Nosotros - Alcaldes. Con las manos vacías
En opinión de José María Román Román
Pedir es más fácil que administrar. Es eso lo que acaba de acontecer en nuestro estado cuando varios alcaldes, entre otros el de Yautepec y Jantetelco, regresaron decepcionados al no conseguir que el Congreso federal les incrementaran las participaciones federales para sus Ayuntamientos.
Mientras no exista una ley que obligue a los Presidentes Municipales a administrar correctamente los recursos públicos que reciben, el dilema que viven todas las administraciones municipales seguirá en crecimiento. Tienen muchas necesidades, pero todos los presidentes tienen poca voluntad de ejercer con prudencia y sensatez los recursos que la sociedad a través de los impuestos les hace llegar para que cumplan con su función de gobierno. El problema se vuelve cada vezmás delicado porque cada vez es más frecuente que las administraciones municipales de Morelos sigan ejerciendo el presupuesto a discreción. Eso ha originado desvíos impropios producto de pésimos manejos en el servicio público. Uno de los muchos problemas es que hay una notoria carga laboral innecesaria que todos los presidentes toleran y fomentan. Basta que Usted se acerque a una presidencia para percatarse del exceso de personal que solo distrae recursos que deberían de usarse en la obra pública de cada municipio. Nadie de los alcaldes quiere ver limitadas sus facultades presupuestales o que le sean controladas las áreas de inversión del dinero del contribuyente. Están acostumbrados a gastar a discreción y eso ha llevado a que las condiciones económicas en que se encuentran sean lamentables. Es por eso que el viaje que hicieron a la Ciudad de México para pedir a los legisladores mayor presupuesto, les fue negada, es decir, por ser malos administradores.
No tienen remedio los alcaldes de Morelos ni lo tendrán mientras el Congreso local no tome medidas que reiteradamente se han negado a realizar y que en esencia consisten en promulgar una ley que entregue porcentajes a los que obligatoriamente y por rubros pueden gastar los alcaldes. En otras palabras, someterlos a que los gastos solo deban de hacerse atendiendo a las prioridades, pero no más de lo que en tanto por ciento de los ingresos se requieran. Se ha hablado de emplear el 40% en obra pública y el 30 por ciento en carga administrativa e incluso de regular en salariosmínimos el máximo que puede ganar como salario cualquier funcionario o empleado, limitándoles el uso de gastos de tipo personal y de representación que por ahora al parecer tienen a su favor.
Otro de los rubros muy delicados que está consumiendo el dinero de los ayuntamientos es la deuda pública contraída sobre todo de administraciones pasadas y que las actuales deben de pagar. Ahí radica también otro de los problemas porque se ha autorizado indebidamente por los Congresos pasados el hipotecar el futuro de los ingresos cuando es obvio que no debe de autorizárseles ningún endeudamiento que no deba de ser cubierto dentro de su propia administración para así no heredar deudas y atar de manos a las administraciones futuras. Otro renglón delicado que poseen las presidencias municipales es la carga laboral a través de un sinnúmero de demandas que tienen generalmente perdidas en juicios que tarde que temprano deberán de pagarse por los despidos injustificados que de forma arbitraria han realizado todas las administraciones sin medir los alcances de sus actos. Se hable de casi mil millones de pesos que sumarían la totalidad de laudos por liquidar de todas las presidencias municipales del estado. Eso es grave y cada día aumenta por razones legales el costo de esas liquidaciones y nadie, ni el Congreso se atreve a reglamentar a través de una ley los actos administrativos de los presidentes y sus administraciones. Por desgracia tampoco el Congreso local revisa a fondo las cuentas públicas de los ayuntamientos y los aprueban, sin más o por ser buenos amigos.
Mientras no se tomen medidas de urgente necesidad Morelos seguirá viendo estancada la obra pública municipal y en general todos los servicios de los ayuntamientos. No hay conciencia de la administración pública y su congruencia y hay una seria irresponsabilidad de todos los presidentes municipales en el manejo de los recursos, unos más y otros menos, pero todo hacen lo mismo: disponer a su antojo del dinero sin más límites que los arreglos que en cabildo logran repartiéndose entre todos los despojos de lo que aún queda en perjuicio de los gobernados. Ojalá en algún tiempo el Congreso, que seguramente no será el actual, tome medidas para limitar esos excesos que se miran y esas lastimosas peticiones al Congreso federal de querer que se les dé más dinero en lugar de limitarse y administrar prudentemente los recursos que tienen.