Qué belleza se puede comparar a la de una cantina en las primeras horas de la mañana? (“La Estrella” 1917-2017”). No obstante, se pueden encontrar mejores lugares, la cuestión es buscarle.
En Jiutepec están las botaneras están en San Gaspar y en Tejalpa, en este último, pueblo tradicional del municipio, las botaneras están en las orillas. Ya no son considerados focos rojos como solía pasar antes, en parte a las estrategias de seguridad que ha tomado Jaime Mateos Sánchez, actual encargado de la Secretaría de Seguridad Pública, Tránsito y Vialidad de Jiutepec, en parte porque las personas han implementado acciones de autocuidado.
Además, poco a poco se han ido mejorando los servicios, especialmente con lo que a comida respecta. Una explosión de sabores, para quienes disfrutan de esta comida, y no estoy exagerando. En la particular lo que disfruto es de la carne tártara y puedes hacer un recorrido por el pueblo en búsqueda de más. Como reportero de nota roja, junto con otros colegas, incluso hubo ocasiones en las que trabajábamos en las botaneras sin mucha preocupación, en realidad son lugares tranquilos.
Sin embargo, el lector puede tener su propia opinión y compartir con un servidor. En aquella tesis de la UNAM se incluye un interesante testimonio sobre la juerga de Armando Jiménez, que podría demostrar lo interesante de esta vida:
“Cierta vez, mi maistro albañil, cuando yo era arquitecto… me hizo una lista de las actividades que había efectuado él con sus compañeros suyos el sábado anterior a partir de las dos de la tarde, luego de cobrar su raya:
Darse un duchazo en unos baños públicos (solamente ese día a la semana se bañaba); comer en una fonda (los sábados no llevaba itacate al trabajo); ir a la pulcata (dos litros del espumante para hacer la digestión); zambullirse en el cine “Teresa”, en San Juan de Letrán, casi enfrente de la plaza de las Viscaínas (un rato para ver la película y otro para una siestecita); ir al teatro “Apollo” (a fin de entrar en calor); seguir al “Club Verde” (para aumentar la presión de la caldera) y, finalmente, enredarse con una de tantas de enjambre de muchachonas que pululaban en los alrededores del cabaret.
-¿Y su familia? –Le pregunté- ¿Y el dinero de la raya?
La familia bien, gracias a Dios, y el dinero ya sabe pá qué sirve ¿O no? Por eso lo hacen redondo pá que ruede”.