Serpientes y escaleras - Prometer no empobrece

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Prometer no empobrece

Los políticos ofrecen cambiar el rostro del estado, pero no pueden solucionar los problemas cotidianos de la gente.

 

Prometer no empobrece

A los políticos les gusta ofrecer el sol, la luna y las estrellas, elevan las expectativas de la población con promesas de mejorar el rumbo del estado y ayudar a todos los sectores. El discurso es recurrente sin importar el partido o el nombre del gobernante, pero casi siempre las ideas se quedan en palabras o acciones que no van más allá del momento. Los últimos mandatarios de Morelos prometieron mejorar las cosas, pero fueron incapaces de ayudar a sacar adelante el día a día de la gente.

El patrón se repite desde hace años y aunque se diga que estamos frente a un régimen distinto, identificado con los más pobres y decidido a combatir la corrupción, no hay un solo elemento que haga pensar que eso va a suceder. Peor: hoy se habla de más corrupción que antes, prácticamente en todos los espacios de la administración estatal.

Cualquiera que revise los discursos de los últimos cinco gobernadores podrá comprobar que es la misma historia contada de diferente manera; cada seis años cuando los políticos asumen el poder envueltos en un discurso de transformación que promete proyectos “de gran calado”, obras “de alta envergadura” y decisiones que impactarán a sectores completos y beneficiarán a las futuras generaciones.

El lenguaje de los políticos suele recurrir a terrenos épicos, como si gobernar fuera un ejercicio de oratoria y no un trabajo de administración. Uno a uno los discursos afirman que se realizarán inversiones históricas y decisiones que marcarán un antes y un después en la historia del estado, pero al final del sexenio el ciudadano se da cuenta que las palabras se fueron con el viento.

Ese es el problema que vivimos en México y en Morelos: mientras las palabras miran al futuro, la realidad diaria del pueblo permanece sin resolver. Hoy escuchamos que el gobierno estatal invertirá cientos de millones al campo, que mejorará el sistema de salud y transformará las escuelas en espacios seguros que funcionarán con energía solar.

Pero la realidad es otra: los campesinos enfrentan problemas muy serios que van desde los embates de la delincuencia hasta la falta de tecnificación del campo y apoyos para salir adelante; los servicios de salud están peor que nunca: hay pocos médicos y los que están tienen que trabajar jornadas dobles sin insumos, material ni medicinas. Y las escuelas que prometen convertirse en espacios seguros, son escenario de hechos delictivos, donde los alumnos y los maestros tienen que padecer la permanente falta de agua en los baños.

Es imposible que en unos meses Margarita González Saravia pueda revertir esta situación y sería injusto culparla de un problema añejo, latente en todo el país y cuya solución depende de muchos factores, empezando por recursos económicos que no tiene el estado. Precisamente porque el reto es enorme y supera la capacidad del ejecutivo, es imperativo que la gobernadora modere su discurso, deje de prometer cosas que no puede cumplir y dedique más tiempo a la administración de un gobierno que se le está yendo de las manos.

La luna de miel del régimen obradorista terminó y ahora estamos en una dinámica donde la jefa del ejecutivo comienza a ser cuestionada por la falta de resultados y la incapacidad de varios integrantes de su equipo. Aún se mantiene viva la confianza en una dama que se levanta muy temprano y se duerme muy tarde por estar trabajando, que invierte mucho tiempo en territorio y procura escuchar a todo aquel que se le acerca; en contraste se ha perdido la esperanza en un gabinete que visiblemente no está a la altura del reto, ni sigue los lineamientos de la gobernadora.

El esfuerzo individual de Margarita González Saravia ha dejado de ser suficiente para sostener la imagen de una administración que no marcha, que refleja una profunda división interna y en donde aparece una secretaria de Hacienda que en lugar de ser facilitadora del trabajo de todas las dependencias, se ha convertido en una aduana de poder, un factor de conflicto permanente y recientemente una figura que refleja corrupción.

Margarita González Saravia asumió el poder enarbolando dos ideas: acabar con la corrupción y dignificar el servicio público con resultados; diez meses más tarde la promesa sigue en el aire y las promesas parecen cada vez más lejanas, porque en los hechos aún no se percibe ningún cambio ni en acciones, ni en actitudes.

Antes de cumplir con el compromiso de llamar a cuentas a los corruptos del pasado comienzan a aparecer nuevas historias que refieren tráfico de influencias para obtener obra pública, contratos y negocios a cambio de un “regreso”; incluso vemos personajes que en el pasado reciente fueron referencia de acciones ilícitas, que están observados por la ASF y ya regresaron como proveedores a través de la oficina que tiene la llave de todas las dependencias.

Morelos está lejos de ser percibido como un estado donde las cosas están cambiando para bien y en lugar de eso comienza a crecer la idea de que la gobernadora está secuestrada por su propio equipo y ve la realidad a través de los ojos de quien encabeza los negocios del estado. Un ejemplo de que las cosas no están bien es el caso de la funcionaria que se está construyendo una residencia millonaria en uno de los fraccionamientos más exclusivos de Cuernavaca, sin que su sueldo ni su historial económico pueda justificar el gasto.

La política estatal ha caído en una paradoja: cuando más grandilocuente es el discurso, más evidente se vuelve la incapacidad para resolver lo básico. Se puede entender que la solución a los problemas añejos del estado tomará tiempo, lo que resulta inaceptable es que frente a esa realidad aparezcan figuras amparadas por el poder que hacen negocios millonarios, ponen el nombre de la gobernadora en la mesa para obtener beneficios económicos y traicionan la confianza de una mujer proba, cuyo pecado en este caso es ser un buen ser humano.

Lo que está en juego hoy no es el éxito de una administración, la primera en la historia de Morelos encabezada por una mujer, sino la credibilidad de las instituciones, la eficacia de un proyecto político que dice ser diferente y la imagen personal de una dama que a lo largo de su vida ha actuado de manera correcta y por las faltas de otros puede ser considerada peor que sus antecesores.

Cuando las promesas de un gobierno no se cumplen no solo fracasa el gobierno en turno, se erosiona la fe política como herramienta de cambio y en este caso particular, la confianza en las mujeres como un camino para que las cosas sean diferentes. Ese fallo, a diferencia de los megaproyectos incumplidos, sí deja huella en las futuras generaciones.

Quien revise la marcha del gobierno actual a partir de las promesas de la gobernadora dará cuenta que estamos frente a una gobernante distinta, alguien sensible, comprometida con su pueblo, deseosa de transformar las cosas y convencida del proyecto de Cuarta Transformación.

El problema es cuando se analiza a partir de resultados; ahí las cosas no se ven bien.

·         posdata

En casos de corrupción, el tiempo es un factor clave para los gobernantes. La corrupción en la administración pública se presenta en lo económico, pero también tiene rostro en la omisión.

Al gobernador Estrada Cajigal lo pillaron con los dedos en la puerta cuando detuvieron a su jefe de la policía ministerial en funciones; el panista no pudo desligarse del personaje ni tampoco se levantó de ese golpe. A Marco Adame le permitieron destituir a su secretario de seguridad unos minutos antes de que lo capturaran, pero el impacto del caso trastocó su gobierno e imagen.

A Graco y a Cuauhtémoc los cuestionaron por la complacencia que tuvieron con quienes desde su primer círculo realizaron negocios y traficaron con influencias; ninguno terminó bien y ambos se fueron con el sello de corruptos en la frente.

A la gobernadora Margarita González Saravia le urge tomar decisiones antes de que los problemas exploten; es secreto a voces que las cosas no andan bien y están plenamente identificados quienes operan al amparo del gobierno y hacen negocios poniendo por delante su nombre.

No es lo mismo que un personaje nocivo sea echado antes de que el escándalo reviente, a que el problema explote y luego sea expulsado.

En política los tiempos cuentan.

·         nota

La liberación de una persona detenida por ser el principal distribuidor de droga en la zona norte de Cuernavaca y en el corredor de la universidad, según lo dijo la policía estatal, es un hecho grave por sí mismo, pero no tanto como la constante que aparece en la actuación de algunos jueces del poder judicial de Morelos.

El juez que liberó a este personaje tiene en su haber un largo historial de casos similares, al menos ocho en los últimos meses y todos bajo la misma hipótesis que favoreció a El Belicón.

Antes que al sujeto avecindado en Lienzo del Charro, el juez determinó la liberación de seis personas por los delitos de secuestro agravado, contra la salud y portación de arma de fuego y extorsión agravada en cinco casos distintos.

Entre estos asuntos destaca el de un comisariado de bienes comunales que intentó extorsionar con dos millones de pesos a una persona a cambio de no arrebatarle su propiedad; cuando los dueños de la casa no pudieron reunir el dinero, su vivienda fue invadida por la fuerza. La víctima denunció, demostró los hechos lo que había pasado, pero el juez ordenó la inmediata libertad de los imputados.

Hace unos días la gobernadora exigió al nuevo presidente del Poder Judicial que se revisaran los casos donde los jueces fallan de manera recurrente en este sentido y la petición seguramente quedará como llamada a misa, porque Juan Emilio Elizalde es un personaje sin carácter, incapaz de resolver algo que le pueda causar problemas personales.

La justicia en Morelos está secuestrada a la vista de todos, la lucha de las autoridades que buscan la paz en la entidad es tortuosa, enfrenta la presión ciudadana, lucha contra la percepción y además tiene en contra a algunas autoridades del poder judicial que están coludidas con la delincuencia.

Y todo lo anterior sin mencionar las redes de protección políticas.

·         post it

A diferencia de la manera como actuaba Uriel Carmona, Edgar Maldonado anunció que no se quedará de manos cruzadas ante la resolución de un juez en el caso El Belicón: presentarán acciones legales en este y todos los casos que sean necesarios, dijo el fiscal al tiempo de confirmar que sí hubo algún tipo de presión contra los ministerios públicos.

El nuevo titular de la FGE es un abogado sobrio, preparado, respetuoso del estado de derecho, pero sobre todo honorable y totalmente comprometido con la gobernadora. En sus manos la fiscalía marcha por buen camino, pero hay que darle tiempo para que el cambio se comience a notar.

Y ayudarlo a mover de los juzgados a los jueces que protegen delincuentes.

·         redes sociales

Lo peor que le puede pasar al gobierno de Morelos, es que la impecable imagen de su titular se manche por acciones de terceros.

No se puede ni debe permitir que eso suceda.

Comentarios para una columna optimista: eolopacheco@elregional.com.mx

X: @eolopacheco

Facebook: eolopacheco

Instagram: eolopacheco

Threads: eolopacheco