Punto Kairo - Feminicida en serie

En opinión de Juan Salvador Nambo

Punto Kairo - Feminicida en serie

Así fue llamado el joven detenido recientemente por el brutal asesinato de Evelyn “N”  en Cuautla, los detalles fueron dados por los medios de comunicación: este incidente es particular por el uso de las redes en el que el presunto homicida tenía hasta 20 perfiles distintos para atraer a sus víctimas, pudo llamar la atención de mujeres menores de 25 años y quizá incluso menores de edad de Morelos, Puebla y Veracruz, era un tipo del que nadie podría sospechar y, sin embargo, su maldad y odio hacia las féminas no tenía límites. Lo peor de todo, se puede tratar de una banda con operaciones en todo el país.

En los últimos años los medios de comunicación han identificado situaciones de violencia que afectan de manera directa o indirecta a la población del estado de Morelos: balaceras indiscriminadas en eventos públicos, incluidas fiestas de carnaval, secuestros incluso al interior de las escuelas, narcomantas, correos electrónicos de advertencia sobre ataques entre narcos o de fiestas o eventos que ellos organizan (ha ocurrido y ocurrió con el caso del señorón), jóvenes que se hacen pasar por sicarios para sentirse protegidos y, por supuesto, el reciente caso del asesino serial que ha conmocionado a todo el país.

Bajo estas condiciones, hay poca atención a las violencias específicas contra las mujeres suscritas por su condición genérica. En este sentido, señalan Arteaga y Valdés (2010), el feminicidio es la expresión máxima de la violencia contra la mujer. Y citan a Caputi y Russell (2006), para explicar lo siguiente: “existirá feminicidio en tanto se presenten figuras de terrorismo que resulten en muerte: concretadas en una gran cantidad de formas de abuso verbal y físico” (p. 7), entre ellas, violación, tortura, esclavitud sexual (particularmente en la prostitución), maltrato físico y emocional, heterosexualidad forzada, entre otras.

En México y de manera específica en Morelos confluyen diversas formas violentas que crean climas de inseguridad y violencia afectan principalmente a las mujeres, limitando consciente o inconscientemente su libertad.

En este sentido, Michaud (1999) señala que la violencia no son solamente los hechos, sino también las maneras de aprehenderlos, de juzgarlos, de verlos y de no verlos. Por lo tanto, tenemos que reconocer la dimensión relativa de la violencia, la subjetividad el contexto específico como determinantes de lo que puede entenderse por violencia, de lo que es o no violento, de lo que es más o menos violento, o del impacto de la violencia sobre la persona, las instituciones, el entorno inmediato, la sociedad. Es decir, para explicar y para comprender la violencia contra la mujer, hay que relativizarla al sujeto que la experimenta, al contexto en que sucede, al momento histórico-social.

Cabe señalar que el concepto de violencia tradicionalmente ha servido para denominar un conjunto de fenómenos, una diversidad de “modalidades significativas” (Ferrándiz y Feixa, 2004) que comparten algunos rasgos, como la agresividad, la fuerza impositiva, el dolor y el sufrimiento. También hay que reconocer que no hay una sustancia de la violencia, sino violencias en plural, para pensarlas de manera compleja y en sus distintas dimensiones.

En este sentido, el Informe Boubarki (2010) nos plantea la interrogante de la utilidad y función de los estudios que cuantifican las violencias, tanto por su posible carácter reduccionista –que simplifica todo a cifras de muertos sin considerar las violencias y víctimas que los acompañan-, como por las fuentes que proveen los datos estadísticos para generar un panorama cuantitativo –con una base de credibilidad- del fenómeno.

Estas cifras y hechos tendrían que llevarnos a analizar de manera concienzuda las violencias y no generar miedo entre la sociedad civil para legitimar así el monopolio de la violencia estatal, ya que esto podría utilizarse para combatir movimientos sociales y nulificar alternativas de izquierda (De Sousa Santos, 2012), tal como la que encabezan mujeres en el estado de Morelos para esclarecer los diferentes asesinatos de mujeres que se ocultan entre los asesinatos cometidos por el crimen organizado.

Hay que preguntarnos: ¿Cómo es que Morelos ha llegado a los niveles de violencia explosiva y espectacular registrados en el ámbito público? Y, en lo particular, ¿Cómo la mujer ha sido víctima de este proceso?

La percepción de inseguridad puede ser un parámetro de diagnóstico para conocer dicha problemática, pero hay más formas. Es necesario conocer de viva voz de los actores las necesidades y las problemáticas por las cuales atraviesan. Los climas de violencia y de inseguridad que se generan en el Estado pueden quitar visibilidad a las violencias contra la mujer. El feminicida serial es solo la punta del iceberg, no perdamos de vista eso. Si dejamos que las distintas formas de violencia o violencias contra la mujer crezcan, quizá nos topemos con más tipos parecidos. Es momento de diagnosticar la violencia considerando el uso de las redes sociales para que dejen de ser un instrumento que siga matando a nuestros jóvenes y establecer estrategias que permitan abordar dichos problemas de manera efectiva.

 

Comentarios: juan_nambo@hotmail.com