Escala de Grises - La verdadera justicia
En opinión de Arendy Ávalos
El 11 de junio, Fernanda Olivares y Fernanda Cuadra se encontraban en la misma reunión que Diego Helguera. Él, después de una fuerte discusión con las mujeres que no querían dejarlo conducir en estado de ebriedad, decidió subirse a su automóvil y arrollar a las jóvenes de 26 años.
El video del momento se difundió a través de plataformas digitales y la información respecto a lo sucedido se viralizó. Después de que se identificara a las personas involucradas, se dio a conocer que las dos víctimas habían ingresado con heridas de gravedad a un hospital en la Ciudad de México.
El caso fue retomado por la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SCC) y la Fiscalía General de Justicia, cuyos miembros comenzaron a buscar al presunto feminicida sin mucho éxito. Después de una semana, Diego Helguera se entregó voluntariamente ante las autoridades y fue trasladado al Reclusorio Varonil Oriente.
Lamentablemente, el pasado 3 de julio la Secretaría de Salud de la CDMX informó que el esfuerzo por parte del personal médico para salvar la vida de María Fernanda Olivares, conocida como “Polly” resultó infructuoso, pues la joven presentaba graves contusiones en tórax y en diversos órganos vitales a causa del atropellamiento.
Al respecto, la Fiscalía de Investigación del Delito de Feminicidio buscará que se reclasifique el delito de tentativa de feminicidio por el de feminicidio, por lo que se solicitará la mayor pena para obtener justicia. Esta parece ser la respuesta promedio de las autoridades y, sin embargo, sigue sin ser suficiente.
Claro, el proceso legal es muy importante, pero no puede llamarse “justicia”. Como le he dicho en Escalas pasadas, la verdadera justicia sería que las mujeres asesinadas estuvieran vivas. La violencia machista tiene muchas expresiones que suelen repetirse todo el día, todos los días, en diferentes contextos. Por supuesto, las instituciones no se salvan.
El feminicidio o las “tentativas” del mismo son uno de los problemas más explícitos y graves de esta situación; sin embargo, hay una serie de acciones que también fomentan que el ciclo de violencia se vuelva inquebrantable y de esto también hay que seguir hablando. El caso de Polly y Fernanda no fue el único que ocurrió ese 11 de julio y, lamentablemente, tampoco fue el último. Encontrar a los responsables y juzgarlos con la pena que les corresponde es lo mínimo que se puede hacer.
Algo tiene que quedarnos claro: los feminicidios no son casos aislados, sino la cúspide de una pirámide que tiene raíces históricas y que ha ido fortaleciéndose gracias al sistema bajo el que hemos construido nuestra sociedad. Dejemos de pasar por alto los 11 feminicidios que ocurren todos los días, la desaparición diaria de 9 mujeres, el incremento en las llamadas a los números de emergencia por violencia familiar o violencia de pareja.
Que no se nos acabe la voz para exigir un país en el que todas las mujeres podamos estar seguras en nuestra propia casa, al salir a la calle, en el transporte público, en la escuela, en el trabajo, cuando salgamos a una fiesta, sea la hora que sea. La justicia no necesita volverse costumbre, primero debe volverse realidad.
La tercera ola
De acuerdo con la Secretaría de Salud, durante las últimas semanas se registró un incremento del 22% entre los casos de Covid-19. Hasta el momento, la población más afectada es la que se encuentra entre los 18 y los 39 años; es decir, aquella que no ha recibido la vacuna.
Ojo, esto tiene diferentes variables. Primero hay que contemplar que, claro, este porcentaje de la sociedad se encuentra en una etapa de productividad laboral mayor y que ha tenido que reincorporarse paulatinamente a sus espacios de trabajo, mismos que han pretendido continuar en una “nueva normalidad” sin hacer mucho caso de los protocolos de seguridad.
Y aunque puede que algunos empleos requieran la presencia de los equipos de trabajo, hay algunos otros en los que no se debería preferir ocupar los escritorios y poner en peligro la salud de todas aquellas personas que permiten el funcionamiento del negocio (el que sea, ¿eh?).
Por otra parte, también tenemos a una serie de personas que, hartas del confinamiento (algunas desde el primer día), han decidido enfrentarse al mundo como si no fuera necesario portar cubrebocas. Independientemente de las razones, los pretextos o los motivos con los que se busque argumentar [a favor o en contra], es necesario contemplar que esta situación no solo nos impacta a nivel individual.
La falta de empatía también es pandemia:
@Arendy_Avalos en Twitter