Cuando sea demasiado tarde… - El de todos los años.
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
Pues ya se fue el 2022. Bueno vamos, le quedan dos semanas, pero lamentablemente tanto Nochebuena como Nochevieja caen en los siguientes fines de semana, por lo que podrán descansar de mí hasta el fin de semana de Reyes, que seguiré colocando argumentos de gran rigurosidad científica y análisis de gran rigurosidad opinativa en este medio. Por ahora no queda más que cerrar el año con el mensaje de todos los años, que desde que llegué al Regional hemos colocado por estos lares. No dejo de agradecerle a Eolo, Gerardo y toda la familia del periódico por esta oportunidad que ha permitido fortalecerme en este vicio de escribir lo que a veces me carambolea el frutilupi que habita entre mis orejas.
Este año que termina fue de grandes cierres. A mí me tocó hacer guardia en la Facultad desde agosto del año pasado, por lo que el regreso a la presencialidad no me afectó tanto. Sin embargo, cuando llegó la instrucción de regresar a 100% presencial en agosto de este año, descubrimos que ¡nadie quería! Todo el mundo andaba regado por el mundo y todos estaban muy acostumbrados a la actividad virtual. Culmina mi periodo como Coordinador Académico de la Maestría en Psicología en septiembre de este año, y fue un gran privilegio poder participar en la administración de la Dra. Norma Betanzos Díaz en la gran labor de mantener en pie a la Facultad contra pandemia y política. Se entregaron todos los programas acreditados y la comunidad asentada en edificios nuevos y creciendo. Aprendí en tres años lo que mucha gente no aprende en diez o veinte. Hubiera aceptado con gusto otros tres años de Coordinación, pero también recibo de muy buen gusto el no tener que aceptar otros tres años de Coordinación. Los siguientes años serán de escribir todo lo que no pude escribir este último, ¡ya casi termino mi novela! Será cortita pero casi estoy seguro de que tendrá una segunda parte, aunque ésta tiene ya que volar.
En el plano familiar y personal también hubo grandes cambios, aunque me disculparán que no riegue el tepache abiertamente en el periódico sobre tales menesteres. Vale la pena mencionarlo por no dejar de incluir a los interesados en estas menciones, como dice el buen Snoop Dogg: “if you don’t know, you won’t know!” Este año que cumplí 41 años ha sido una especie de preámbulo para el camino que llevarán los siguientes 40. Yo sé que es un exceso de vanidad afirmar que llegaré a los 80, pero bueno, alguien tiene que hacer reír al de allá abajo en estas fechas.
Por lo pronto no me queda más que agradecer a todos los que de una manera u otra han dejado huella en este andar que nos ha traído hasta aquí. He podido observar a algunas personas crecer en gran medida, y eso ha sido un gran privilegio, y por otro lado he podido dar testimonio al lado humano de lo verdaderamente humano, lo cual también ha sido en gran medida un honor. Estos años me han demostrado quiénes son los verdaderos amigos (casi nadie) y quiénes son los que sólo andan al pendiente de cómo beneficiarse de tu vida (casi todo el mundo) aunque sea nada más para intercambiar detalles de ella, así como los niños intercambian las estampitas. Muchas gracias a todos por considerarme un elemento importante en sus vidas, de una manera u otra ustedes son el motorcito que le da movimiento a esta experiencia llamada ser ser humano (si es que cumplo con el requisito).
Quiero agradecer a mis padres, quienes son los principales culpables de todo lo que ocurre en mi vida (así que cualquier queja, con ellos por favor), a mi novia Karlena (cuya mano se ha convertido en una línea de vida), a mis hermanos, a mis primos, a todos los que están conmigo y a los que ya no lo están también. Si piensan que los 40 anteriores estuvieron entretenidos, no deje usted de estar al pendiente de los siguientes 40, que no vamos a descansar hasta que Tom Brady (o alguien de mayor alcurnia) espete un “fucking” entre mi nombre de pila y mi apellido paterno.
Por lo demás, apreciado lector, y como siempre, si no tiene a qué salir, le ruego no lo haga. En lo personal ya no contesto el teléfono si no conozco el número, he encontrado que ya nadie me llama por teléfono que no sea para hacerme caer en algún tipo de fraude. Supongo que para el año que viene ya estaremos tocando los 100 muertos semanales por fierro o plomo, así que abrace fuertemente a los suyos y le deseo a todos una Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo.
Nos vemos el año que viene.