Juego de Manos - El camino a la inclusión
En opinión de Diego Pacheco
La Comisión de los Derechos Humanos del Estado de Morelos (CDHM) presentó al Congreso del Estado, una iniciativa con la cual se pretende garantizar la participación política de las personas con discapacidad, a partir del próximo proceso electoral del 2021. La reforma, dirigida a la Ley de Atención para Personas con Discapacidad y al Código de Instituciones y Procedimientos Electorales, contempla que un porcentaje de las candidaturas sean ocupadas por personas con alguna discapacidad.
En entrevista, el presidente de la CDHM señaló que este grupo en situación de vulnerabilidad ha sido aislado de la vida política del estado, por lo que esta iniciativa está encaminada a que, a partir de la ocupación de un cargo de elección popular, las personas con discapacidad puedan contar con una persona representante que conozca sus necesidades y les represente.
El análisis de esta legislación se puede realizar desde dos puntos de vista: el superficial, que la aplaude por la inclusión de un grupo socialmente marginado a la vida política nacional (o pública); y el de profundidad, que comprende, sin ánimos de demeritar este esfuerzo, que la verdadera inclusión parte de un cambio en el paradigma, una reforma social que parte de la eliminación de los estigmas y prejuicios que existen alrededor de este grupo poblacional, para derribar las barreras que les son impuestas para alcanzar espacios dentro de la vida pública nacional. Me explico.
El exigir una cuota obligatoria de personas de discapacidad en la planilla les abrirá puertas; no obstante, estas puertas serán finitas y beneficiarán, en gran parte, a quienes reciban estos puestos. Mientras tanto, el grosso de las personas con discapacidad continuarán viviendo y desarrollándose en contextos donde se les etiqueta con adjetivos como débil, minusválido o incompleto. Si nos enfocamos en las consecuencias del problema en lugar de atender las causas, el problema estará lejos de resolverse.
Entonces, para dar paso a este cambio, es necesario hacer conciencia —a través de todas las instituciones correspondientes (formales e informales) y con información certera— sobre las diferentes discapacidades que existen, las implicaciones que estas tienen y, de esta manera, derribar los prejuicios que existen. Por otro lado, se debe reconocer la existencia de aquellas discapacidades que no son visibles o reconocidas por ojos no entrenados. Es un proceso largo y complejo, que requiere de esfuerzos reiterativos, de investigación exhaustiva y mucha, mucha empatía.
Cabe señalar que este documento es únicamente una propuesta y que no procederá a su proceso legislativo hasta que sea adoptada (parcial o totalmente) por algún legislador o legisladora. Entonces, aunado al análisis y la crítica constructiva a esta propuesta, se debe hacer una demanda social por que los temas que apuntan a construir una sociedad más inclusiva, para todas y todos, sea agreguen a la agenda legislativa del Congreso del Estado; lo que se vislumbra muy complicado tomando en cuenta el bajo rendimiento que han tenidos nuestros legisladores y legisladores locales. Será difícil cambiar una agenda que, de inicio, no existe. Pero bueno…
Evolución arrítmica
Con los avances tecnológicos viene la evolución de las dinámicas sociales. Hay descubrimientos que marcaron un antes y un después en el periodo histórico en el que se concibieron y, hoy, con la velocidad en que mutan las tecnologías existentes, el dinamismo social se encuentra más acelerado que nunca. Dentro estos cambios, podemos destacar las nuevas dinámicas sexuales que, apoyadas de herramientas tecnológicas, permiten llevar a cabo prácticas sexuales a la distancia. Así, el sexting, que de boomers para arriba se calificará como del nabo (cámara, no se esponjen), ha visto un incremento en su práctica durante el periodo de cuarentena.
Ahora bien, dejando a un lado el jijií jajajá debemos tener presentes las problemáticas que atañen a esta “nueva” dinámica social. Ya en ocasiones previas se ha escrito sobre la manera en que la violencia de género se ha incrustado en esta práctica con la difusión de imágenes íntimas de manera masiva y los esfuerzos que se han realizado para ponerles un alto.
Al respecto, esta semana dimos con la noticia de que un grupo de mujeres estudiantes de la universidad de la Nación, cuyas imágenes íntimas formaron parte de un mismo Dropbox difundido de manera masiva. Ellas, a partir de dar cuenta del hecho (y una vez procesado los impactos de esta violencia) formaron un frente común para realizar una denuncia masiva (la primera desde la aprobación de la Ley Olimpia en la CDMX). Este es un acto que en sí mismo conlleva una serie de desafíos emocionales, legales y sociales, es un acto de valentía y de lucha contra un sistema que pone todo de sí para mantenerse en el estancamiento.
Entonces, ¿qué hace falta? Bueno, aunado al reconocimiento, la lucha social contra el problema y las legislaciones que se han hecho en la materia (que, por cierto, fueron impulsadas en primera instancia por la propia ciudadanía), se debe actualizar el sistema de procuración de justicia y las herramientas con las que cuentan, especializar a las autoridades en materia de violencia de género para comprender en su totalidad el problema al que se enfrenta (lo que implica conocer su raíz, motivaciones, actores, responsabilidades y consecuencias).
Este es un tema complejísimo porque evoluciona al ritmo de la propia sociedad, mientras que nuestras instituciones se mantienen al margen del siglo pasado. Se debe pasar la página respecto a la idea que se tiene sobre la repartición de responsabilidades, el perfil de quienes ejercen la violencia y la gravedad del asunto. No, la respuesta no se encuentra en el abstencionismo. No, el riesgo no se debe a la práctica. Y no, la culpa no es de las víctimas.
Por cierto:
Duro y dale con el coronavirus, Diego. Esta semana, como ya se vuelve rutinario en este espacio, debemos hablar del covid. A partir del lunes 7 de diciembre, nuestro estado regresa a semáforo naranja, debido a que nuestra entidad obtuvo 19 puntos dentro de los diez indicadores considerados, colocándose en un nivel de riesgo epidemiológico alto.
Esto no debe llegar como sorpresa para nadie. Lamentablemente, los casos de irresponsabilidad sanitaria continúan al alza. Las fiestas, reuniones, eventos familiares y congregaciones públicas son cada día más frecuentes. El miedo al virus comienza a desvanecerse, aunque este siga tan presente como siempre.
A pesar de lo reiterativo que pueda leerse este mensaje, debe quedar claro que el virus se mantiene activo y al acecho. No es tiempo de reuniones físicas. Debemos seguir cuidándonos y —en la medida de lo posible y con pleno respeto de las recomendaciones sanitarias vigentes— adaptar nuestro estilo de vida al contexto pandémico.
Se vienen las fiestas de fin de año, aguas: