La alerta

En opinión de Aura Hernández

La alerta

“El mayor pecado contemporáneo es la indiferencia”.

Pier Paolo Pasolini

 

El fin de semana pasado la madre de Jéssica Cerón, desaparecida en Jiutepec en agosto del 2012 en “circunstancias extrañas”, según reportaron los medios de comunicación, parecía, con todo y megáfono frente al Palacio de Gobierno en Cuernavaca, la voz que clama en el desierto.

Hace ya 10 años que quienes quieren y buscan Jéssica no han perdido la esperanza, pero tampoco el coraje, y hace 7 años que la Comisión para Prevenir y Erradicar Violencia contra la Mujeres (Conavim) decretó la Alerta de violencia de género en 8 municipios de la entidad, sin que los índices de violencia hacia las mujeres disminuyan. Por el contrario, organizaciones como la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Morelos dieron a conocer cifras que evidencian un incremento importante.

La situación es tan grave, relataron representantes de organizaciones que acompañaron a la madre de Jéssica el fin de semana a la marcha y manifestación frente a Palacio de Gobierno, que en los últimos meses se han unido 8 familias a los colectivos de búsqueda de desaparecidos en Morelos.

Y si de violencia de género se trata, otra voz que clama en el desierto es la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Morelos, organización que, a partir de denuncias y documentación de los casos, logró que se emitiera la famosa alerta de género de hace 7 años. Sin embargo, su tesón ha sido insuficiente para sensibilizar a las autoridades competentes para dar cumplimiento a este instrumento, cuya utilidad a estas alturas está en tela de juicio.

La Comisión Independiente dio a conocer la semana pasada los resultados del seguimiento que realiza desde el año 2 mil y, con mayor énfasis, a partir de que se decretó la alerta, sobre la violencia de género en el estado de Morelos. El caso de Jéssica está entre esas estadísticas.

Según el informe, únicamente de enero a julio de 2022 hubo en Morelos 64 feminicidios y, en los siete años de la alerta se han suscitado 611 casos de feminicidios. Cifras por encima de las registrada en 2014 cuando se solicitó la emisión de la alerta, cuya cifra ascendía entonces a 530 feminicidios ocurridos entre el año 2000 y el 2013.

El caso de Jéssica es emblemático no solo por la resonancia mediática que gracias a su madre ha tenido, si no también por que como bien lo ha apuntado ella, por ser un caso que evidencia sobre todo las omisiones a la debida diligencia y la falta de atención a las fallas estructurales de un sistema que prohíja la persistencia de condiciones estructurales de exclusión y misoginia, como bien lo apuntó la Comisión Independiente de Derechos Humanos en su informe más reciente y por el que el estado mexicano ha sido condenado en tribunales internacionales.

Un sistema que no ha tomado en serio la instrumentación de las alertas de género y ha incurrido en todo tipo de violaciones, desde nombrar a personas sin perfil para dar atención al mismo, desaparecer pruebas del expediente, omitir la realización de diligencias, realizar estudio en el mismo lugar con una solo hipótesis en lugar de explorar nuevas líneas de investigación, como lo han informado desde el hace varios años los familiares de Jéssica.

Y aunque suene redundante, un sistema que ha omitido aplicar la perspectiva de género en las investigaciones, aún cuando en sus informes las autoridades señaladas como responsables en la alerta de violencia de género afirmen que han destinado recursos para dar atención a la declaratoria.

Sin duda recursos tirados al bote de la basura a juzgar por los resultados y por el incremento de casos. Como he sostenido en este espacio, los hechos han demostrado que la declaratoria de alerta de género ha servido para tres cosas: para nada, para nada y para nada.

Por eso, son tan valiosas voces como las de la madre de Jéssica Salinas y de organizaciones como la Comisión Independiente, porque representan las voces de miles que padecen en silencio violaciones a sus derechos humanos, que sacrifican su tranquilidad para que hechos como las desapariciones y las violencias hacia las mujeres no se repitan.