Inclusión Educativa en la UAEM - Las funciones psicológicas superiores: Inclusión

En opinión de Eliseo Guajardo Ramos

Inclusión Educativa en la UAEM - Las funciones psicológicas superiores: Inclusión

La insistencia de que la discapacidad está en los sentidos perceptuales, por lo tanto, son la causa directa de la discapacidad y condición individual de la persona que padece el déficit de la vista, el oído, la motricidad y hasta el déficit cerebral para un trastorno mental, es como un vicio conceptual. Tan difícil como dejar de fumar, o de comer azúcar o tomar alcohol. Un vicio pernicioso que no se quita por medios explicativos de conciencia o entendimiento intelectual. Por eso muchos autores señalan que la inclusión y la exclusión es más un asunto ideológico inconsciente. Alguna vez comparamos la inclusión con un proceso “autopoyético”, esto es, las condiciones de la inclusión las genera la inclusión misma. Tiene que ser experimentada de forma interactiva entre las personas con y sin discapacidad. Tiene que ser presencial, consciente y emocionalmente aceptable. Algunos le han llamado con la conciencia del “otro”. O como se dice coloquialmente “ponerse en los zapatos del otro”.

Esta vivencia con personas con discapacidad es posible por tener a algún familiar cercano o, cada vez más personas, porque se tiene un compañero de clase con alguna discapacidad. Este contacto es mayor del que suponemos. Porque si cada persona con discapacidad forma parte de una familia de 4 miembros, en una población de 120 millones, como es en México, serían 48 millones de personas. Si partimos que el 10% de la población tiene alguna discapacidad (12 X 4= 48). Los 62 millones restantes, si cada vez hay más niños con discapacidad en las escuelas comunes, el aumento sería geométrico porque no sería por 4 sino por 20 o más si partimos de un grupo. Pero hay un antídoto contra la “autopoiesis” de la inclusión, “No podemos recibir niños con discapacidad en esta escuela porque no estamos ´capacitados´”. Como si fuera la excusa perfecta para excluirlos. Las familias que recibieron a un miembro que nace con discapacidad va a decir “No lo puedo recibir porque no estamos preparados”.

A principios del Siglo XX el entonces psicoanalista Alfred Adler publicó un libro que contenía sus investigaciones denominado “La insuficiencia orgánica”. Sigmund Freud le celebró este libro porque se frecuentaban en la entonces Sociedad Psicoanalítica de Viena. La Teoría Psicoanalítica estaba en plena construcción por una pléyade de médicos psiquiatras que se afanaban en investigar el origen psicológico de las enfermedades mentales, más que en los aspectos somáticos. Adler había padecido raquitismo en su infancia y había experimentado la insuficiencia muscular para la actividad infantil de muchos de los juegos de los niños de su edad. Descubrió la que denominó la compensación psíquica de su insuficiencia corporal. Motivándose con actividades lúdicas más intelectuales que de competencia física para divertirse con sus hermanos y amiguitos de su edad. Así como se investigaba sobre el origen psíquico de las neurosis, Adler aportaba el origen psíquico de la compensación de las condiciones físicas corporales.

Este trabajo de Adler lo conoció Vygotski, cuando trabajaba con niños con diferentes discapacidades. Y advirtió que todos los niños experimentaban esa insuficiencia por tratarse de niños que no podían realizar todas las actividades que veían en los adultos. Existía esa conciencia de incompiletud al querer imitar lo que hacían los adultos que los circundaban y que tenían interés en ellos. Sus padres o familiares con apego afectivo. Pero en los niños con discapacidad, descubre que también cuentan con ese mecanismo de compensación psíquica. Pero de forma más intensa en su motivación. Y le denominó “super compensación”. En ellos, estaba más viva y estimulante la compensación porque su discapacidad les hacía más evidente y presente por la limitación orgánica presente y permanente. A diferencia de los niños sin discapacidad que se les presenta su incompletud más ocasionalmente.

Vygotski refiere todas estas experiencias en el Tomo V de sus Obras Escogidas: Fundamentos de Defectología”. Y critica a la Educación Especial tradicional de su época en Rusia (entonces, URSS). Dice aquí que los especialistas creen que la compensación de las discapacidades se daba a nivel de los sentidos. Que los niños ciegos aguzaban el oído, los sordos la vista, y así. Y hasta a un niño sordo ciego le denominaban (todavía) de doble discapacidad. Vygotski sabía que la compensación es psíquica o sea que se daba desde las funciones psicológicas superiores. Desde la corteza cerebral y sus funciones complejas de integración sensorial. Y no desde las funciones más bajas. No era fisiológica, sino psicológica. Lo que hacen los niños es orientarse en su entorno con información que les proporcionan quienes les rodean. Por ello, es muy importante que los niños con discapacidad convivan con niños sin discapacidad. Esto hace que entre los niños con la misma discapacidad exista una gran diferencia entre ellos, más que con los niños sin discapacidad. Porque cada uno va encontrando sus mecanismos compensatorios en función de su entorno, no de su deficiencia orgánica. Es un gran error, y lo ha sido desde principios del Siglo pasado, juntar a los niños con la misma deficiencia orgánica. No tienen nada en común, a no ser su deficiencia, no sus mecanismos de compensación psíquica.

Pero seguimos pensando en la discapacidad desde lo fisiológico y no desde los auténticamente psíquico. Como un vicio que no podemos erradicar, porque es inconsciente e ideológico.

 

¿Enhorabuena con las aportaciones de Adler a la comprensión psíquica de la compensación!

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