Cuando sea demasiado tarde… - Una más del Paso Exprés
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
Pues henos una vez más por aquí, apreciado lector, en esta, su columna semanal favorita, escrita por su servidor. Me dijeron que el miércoles por la noche llovió, cuentan que en Ahuatepec hasta granizó, pero más por el centro de la ciudad ni una gota cayó, o por lo menos por la casa de todos ustedes. Aquí el calor sigue inclemente, para la hora que estas líneas se escriben, Accuweather me indica que en la joya del Cuauhnáhuac la temperatura es de 35° y que el cielo está parcialmente soleado (por supuesto que me asomé por la ventana para corroborarlo). ¿Ustedes se acuerdan cuando en Cuernavaca podía llover hasta por tres o cuatro días sin parar o dar tregua? Me acuerdo de que los niños grandes se organizaban para sacar a los coches que se quedaban atascados en los ríos de agua que se hacían afuera de la secundaria a la que su servidor asistía. El agua era abundante. Ya estamos pasando la mitad de mayo y apenas han caído unas gotas. Mi tortuga hiberna hasta que caen las lluvias, y ya se pasó más de un mes en su jardinera esperando que caiga el agua. Hidrátese usted bien y hay que ducharse por lo menos un par de veces al día para estar evitando el golpe de calor. Si está dentro de sus posibilidades, adquirir una alberca inflable en las plataformas digitales es perfectamente una opción para sobrevivir esta ola de calor que es advenediza del fin de la humanidad, para que por lo menos usted y los suyos sobrevivan unos cuantos días más.
Esta semana tuve la experiencia antropológica del libramiento de Cuernavaca, erróneamente llamado “Paso Exprés.” Gobierno federal gastó dos mil millones de pesos en 14 kilómetros de carretera que ya existían, y que todo lo que ha conseguido es incrementar el número de accidentes e irremediablemente de muertos. De hecho, la infraestructura está tan mal planeada, que un accidente tiene la posibilidad de ocasionar por lo menos dos más. Les voy a explicar qué es lo que está mal, según mi muy humilde y no ingenieril punto de vista.
El error más grande que tiene es que el ancho de los carriles no permite que vehículos con dimensiones de un autobús o un trailer de caja sencilla pueda respetar el carril durante todo su trayecto. Los accidentes más aparatosos y frecuentes que se encuentra usted en los carriles centrales del libramiento son entre uno de estos tipos de unidades y un particular. Hace como un año un camión de pasajeros y un trailer de carga descubrieron en la curva de la Barona que no era posible transitar de la mano demostrándose su amor. No caben dos unidades de grandes dimensiones en “The Gauntlet,” como yo llamo a tal tramo. Una vez que entras ahí, no hay manera de escapar. ¿Qué pasa cuando sucede un percance? Una fila de kilómetros de vehículos que tienen que esperar a que las autoridades acudan a de alguna manera solucionar el tema, mientras que uno con gran seguridad no va a llegar a su trabajo o sus reuniones pertinentes.
No sólo eso, también resulta que, como son los carriles de alta velocidad y por supuesto que el cuernavacense promedio, uno que otro guerrerense, y sin olvidar a los chilangos, somos dados a respetar religiosamente los límites de velocidad, la cosa se complica. He visto con mis propios ojos en casos de la vida real y he observado videos en redes sociales en los que un auto que circula a exceso de velocidad de pronto se encuentra con un muro de vehículos después de una curva ciega debido a que ha ocurrido un accidente. Para aquellos que no lo saben, una curva ciega es aquella en la que el conductor no es capaz de anticiparse a lo que se encontrará del otro lado de esta, derivado de las condiciones infraestructurales (como los muros de contención) o la falta de visibilidad (como la oscuridad o la neblina). Si circula usted de sur a norte sobre el libramiento, encontrará usted TRES curvas ciegas consecutivas después de la glorieta de Diana. Ahí es donde el embarramiento se convierte en untamiento.
No hay manera de arreglarlo. Si se vuelven a invertir OTROS dos mil millones de pesos en 14 kilómetros de carretera que ya existen y que ya fueron “reacondicionados” en administraciones anteriores, lo único que se va a conseguir es otro socavón y la sifoneada de por lo menos la mitad de tal cantidad. Lamentablemente ya no está Richard Gere con nosotros como para preguntarle cuánto le costaron las mochilas que le regaló a los deudos de las víctimas del socavón. La mejor sugerencia que puedo hacer es colocar limitadores de altura para que los vehículos de grandes dimensiones no puedan circular por tal tramo, y mejorar la señalización en las entradas del mismo. Si se impide que tráileres y autobuses tengan acceso a tales carriles, la accidentalidad se reducirá en por lo menos la mitad. La inversión es mínima y sus efectos serán contundentes. Si ustedes conocen a las personas que se encargan de la infraestructura del libramiento de Cuernavaca, les ruego le hagan llegar esta información.
Porque el libramiento no ha muerto, pero el Paso produce mucha muerte.