¿Nuevo sexenio, nuevo cuento en la cultura morelense?

En opinión de Tania Jasso Blancas

¿Nuevo sexenio, nuevo cuento en la cultura morelense?

Y así llegamos al final de otro sexenio, ese teatro del absurdo en el que los personajes al frente de la cultura en Morelos no decepcionaron... al menos no en su capacidad para dejarnos con esa familiar sensación de frustración. Sí, el telón ha caído para algunos, pero antes de que salgamos corriendo a celebrar, tal vez debamos recordar cómo se movieron las piezas en este tablero.

En los últimos seis años, los que “casualmente” estaban más cerca del poder —los amigos de los amigos, los consagrados que ya no necesitan ni de becas ni de más reconocimientos, pero que parecen tener el dedo pegado al botón de “dame más”— fueron los que protagonizaron la escena cultural. ¿Y los proyectos independientes? Bien, gracias. Porque claro, en esta tragicomedia, si no tienes contactos, pues mejor ni te presentes al casting.

Pero, ¿será que por fin viene un nuevo acto? Con Margarita González Saravia en el papel principal de gobernadora, las esperanzas de muchos vuelven a florecer. ¿Qué mejor que alguien que ya estuvo al frente de la Secretaría de Cultura para saber por dónde cojeamos? Porque no nos engañemos, todos sabemos que las necesidades de la comunidad artística no son un misterio: recursos transparentes, oportunidades equitativas y, sobre todo, una gestión que no se olvide de que la cultura no es para los mismos de siempre.

Seamos honestos, ya hemos visto esta película. Sabemos que es fácil prometer, más difícil cumplir, y casi imposible hacerlo sin caer en los mismos vicios de siempre. Pero quizás —y aquí es donde la esperanza se mezcla con la ironía—, esta vez sí se abra la puerta a una verdadera democratización de los apoyos, a que los proyectos no se otorguen por amiguismos o por estar “en la lista”.

Así que, Margarita, no te pedimos un milagro, solo que hagas algo que parece haber sido olímpicamente ignorado por tus antecesores: escúchalos. No a los de siempre, sino a los que llevan años tocando la puerta sin que nadie les abra. Si logras hacer esto, tal vez nos sorprendamos con una nueva narrativa, una donde la cultura no sea el privilegio de unos cuantos sino el patrimonio de todos.

Y a los nuevos funcionarios: la vara está tan baja que si no tropiezan con ella al entrar a sus oficinas, ya será un avance.