Serpientes y escaleras - Percepción, el reto

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Percepción, el reto

La manera como la gente ve las cosas lo es todo. Percepción es realidad.

 

Percepción, el reto

Muchos problemas aquejan a la administración estatal, entre ellos la inseguridad, la violencia, la crisis política y económica, pero hay uno que les está causando un gran deterioro institucional: la percepción. Algunos temas son producto de años de descuido, otros son problemas sembrados por el régimen anterior y algunos más, resultado del golpeteo dentro del gabinete. Es importante que el ejecutivo atienda todos los aspectos, pero es urgente que opere en el terreno de la imagen pública para recuperar la confianza.

Según datos oficiales que proporciona el gobierno federal a través de distintas áreas de seguridad, el inicio del 2020 es menos violento que el del 2019, cuando en los primeros días de enero se registraron 70 homicidios. De diciembre a la fecha el panorama delictivo en la entidad mejoró un poco, los incidentes violentos disminuyeron y dieron pie a una especie de tregua de fin de año que se ha extendido hasta el arranque del 2020.

No podemos decir que el problema está resuelto, ni mucho menos suponer que las cosas han mejorado por alguna acción específica de las autoridades; simplemente algo sucedió después de la ejecución del jefe de la policía de Cuernavaca que panorama delictivo cambió y el estado entró a una especie de calma chicha que nadie sabe cuánto puede durar.

Como esta mejoría no es consecuencia de ninguna acción institucional, sino más bien una especie de coyuntura provocada por los propios grupos delictivos, es absurdo afirmar que estamos mejor que en el pasado; dicho de otra manera: los criminales son quienes pusieron una pausa y ellos mismos en cualquier momento pueden volver a subir la presión.

Pero en independencia de la tendencia delictiva y los resultados del plan de seguridad estatal, lo que Cuauhtémoc Blanco debe observar con atención es la percepción que la ciudadanía se ha formado de su gobierno. Es cierto que el problema de violencia es muy grave y que es producto de muchos años de errores, descuidos y complicidades, pero la paciencia ciudadana se ha agotado y por esa razón la gente ahora echa toda la culpa a este gobierno.

Según las autoridades estatales, la estrategia de seguridad pública está dando resultados y la incidencia delictiva disminuye porque los planes que se han implementado desde la CES sí funcionan. Supongamos que así es. El problema es que eso no lo cree la sociedad y por el contrario, para muchos el deterioro de la calidad de vida es cada vez más grande, igual que la inseguridad, la violencia y la impunidad; para el ciudadano promedio la estrategia de seguridad no sirve porque no se perciben buenos resultados.

Los muertos no mienten y las cifras aniquilan cualquier argumento: no se puede decir que vamos bien y que el plan de seguridad funciona, cuando el año pasado superamos todos los récords históricos de violencia y en los últimos meses se han aumentaron las acusaciones contra los mandos policiacos; se pueden decir muchas cosas, pero no es verosímil un discurso optimista con tantas manchas de sangre en la calle y en las casas.

Aquí llegamos al punto medular: entre lo que el gobierno hace y sostiene con datos, cifras y estadísticas y lo que el ciudadano común siente y percibe en las calles hay un mar de diferencia que hasta ahora no ha sido observado ni atendido por nadie en el equipo de Cuauhtémoc Blanco.

Desde hace años los morelenses nos hemos vuelto profundamente desconfiados de las autoridades y las razones sobran: sexenio tras sexenio hemos visto crecer y explotar las redes de complicidad entre delincuentes y funcionarios, somos testigos de la corrupción institucional y de la protección que se brindan entre políticos de todos los partidos. ¿Cómo podemos confiar en el gobierno cuando la mayoría piensa que las autoridades son las causantes de los problemas?

Por mucho que se esfuerce la administración de Cuauhtémoc Blanco en hacer ajustes internos es imposible que la situación mejore si no existe un cambio en la percepción. Mientras la gente siga viendo a las autoridades como parte del problema, mientras siga predominando la desconfianza ciudadana en las instituciones y no cambie el sentido de la información gubernamental, cualquier cosa que haga y diga este régimen será rechazado automáticamente por los ciudadanos.

Cambiar la percepción de las cosas es un reto enorme que implica una serie de acciones encadenadas que deben ir de la mano del manejo informativo; tiene que hacerse una modificación completa en las actitudes y formas de la autoridad, en la manera como se relaciona el gobierno con los distintos sectores y la forma como se comunica el gobernador con sus gobernados. El manejo de la percepción pública es muy difícil, sobre todo porque muchas veces no le dan la importancia que tiene; en ese terreno las administraciones pasadas fracasaron y pagaron un precio muy alto.

En el gobierno de Cuauhtémoc Blanco el manejo de la percepción no ha sido una prioridad, de hecho, ni siquiera entienden de que se trata. La problemática cotidiana del estado ha metido al ejecutivo en una dinámica de prisas, de crisis, de temas urgentes y situaciones inmediatas que han dejado de lado el proyecto de mediano y largo plazo que todas las administraciones públicas necesitan para trascender; a lo largo de quince meses de gobierno el tiempo se ha ido en atender problemas de corto plazo, sin trazar una meta que vaya más allá de las coyunturas.

De ahí derivan las calificaciones tan bajas que tiene el gobierno estatal y el desgaste de su titular; como no existe una estrategia de comunicación que incluya el manejo de la percepción, todos los problemas crecen, se magnifican y se convierten en desconfianza ciudadana.

El daño más grave que el gobierno de Graco Ramírez provocó a Morelos no fue el gigantesco saqueo de los recursos públicos, ni los pactos con grupos delictivos, sino la división social que su régimen causó y el encono ciudadano que provocaron sus actos.

Mientras el equipo de Cuauhtémoc Blanco no entienda y dimensione la importancia del manejo de la percepción pública, cualquier acción que lleven a cabo en el gobierno será insuficiente para revertir la molestia pública y la desconfianza en las autoridades.

“Es un problema de percepción” decía torpemente hace unos años el secretario de gobierno Jorge Messeguer cuando le preguntaban sobre los problemas que padecía el estado. A la vuelta del tiempo la percepción aniquiló políticamente al graquismo y a cada uno de sus integrantes.

  • posdata

La vida no ha sido sencilla para Alejandro Vera Jiménez luego de que concluyó su mandato como rector de la Universidad de Morelos. Lejos quedaron aquellos tiempos en los que el doctor Vera era un personaje querido y respetado por su buen manejo al frente de la UAEM y sus posturas firmes en contra del gobierno de Graco Ramírez.

Las cosas se le complicaron cuando se dejó seducir por quienes lo convencieron de meterse a la política y utilizar a la universidad como trampolín para buscar la gubernatura; todo iba bien en la carrera académica de Vera hasta que empezó a hacer campaña y utilizó a la comunidad universitaria para tratar de armar una plataforma electoral.

El cierre de ciclo de Alejandro Vera en la UAEM fue triste, porque sus enemistades personales se volvieron institucionales y el rector colocó a nuestra máxima casa de estudios en una situación sumamente complicada.

No hay duda que las intenciones del rector Vera al ampliar la matrícula y multiplicar la infraestructura universitaria fueron buenas, el problema es que administrativamente Alejandro no supo conducirse de manera correcta, confió en la gente equivocada y al final lo que inició como un buen deseo concluyó con una crisis financiera que hoy sigue agobiando a los universitarios.

Una cosa llevó a la otra: como rector de la Universidad de Morelos Alejandro Vera Jiménez priorizó su sueño político, descuidó su labor como jefe universitario y cometió errores administrativos muy serios que hoy ha comenzado a pagar ante un juez; en su equipo cercano hubo gente que abusó de la universidad, que actuó de manera ilegal y que lo comprometió legalmente.

El miércoles pasado quedó formulada la imputación en su contra por el presunto desvío de 450 millones de pesos; de acuerdo con la carpeta relacionada con la causa penal JC/860/2017, los imputados comprometieron los recursos de la UAEM destinados a salarios y servicios generales para supuestamente hacer obras. La Fiscalía Anticorrupción presentó ante una juez de control más de 30 datos de prueba contra de exfuncionarios de la universidad.

Este es solo uno de los temas legales pendientes que debe afrontar Alejandro Vera; se trata de los señalamientos de la Fiscalía Estatal Anticorrupción relacionados con el manejo de los recursos de la universidad; aún queda pendiente su responsabilidad en la administración del dinero que la federación envió a la UAEM a través de la Sedesol en lo que a nivel nacional se conoce como La Estafa Maestra.

Personalmente creo que los errores cometidos por Alejandro Vera en ambos casos tienen que ver con omisiones y descuidos administrativos, no con actos de corrupción; de cualquier manera el efecto legal es el mismo y la responsabilidad del ex rector lo obliga a ir a una batalla jurídica con un alto riesgo de purgar una pena corporal.

Durante varios meses Alejandro Vera Jiménez fue perseguido políticamente por el gobernador Graco Ramírez y sus diputados, una y otra vez trataron de sacarlo de la carrera electoral sin poderlo conseguir, pero fueron sus propios errores y descuidos en la administración universitaria lo que ahora lo tiene contra la pared.

Lo que hoy afronta el exrector no es un asunto político, sino la consecuencia del mal manejo de los recursos a su cargo; los costos de este proceso serán muy altos para Alejandro en lo personal, en lo político, en lo social y en lo económico.

Alejandro Vera Jiménez es un universitario talentoso, pero un pésimo político y un mal administrador; su fugaz paso por los pasillos de poder dejó de manifiesto que el servicio público y la cosa política no son lo suyo y que su teoría del caos no funciona.

Alejandro Vera es un soñador que permanentemente construye castillos en el aire, el problema es cuando los habita.

  • nota

Muy dura fue la crítica que varios medios nacionales hicieron al comisionado de seguridad por sus expresiones respecto a la muerte de un policía vial de Cuernavaca que intentó frustrar un asalto.

La declaración del almirante Guarneros fue, por decir lo menos, desafortunada, sobre todo porque el oficial en cuestión hizo lo que desde hace mucho tiempo no se veía en un policía morelense: atender de inmediato un llamado de auxilio.

Puede tener razón el comisionado de seguridad cuando habla de la falta de capacitación del elemento municipal, de sus errores de procedimiento o de la deficiencia de su equipo, pero para todos es evidente que el uniformado reaccionó como un buen policía y que de no haber sido atacado por la espalda por un tercer sujeto, habría logrado evitar el asalto.

Lo lamentable es que a pesar de que el policía vial dio la vida por tratar de cumplir con su deber, de parte del almirante Guarneros no hubo una sola muestra de reconocimiento a su esfuerzo, ni una palabra de aliento a su familia y compañeros. Sus expresiones lo dicen todo “Muy valiente, pero perdió la vida”.

A los cuerpos de seguridad del estado les hacen falta muchas cosas: capacitación, mejores salarios, equipo… pero también motivación.

Si no existen alicientes para que los policías hagan bien su trabajo, ni reconocimiento a ellos cuando cumplen con su deber, es muy difícil que las fuerzas del orden realicen su función. ¿Para qué actuar con valentía si nadie se los reconoce?

  • post it

Cerró otro negocio a causa de la inseguridad; los propietarios fueron amenazados, les cobraron piso y al negarse un grupo armado rafagueó el lugar.

Es la historia que se repite una y otra vez, aunque para las autoridades de Turismo este tipo de cosas no son importantes, ni afectan al turismo porque se trata de negocios que solo brindan atención a consumidores locales.

Triste realidad la que se vive hoy en nuestro estado y en nuestro país.

Lo bueno es que vamos bien.

  • redes sociales

¿Ya le preguntó alguien a Margarita Saravia que opina de que cerró otro negocio? ¿O a Guarneros?

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