El Tercer Ojo - Un debate en torno a las personas con discapacidad y su atención

En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara

El Tercer Ojo - Un debate en torno a las personas con discapacidad y su atención

La France compte près de 12 millions de personnes en situation de handicap, dont 500 000 sont accueillies dans des établissements spécialisés. Ces structures font l’objet de multiples critiques, notamment de l’Organisation des Nations unies, qui réclame leur fermeture. Institution ou inclusion? Ce débat, parfois caricatural, a fini par éclipser tous les autres… —Francia tiene cerca de 12 millones de personas con discapacidad, 500.000 de las cuales son acogidas por establecimientos especializados. Estas estructuras ha sido objeto de muchas críticas, en particular de las Naciones Unidas, que demanda su cierre. ¿Institución diferenciada o inclusión? Este debate, a veces caricaturesco, acabó eclipsando a todos los demás… (Laethitia Delhon, “Le handicap, première cause de discrimination”, Le Monde Diplomatique, octubre 2022, 1, Traducción libre mía).

Nuevamente expongo ante ustedes, seguidores de El tercer ojo en El Regional del Sur, una breve reflexión sobre un viejo debate con respecto a qué hacer como política pública diseñada e instrumentada para asegurar el ejercicio pleno de los derechos de las personas con discapacidad.

Como muestro en el epígrafe que encabeza esta colaboración, Laethitia Delhon, en Le Monde Diplomatique, de octubre 2022, dedica su colaboración a este asunto.

Para ello da comienzo con unos asertos que merecen ser presentados aquí:

1) Es probable que quienes desconocen el campo de la discapacidad se pierdan dentro del laberinto de los acrónimos y más acrónimos que se encuentran en la trama de la historia y devenir de la descripción de esta cuestión. 2) Aquellos que intentan escapar a esta dificultad se ven frenados por un tratamiento mediático frecuentemente sumario, sesgado y perezoso. 3) Recurrentemente se encuentran con noticias tales como: “Tal deportista se convierte en héroe que supo ‘superar’ su condición”, historias personales y melodramáticas que salpican los diarios, malos tratos y discriminación en diversos establecimientos —léase, denuncias—, falta de accesibilidad en las construcciones, obstaculización de la movilidad, etc. 4) Sin embargo, son muy pocos los análisis en profundidad sobre este gran tema social, etcétera.

Esta ocasión trataré de mostrar a ustedes la esencia del debate a través de una narración que se publicó en el libro Historias de vida y algo más (J. Enrique Alvarez Alcántara, “Don Goyo”, Fondo Editorial Latinoamericano Book Yachay, Huancayo, Perú, 2019).

Sé perfectamente que ello entraña un riesgo de credibilidad dado que, como seguramente pudieran pensar o creer, podría ser juzgado como un narrador poco o nada fiable sobre este asunto porque, como proponía Wayne C. Booth, en su libro La retórica de la ficción, suelo, algunas ocasiones, escribir en primera persona o, dicho de otro modo, ser yo —otra vez la primera persona— un narrador testigo y protagonista de lo narrado; infortunadamente es inevitable que lo haga de tal manera porque, también cualquiera puede aceptar ello, de ninguna manera soy ajeno a esta condición, historia y vivencias que trascienden, sin duda, lo personal.

Pese al hecho de que el narrador en primera persona, o séase yo, pueda ser percibido como mentiroso —sea voluntaria o involuntariamente— por tender a exagerar, ocultar, jugar con el lector o sesgar el objeto y la trama del relato —trátese de tiempo, lugar, hechos, personajes o intenciones— no puede dejar de reconocerse que la verosimilitud de lo contado es innegable.

Entremos pues en la trama.

Comencé a conocer verdaderamente a “Don Goyo” hacia los años de 1960 a 1970, cuando yo vivía internado en el Centro de Recuperación Infantil; un centro que recibía, acogía y le daba hogar y atención a niños abandonados en cuartos de hotel o de hospital, en la calle, o que sus familiares carecían de los recursos necesarios para ofrecer y brindarles cierta calidad de vida y bienestar en sus hogares de origen.

Tales menores éramos o abandonados, o hijos de familias que vivían en la miseria, y acogidos por hermanas vicentinas de la caridad, porque el Estado y Gobiernos federal o estatales carecían, desde entonces, como hoy se hace también patente, de políticas públicas serias, más allá de las acciones asistenciales, para afrontar el fenómeno de los menores con algún signo de discapacidad.

(…)

“Don Goyo” visitaba, casi de manera religiosa, como “Doña Ana” iba a misa todos los domingos, a su hijo internado. Como no tenía el dinero suficiente para los traslados desde su hogar al internado donde se encontraba su hijo, caminaba desde la colonia El Olivar del Conde hacia Mixcoac y de allí a San Ángel, tanto de ida como de vuelta. El poco dinero que poseía lo utilizaba para dejar su “Domingo”, al hijo que, pensaba él, no debiera ni estar internado, ni debiera ser sobreviviente de tales enfermedades, desconocidas para él. Sin embargo, dado que nada podía hacer para cambiar las circunstancias, sólo trataba de darle un poco de su amor y atención. Y, desde luego, su consabido “Domingo”.

Esta trama muestra fehacientemente que desde el comienzo de la segunda mitad del siglo XX —pero desde tiempo atrás— los Estados y gobiernos, en la mayoría de la naciones del mundo, carecían, no digamos únicamente de recursos, sino de interés y voluntad política para confeccionar e instrumentar políticas públicas dirigidas hacia las personas con discapacidad y sus familias de modo que pudieran, sin obstáculo alguno, ejercer sus derechos a la salud, educación, movilidad y accesibilidad, ciudadanía, trabajo, derechos políticos y, por qué no, el ejercicio pleno de su sexualidad.

Las únicas opciones existentes eran el estigma, el desprecio, menosprecio, exclusión, ocultamiento y negación de los derechos que cualquier otro miembro de la sociedad tenía.

Más aún hasta ahora, como describe Laethitia Delhon,

Las personas con discapacidad sobre representan la población sin escolaridad media o superior y los desempleados. Su nivel de vida es inferior al del conjunto de la población, donde tres de cada diez viven en la pobreza y son éstas las que tienden a ocupar los lugares más extremos del aislamiento… La discapacidad es el principal motivo de discriminación.

Ciertamente, a partir de último cuarto del siglo XX, en la amplia gama de normativas y legislaciones que se diseñan y aprueban en diferentes naciones del orbe se establecen criterios que se propone eliminar la discriminación y propiciar las condiciones favorables para el ejercicio pleno de los derechos humanos y civiles de la personas con discapacidad, sin embargo, más allá del discurso, la retórica y la letra, carecen de los mecanismos de exigibilidad y no son vinculantes para su instrumentación y sanción para quienes no cumplan con éstas. Es decir, son letra muerta.

Quizás, por tal razón, el debate en torno a qué hacer para que las personas con discapacidad y sus familias ejerzan plenamente y sin restricción alguna sus derechos humanos, civiles y políticos no sea una banalidad o una cuestión ya resuelta en las normas escritas y para que sea una realidad palpable deberá mantenerse y trascender hacia las prácticas y la eliminación de la impunidad antes las acciones de discriminación y la exclusión por motivos de discapacidad.