Juego de Manos - Los problemas se atienden de raíz
En opinión de Diego Pacheco
La semana pasada te escribí sobre algunos avances importantes en materia de derechos humanos en el país. A nivel nacional, se tomaron decisiones que sientan precedentes importantes respecto a temas que dividen opiniones pero que, finalmente, tienen un impacto irrefutable en las personas a quienes involucra.
Ahora bien, a veces, escuchar buenas noticias después de que se reitera un problema hasta el cansancio, puede llevar a una falsa sensación de cumplimiento, como si con ello se hubiera llegado al objetivo; sin embargo, ganar una batalla no es lo mismo que triunfar en la guerra.
En Querétaro, un grupo de personas socias del Club Campestre el Campanario, uno de los más exclusivos en el estado, denunció a través de una carta que se ha prohibido la entrada de mujeres al bar “Hoyo 19”, dentro del club. La decisión fue tomada el 7 de septiembre por la Asamblea General de Asociados del Club Campestre el Campanario.
Así, como se acostumbraba hace décadas, se prohibió el acceso de las mujeres siguiendo una lógica de discriminación contra la mujer y de determinación de espacios tradicionalmente para hombres. Lamentablemente, en este caso la palabra “tradicional” no significa positivo. Algunas tradiciones deben cambiar para adaptarse a nuevos conceptos y contextos.
Quienes redactaron la carta aseguran que esto se trata de un claro acto de discriminación al que se le debe dar marcha atrás, para lo cual señalan que podrían llevar el caso a instancias como la Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación o la Procuraduría Federal del Consumidor. No obstante, la exclusión de mujeres a espacios reconocidos como exclusivos para hombres no se reduce cantinas y lugares de esparcimiento social, sino que esta discriminación se encuentra en espacios de trabajo, políticos y jerárquicos.
En lo que respecta al debate en torno a la violencia de género, en este espacio se ha escrito sobre aciertos y errores, avances y retrocesos y, aunque podemos destacar la firmeza de algunos pasos, la realidad es que sigue habiendo un largo e importante camino por recorrer.
La solución no estará completa si se reduce a medidas en el plano macro, puesto que una solución verdaderamente efectiva debe contar con esfuerzos en el plano local. De igual manera —y como se ha escrito en otro Juegos— medidas coercitivas fallan en resolver los asuntos de fondo. Acciones como las cuotas obligadas de un sector poblacional atienden la inmediatez, lo superficial; empero, desatienden la profundidad, las causantes de que estos problemas existan en un primer lugar. Los problemas se atienden de raíz.
4 años después
Hace unos días se cumplió un año más desde el devastador terremoto del 2017, con epicentro en nuestro estado. Este, como el del 85, marcó un antes y un después en la manera en que vemos, entendemos y procesamos este tipo de fenómenos naturales.
Las secuelas de este desastre natural siguen presentes en nuestro tiempo. En cuanto a los daños materiales, edificios se perdieron, edificios se recuperaron y otros se encuentran en el limbo entre uno u otro; no obstante, uno de los mayores daños causado por esta fecha, el de la salud mental, sigue sin resolverse.
Como con el nombre de Mufasa (que de tan solo oírlo tiemblas), la alarma sísmica y la palabra terremoto se han convertido en detonantes de pánico en una sociedad que no termina de acostumbrarse a estos desastres naturales. Aquí lo importante está en sustituir el pánico por alerta y el miedo por respeto.
A 4 años de que el suelo se estremeciera, no olvidamos a las personas que ya no están con nosotros ni a los tesoros que se perdieron. Recordemos también, las lecciones que nos dejó. Los simulacros, son de suma importancia para tener claridad sobre los protocolos de acción frente a este y otros desastres que pudieran ocurrir. La responsabilidad es clave para prevenir futuras tragedias.
Por cierto:
Los vivas no faltaron este 15 de septiembre. A 200 años del inicio de la Independencia de México, la celebración oficial se dio de manera atípica (si es que aún podemos llamarle así), con la misma lógica que hemos llevado a cabo desde que inició la pandemia hace más de un año.
Lo que sorprendió a muchas personas fueron los detalles de ciertos gritos de independencia, desde los agregados que se hicieron desde palacio nacional para incluir figuras como los héroes anónimos o los pueblos prehispánicos, hasta quienes agregaron al presidente y otras figuras políticas dentro de sus cantos.
La interpretación de la historia y del presente es subjetiva y, por eso, podemos ver que los festejos y los aplausos se lanzan en todas direcciones. Mas allá de la celebración de nuestra independencia o de las particularidades de los gritos, valdría la pena dar una breve mirada a la historia de nuestro país. El camino que hemos recorrido ha sido un turbulento y caótico; no obstante, hay consistencias dentro de las inconsistencias.
Nos ha costado trabajo definir un rumbo y establecer metas comunes; sin embargo, aunque no definimos el como, anhelamos un bien común. Nos hemos caracterizado por nuestra empatía y calidez, algo que podemos apreciar en nuestro día a día, aunque se hace más presente en situaciones de desastre. Ya sea que nuestra gente o nuestros vecinos se encuentren en apuros, no dudamos en estrechar la mano. Vale la pena señalar que patria es procurar a nuestra gente y apostar por un futuro de bienestar común. Los monumentos y las formas son superficialidades que, sin negar su importancia, quedan subordinados por el fondo.
Ah, y no olvidemos que la tercera ola de contagios por covid-19 arrancó el año pasado a partir de las fiestas de cierre de año. El 15 puede verse como el arranque de estas celebraciones. Aprendamos de la historia y evitemos que se repita. Festejemos con responsabilidad y cuidado sanitario.
Hagamos patria: