A Nivel Banqueta - Cuernavaca, la ciudad de la anarquía
En opinión de Francisco Valverde Prado
La palabra naco, según el Diccionario de mexicanismos, de la Academia Mexicana de la Lengua (México: Siglo XXI Editores, 2010), ”que se percibe como vulgar o de mal gusto", "que se percibe sin urbanidad o sin civismo”.
Todos sabemos que Cuernavaca necesita -a gritos- de una intervención quirúrgica. No nos referimos a cambios chiquitos ni fingidos, nos referimos a cambios de verdad, de forma y fondo. A la ciudad de Cuernavaca la gobierna la anarquía, el desorden, la prepotencia y la corrupción. Cualquiera que cuente con un cargo público, logotipo de algún sindicato o tenga relación con algún partido político, puede ostentarse de ser el mandamás de La Eterna primavera y de ser necesario, hasta presumirlo y charolearlo de la manera más naca posible. ¡Es correcto!, Cuernavaca está plagada de nacos. No por el color de su piel, clase social o lugar de nacimiento, pero sí por su universo cultural, conducta cívica y falta de urbanidad.
Las calles de Cuernavaca están tomadas por la delincuencia, la ilegalidad, los sindicatos y las sucias relaciones entre el gobierno y las pequeñas mafias. Relaciones que destruyen la ciudad a cambio de oscuros y sangrientos negocios. No somos pocos ni tampoco indiferentes, muchos queremos que Cuernavaca renazca pero la pregunta del siglo es cómo lograr el renacer de nuestra ciudad si contamos con una clase política que está plagada de delincuentes y en el mejor de los casos, de hombres y mujeres que buscan en el servicio público una forma de ascenso social. Digamos que aquella vieja costumbre de trabajar toda una vida para hacerse (decentemente) de algunos bienes, ha sido sustituida por un nuevo concepto: para que ganarlo y merecerlo si me lo puedo chingar en un ratito. Por si fuera poco, tampoco se necesita ser muy preparado, capaz o inteligente. Con ser ambicioso y astuto, es más que suficiente para hacerse millonario siendo diputado, regidor o algún otro puestecito.
Muchos somos los que queremos una Cuernavaca del siglo XXI, moderna pero verde y sí, es posible. Quizás uno de los principales obstáculos son los políticos de siempre y sus formas de lograr llegar al poder. Citando a Sergio Fajardo, ex alcalde de Medellín, Colombia: los que pagan para llegar, llegan a robar. Así que como habría de cambiar Cuernavaca si para ganar una elección, los aspirantes pactan con las mafias de ambulantes, de la basura y con cualquier otra que sirva para ganar algunos votos a pesar de ser el diablo mismo. Para que Cuernavaca pueda cambiar, es necesario y no negociable, el anteponer los intereses del ciudadano común sobre cualquier otro, de otra forma, será pan con lo mismo y una vez más, otro trienio o sexenio, tirado a la basura.
Basta con ir al centro de la ciudad para entender el estado en el que nos encontramos. Un primer cuadro completamente en ruinas, sucio, atiborrado de ambulantes, haciendo de la ilegalidad, su principal aliado. Lastimando a todos aquellos que si pagamos impuestos y cumplimos con la ley. Un centro de Cuernavaca que habla de una ciudad desordenada, sin autoridad, sin gobierno y sí, con un profundo olor a anarquía. En ese primer cuadro se entiende de manera muy gráfica quien manda en la ciudad: las
mafias, los que dan permisos a cambio de mordidas, y la falta de un gobierno que ejerza la autoridad, que por ley le corresponde. Dicho en español, en Cuernavaca es más fácil ser un pillo que un hombre de bien. Así que no nos asustemos de los resultados, ni tampoco nos hagamos los sorprendidos, una ciudad que idolatra al naco tiene consecuencias. Siendo la primera: una Cuernavaca sin urbanidad y conductas cívicas, una ciudad que premia al pasado de lanza y también lo respeta y hasta idolotra. Seamos honestos, es necesario terminar con las mafias si queremos dejar de ser un cochinero al que ya ni los perros sarnosos buscan acercarse.
Muy pronto tenderemos elecciones para elegir a nuestros representantes y lo único cierto hasta el momento, es que son las mismas momias de siempre, sólo que tiznadas por un color distinto, pero el olor a podredumbre es más intenso que nunca. Digamos que el próximo 6 de junio, día en el que habremos de votar, estaremos celebrando el regreso de los muertos vivientes, sólo que en lugar de palomitas y refresco, tendremos las clásicas despensas, sólo que más chiquitas, al igual que sus propuestas.
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