El voto, esencia democrática.

En opinión de Dagoberto Santos Trigo

El voto, esencia democrática.

La democracia nos hace iguales a todos y todos. No hay supremacía de
ninguna índole: la emisión del sufragio cuanta lo mismo, porque posee
un valor intrínseco insuperable: empresarios, indígenas, mujeres,
personas de la tercera edad, de la diversidad sexual simbolizan un
solo voto responsable y determinante, que define el rumbo político de
la nación.

       Empero, hay un retroceso que va en detrimento de la evolución
política: los partidos políticos (entidades de interés público, como
son definidos en el precepto 41 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos) se han olvidado de los pueblos indígenas;
los tienen en el abandono casi total. Han hecho caso omiso a la
importancia de la participación de nuestras etnias, cuyos movimientos
ideológicos que han hecho continúan fortaleciendo la identidad
cultural del país.

       Algunos integrantes de la clase política, ataviados de un grave
y erróneo ánimo, se aprovechan de la disposición de los pueblos
originarios, con tal de conseguir una constancia en busca de un puesto
de elección popular. ¡Demagogia pura!

       En síntesis, usan a la población indígena para saciar sus
concupiscencias políticas.

       Por tanto, es imprescindible ponderar que en Morelos y otros
estados, como Guerrero, Oaxaca y Chiapas, es necesario conocer y
trabajar en torno a las exigencias de esos grupos, respetando sus
tradiciones y costumbres, que le dan fortaleza a su idiosincrasia.

       El artículo dos de la Carta Magna expone:



Los pueblos y las personas indígenas son libres e iguales a todos los
demás pueblos y personas y tienen derecho a no ser objeto de ninguna
discriminación en el ejercicio de sus derechos que esté fundada, en
particular, en su origen o identidad indígenas.



       Este sector representa el 22 por ciento de la demografía
nacional. Tienen el derecho inalienable de ocupar espacios en la
administración pública estatal y federal, así como en los consejos de
los organismos electorales: INE y Organismos Públicos Locales
Electorales.

       La representatividad no es exclusiva de un grupúsculo o una
oligarquía. ¡Inaceptable! ¡Basta de la CULTURA NOCIVA DE LA
SOIMULACIÓN!

       Con firmeza, voy a sostener el siguiente axioma: si la
tendencia es subestimar la riqueza cultural de nuestros pueblos
indígenas, va a ser difícil garantizar una convivencia armónica e
igualitaria, lo cual, en lo inmediato, habrá de causar afectaciones a
la GOBERNABILIDAD.

       El sufragio es directo, libre, secreto, universal e
intransferible. Es, al mismo tiempo, un elemento indispensable dentro
de nuestro sistema comicial.

Si bien en Morelos y el país existen polarizaciones filosóficas y
desigualdades sociales, el voto hace homogéneo el espíritu
democrático; es un solo aliento, que simboliza la soberanía nacional.

Un valor vital del voto es que iguala a los individuos en una
comunidad política cosmopolita. Es una conquista que emergió de la
necesidad de configurar un Estado altamente republicano. Entraña una
valía indescriptible.

El derecho al voto es general. Las sociedades se vuelven más
democráticas, críticas y participativas con esa misma prebenda.

A las autoridades electorales nos compete salvaguardarlo, para
entregar buenas cuentas a las y los ciudadanos, que son quienes
conforman la transición política y definen las estructuras del poder.

El voto es una expresión; una voz indeleble que se deposita
cíclicamente en las urnas, que pasa transversalmente por la voluntad
de la ciudadanía.

La forma más eficaz y taxativa de medirlo es a través de la
participación ciudadana. La fórmula es perentoria: DECISIÓN+VOTO
RAZONADO= PARTICIPACIÓN CIUDADANA.

En una democracia representativa (como la nuestra) es sumamente
imperioso que las y los ciudadanos salgan a emitir su arbitraje
soberano.

Abraham Lincoln lo expuso de la siguiente forma:



“Una papeleta de voto es más fuerte que una bala de fusil”.