Cuauhtémoc: ¿un gobernador de la patada?
En opinión de José María Román Román
El Estado, a través del gobierno, ha perdido la rectoría y el control de los penales en el estado. Aunque hablando claro, ha perdido también la función de gobernar. Dan palos de ciego en sus actos. Mientras esto sucede, el titular de la prevención, según versiones de las redes y de los medios, posa felizmente en una reunión en Chicago. La casa ardía y el señor Guarneros, feliz disfrutando de las canonjías y viáticos a costa de los contribuyentes, a costa de nosotros.
Gobernar un estado no solo requiere de popularidad y eso ha quedado demostrado, requiere de preparación y de asumir la responsabilidad del bienestar social. No basta ni una cara bonita ni la popularidad de un deportista. Gobernar no es un juego, gobernar es muchas veces tomar decisiones que no siempre son populares y que incluso pueden o deben afectar a la mayoría de los gobernados y que a la larga o mediano plazo producen su bienestar. Tenemos un Gobernador que está muy lejos de cumplir con las normas elementales del conocimiento de la función del gobierno, menos aún de lo que teóricamente es el estado y muchísimo menos está enterado de la filosofía del derecho y de las reglas elementales del ejercicio del gobierno. En otras palabras, tenemos un gobernador de la patada, diciéndolo en palabras llanas y practicando la realidad no tan solo deportiva, sino políticamente hablando.
Atlacholoaya y sus 6 ejecutados es solo la punta de lo que pasa en el gobierno. El de Cuauhtémoc es un equipo que tiene de todo, de aquí y de allá y al final, no tiene nada de nada. Se gobierna por inercia pero no hay proyecto y menos aún autoridad que se imponga o que imponga las leyes. Tenemos un gobernador que tomó la bandera de la venganza que el pueblo compartía y comparte en contra de Graco, pero que fue solo una falsa promesa, nada certero y cierto tiene en sus manos. Tomó como parte elemental de su proyecto político el reducir y eliminar la criminalidad que nos acongoja y estamos peor. Y nos es para menos, este gobernador está atado y nadie en el gobierno sabe a ciencia cierta qué hacer. El señor Guarneros está peor que Capella, el fiscal, no da una y se dedica a obstaculizar o en su caso ignorar las quejas ciudadanas sobre la criminalidad mayor, sobre el crimen organizado. Aquí hay de tres sopas, o es ignorante de su papel o es también cómplice y ya de plano para favorecerlo es incapaz. En cualquiera de los tres casos su labor se ve reflejada por la nula tarea de investigación, por los nulos resultados. Pero ahí está, defendiendo más los intereses del pasado régimen de Graco que lo impuso, más que los de la sociedad que supuestamente protege.
La matanza de Atlacholoaya es el ejemplo de un gobierno que deja que los penales se autogobiernen. Manda la delincuencia al interior, no manda el gobierno y eso es obvio y salió a relucir con los hechos recientes. El Secretario de Gobierno, por cierto muy cuestionado en su actuación en Veracruz de donde al parecer provienen los funcionarios principales de Cuauhtémoc, mas los importados de España y de los diversos equipos de futbol nos dice que aquí hay de todo, menos conocedores de la realidad del estado. En el colmo de la ridiculez el secretario de Gobierno, Pablo Ojeda Cárdenas, en conferencia de prensa, habló hace dos días de que tiene el control total de Atlacholoaya y que lo garantizaba. Verdaderamente ridículo porque los hechos lo desmienten y aún así tiene el descaro de declarar lo contrario. Y es obvio que todo falle, no nos conocen, no saben nuestras costumbres, ignoran la ubicación de nuestros pueblos y lo más elemental: no les importa. Ellos estarán aquí unos años si bien les va y partirán de regreso a sus estados y a sus países en el caso del señor Sánz, al pueblo, a la sociedad, que se la trague el león. Exactamente el mismo caminito que recorrió Graco, el tabasqueño que me queda claro se irá impune de lo que dicen que hizo y deshizo tanto él como toda su parentela.
Hay pocas esperanzas de cambiar, diría yo, nulas esperanzas. Ni la Guardia Nacional que es lo mismo de la Policía Federal anterior, ni nadie. Solo le queda a la sociedad una salida: Organizarse y tomar la justicia a fuerza de la razón y la costumbre, aunque eso va a significar en muchos casos las mayores injusticias. El pueblo no es juez y lo están obligando a serlo, el pueblo no conoce de leyes y tribunales y van a obligar a realizar sus propios tribunales cuya función será, como en las revoluciones, los tribunales de la venganza, donde todos serán y tendrán una lucha contra todos. El desorden pues, el desorden propiciado y fomentado por gobiernos inútiles que no le dejan más salida a la gente que el salvajismo. Atlacholoaya ya dio el ejemplo, ¿qué sigue?