Árbol inmóvil - Paralelismo de muerte
En opinión de Juan Lagunas
Entre el número de decesos por covid-19 (cinco) y los infectados: alrededor de 30, hay una línea límite etérea. De seguir esa tendencia, Morelos se seguirá sumergiendo en una espiral catastrófica.
Por ende, ahora -en la periferia-, el territorio estatal se sitúa en los primeros lugares. Emerge la siguiente interrogante: ¿el dique sanitario está en vilo? Todo indica que sí. El sector salud no está a la altura de la propagación de la pandemia. Sobre todo, en torno a los esquemas de prevención.
Los cuerpos inertes pertenecen (casi) a personas de la tercera edad, lo cual es peor aún para Marco Antonio Cantú Cuevas (y séquito adlátere): su estrategia no está incidiendo en este grupo.
No podemos descartar la negligencia de las personas; algunas siguen saliendo a las calles, plazas, mercados… O subestiman las medidas de higiene: lavado de manos con agua y jabón; utilización de gel contra bacterias; distanciamiento (1.5 metros) y demás. (Éstas se han dicho hasta la extenuación, a través de espacios de oralidad tribal). El ser humano es atávico. La muerte ronda su pensamiento.
Cantú (titular de salud) es una especie de resol impertérrito. Su estoicismo simboliza estupidez. Habla por instinto. Tendría que dimitir. Su presencia es inaceptable.
Mientras, la pandemia sigue avanzando (como un navío, sin cordajes, sobre el desierto). En esa medida, la desolación, traducida en fallecimientos, adquiere el dominio del estrépito.
Ningún funcionario podrá hacer nada. Los habitantes están a merced de diversos enemigos:
- Estulticia burocrática.
- Falta de capacidad.
- Simulación política (los diputados y algunos ediles lucran con la desgracia).
- Desinformación.
- Nula atención médica.
- Los brazos prolijos de la muerte.
INCLINACIÓN
Ante la consunción del duelo, te quedaste ahí (en la arista del río: en silencio). Fue la última vez que no te vi (de costado). No puede levantar el rostro; ¿tuvo sentido?
La escritura envuelve la adherencia no transitoria; el olvido antepone la caída de las lágrimas. No sé qué pasará. Sólo el Ungido posee la respuesta prístina y concreta. El laberinto de las paredes se ensombrece. Parece que se precipitará en el llano remoto.
ZALEMAS
Dice Charles Dickens: “La muerte, los incendios y los robos hacen a todos los hombres iguales”. Diego de Saavedra Fajardo, vate del siglo de oro, expone en “Ludibria mortis”:
Este mortal despojo, oh caminante,
triste horror de la muerte, en quien la araña
hilos anuda y la inocencia engaña,
que a romper lo sutil no fue bastante,
La existencia es una marejada de desaliento. El ser anhela el traslado sempiterno. Sin embargo, su ceguera le advierte de un camino sinuoso (como el océano en las lobregueces). Y, por tanto, hipa. Se aleja del vocablo que da vida eterna. Se siente solo. Anda a tientas y, de esa forma, experimenta impaciencia. Y sigue…
coronado se vio, se vio triunfante
con los trofeos de una y otra hazaña;
favor su risa fue, terror su saña,
atento el orbe a su real semblante.
El orbe es una sugerencia de instantes olvidados (por el estiaje de las manos de la nada). Por eso, se genera algarabía.
Donde antes la soberbia, dando leyes,
a la paz y a la guerra presidía,
se prenden hoy los viles animales.
La infamia y la sordidez se acentúan en el manantial de la intemperancia glacial.
¿Hasta el siguiente jueves? El Rapto es perentorio.