Serpientes y escaleras - ¿A dónde se fueron los líderes?

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - ¿A dónde se fueron los líderes?

Muchos presumían un enorme liderazgo, hasta que se contaron los votos.

 

¿A dónde se fueron los líderes?

Durante años hemos escuchado a los políticos morelenses presumir de su liderazgo, de sus estructuras y de la fuerza electoral que tienen más allá de sus partidos. La frase no distingue colores ni género, por todos lados se escucha esa expresión entre actores de la vida pública que presumen un capital social personal, gente que les sigue a donde vayan y grupos que dan resultados en cualquier escenario sin importar las siglas que los abanderen. En la elección del 2021 la realidad quedó expuesta: no todos son lo que presumen.

Recuerdo que después de la elección del año dos mil Juan Salgado Brito renunció a su militancia tricolor, lo hizo en un ambiente de inconformidad generalizada tras la derrota frente del PRI frente al PAN y en un plano donde el personaje en cuestión gozaba de una visible simpatía popular.

Muchos pensaron, porque así lo declaró Juan, que con el excandidato se irían miles de priístas fieles a su grupo, personas que históricamente se habían identificado con su figura; pero no fue así. Juan Salgado Brito renunció al PRI y solo algunos le siguieron a pesar de que acababa de obtener miles de votos en una elección; los priístas de ese momento simpatizaban con Juan, pero no al grado de renunciar.

Como estas historias hay muchas, algunas de las más recientes son las de los priístas Matías Nazario y Amado Orihuela o la del panista Javier Bolaños; los tres eran sin duda referentes en sus partidos, eran queridos y tenían liderazgo, pero quedo claro que su fuerza no era unipersonal, sino el resultado de la mezcla persona-partido.

Una de las tantas cosas que mostró la elección del 2021 es que en Morelos ya no hay liderazgos estatales, solo sobreviven algunos regionales con una influencia limitada; las derrotas de varios personajes que se asumían como líderes o con estructuras electorales expuso que solo se trataba de espejismos, del sueño de quienes se sobrevaloraron y perdieron el pulso social de las cosas.

Veámoslo de esta manera: los liderazgos políticos son el resultado del tiempo y la circunstancia combinados con los factores personales que añade cada personaje; Javier Bolaños Aguilar era uno de los candidatos más rentables de esta elección, pero lo era montado en las siglas de Acción Nacional. Amado Orihuela también parecía una figura electoralmente muy fuerte, pero quedó claro que sus simpatizantes no lo siguieron en una aventura política que terminó siendo un fracaso.

Lo ocurrido en este contexto es bueno para todos porque implicó una depuración natural en el escenario político estatal; a los partidos les sirve porque en algunos casos se libraron de cacicazgos que les dañaban; y para el ciudadano porque ahora puede ver a cada quien en su lugar y en su justa dimensión.

Hacia el futuro habrá que ver qué políticos logran reinventarse y desde que plataforma pueden regresar a la actividad pública. La carrera por la gubernatura ha comenzado desde ahora, antes incluso de que las autoridades electas tomen protesta del cargo porque para muchos ha quedado claro que las reglas del juego han cambiado.

Ningún partido en Morelos tiene un liderazgo sólido: en Morena los Rabines perdieron terreno y ya no llevan la voz cantante en la definición de candidaturas, empezando por la de gobernador. La dirigencia panista está contenta con los resultados, pero saben que su victoria no fue resultado del trabajo partidista, sino de una serie de factores externos que empiezan por haber impulsado un candidato rentable en Cuernavaca que, dicho sea de paso, no es militante de Acción Nacional.

El PRI buscará resurgir a partir de lo que queda, pero esto implica la refundación total de la institución y el saneamiento de sus filas; digámoslo como es: si los priístas intentan volverse una opción atractiva para los votantes se tienen que quitar de los personajes que lo han lastimado por más de veinte años, empezando por el grupo de las Maricelas.

Con los resultados a la mano es más o menos sencillo advertir cómo será la competencia del 2024: por un lado estará Morena, quien podría llevar esta vez un candidato propio o podría volver a hacerlo con una figura impulsada por el gobernador Cuauhtémoc Blanco, como ocurrió en el 2018 y en el 2021. Si fuese un candidato propio la mano ya no la tiene Rabín Salazar, frente a él está la senadora Lucía Meza y los alcaldes Rafael Reyes y Juan Ángel Flores.

Del lado opuesto sin duda hay que tomar en cuenta a José Luis Urióstegui, quien de hacer un buen papel como alcalde de Cuernavaca tendría todos los elementos para buscar la gubernatura por cualquier partido. El abogado es el candidato natural de Acción Nacional, pero su perfil ciudadano no lo descarta para competir por cualquier fuerza política si en el camino pierde su relación con los hermanos Terrazas.

El 2021 no acabó con los líderes políticos de los partidos, simplemente colocó a cada uno en el lugar que le corresponde.

 

                                                

 

  • posdata

El cabildeo entre diputados locales electos ha comenzado, los primeros en encontrarse fueron Agustín Alonso, Francisco Sánchez y Alberto Sánchez, los tres expresidentes municipales de Yautepec, Yecapixtla y Xochitepec, respectivamente.

El motivo de la reunión es obvia: los tres son actores políticos experimentados, con intereses electorales y la legítima aspiración de ocupar los órganos de control en la cámara de diputados y presidir las comisiones más importantes.

Ellos como otros personajes más se están reuniendo, tratan de generar acuerdos, alianzas o ideas de cara al arranque de los trabajos legislativos de la 55 legislatura el primero de septiembre. Nada hay de sorprendente en ello, si acaso lo llamativo es que se trata de algo distinto a lo que pasa en el congreso actual, donde sus integrantes no han sido capaces de ponerse de acuerdo en nada.

No hay que perder de vista a estos tres diputados, porque seguramente ocuparán un papel preponderante en la siguiente legislatura; ojo: Agustín Alonso representarán una fracción parlamentaria porque no habrá más legisladores de Nueva Alianza y Beto Sánchez será uno de los dos diputados que tendrá el PRI, pero ambos son políticos de carrera, hábiles en la operación y sin duda jugarán un papel principal en el próximo parlamento aún siendo minoría. Francisco Sánchez, por otro lado, es miembro de la segunda fuerza política del congreso, pero quizá no sea el coordinador del grupo porque el afecto de los hermanos Terrazas lo tiene Oscar Cano, un tipo bueno, dicharachero, pero sin el nivel político de Sánchez Zavala. ¿El exalcalde está operando por indicaciones de su partido o anda por la libre?

Pero lo interesante no está solo en lo que hace esta tripleta de diputados, sino en la notoria ausencia de Morena. El Movimiento de Regeneración Nacional tendrá el mayor número de legisladores, pero su falta de actividad puede ser el preámbulo de lo que veremos en los próximos años.

Recordemos que en el congreso actual Morena fue la primera fuerza y nunca se notó, que en algún momento tuvieron el control absoluto de la cámara y en lugar de traducirlo en acciones políticas se vieron envueltos en conflictos internos que los dividieron, los confrontaron y los llevaron a lo que ahora vemos. Un dato más: en la 54 legislatura los diputados de Morena eran rabinistas y en la 55 varios de ellos también se identifican con Rabín Salazar. Esperemos que no terminen haciendo lo mismo.

En política quien se mueve primero no es necesariamente quien gana, pero viendo el perfil de los diputados electos y su actuar de cara a una legislatura sumamente compleja pareciera que la línea de mando no estará en manos de Morena y eso puede ser muy peligroso para la 4T.

Algunos morenistas radicales están felices de que el manejo de la cámara pudiera estar en manos de quienes le guardan un rencor personal al gobernador y parecen decididos a llevarlo a juicio, pero tendrían que pensar que localmente la suerte de Cuauhtémoc Blanco está directamente ligada al futuro de Morena en las elecciones del 2024. Más claro: le pegan al gobernador y le pegan a la 4T.

¿Ya entendió Morena lo que puede suceder en la 55 legislatura de Morelos?

  • nota

Muchos reflectores se han puesto en la figura del alcalde electo de Cuernavaca José Luis Urióstegui Salgado; el abogado está emocionado de tener todo el tiempo cámaras frente a él y comienza a cometer imprudencias. Su última declaración sobre el no refrendo del convenio del mando coordinado de policía es llamativo, porque advierte que la capital saldrá del programa estatal de seguridad por falta de resultados.

Tiene razón Urióstegui al decir que el Mando Coordinado no ha cumplido lo prometido, pero se equivoca al suponer que manejando él la policía las cosas van a cambiar. Muchas veces lo he escuchado hablar de cuadrantes de seguridad, botones de pánico y diversos programas de colaboración ciudadana para inhibir el delito. Todo suena bien en el papel, pero difícilmente funcionará en la realidad. No sucederá al menos en el corto plazo.

El abogado es un apasionado del tema policiaco (quizá debió buscar la CES en lugar de la alcaldía) y románticamente piensa que la violencia se acabará con ideas creativas y buena voluntad. Ojalá así fuera.

El problema es que en materia de combate al delito Cuernavaca no tiene ni los elementos, ni los recursos, ni la estructura, ni la fuerza necesaria para enfrentarse a los cárteles que se han apoderado de la ciudad desde hace varios años. Si el alcalde electo apuesta su gobierno a la solución del problema de inseguridad va a fracasar estrepitosamente, porque hay forma de lograrlo en tres años; recordemos que Graco Ramírez prometió resolver el problema delictivo en 18 meses; no lo logró y fracasó.

Urióstegui camina en arenas movedizas: si el gobernador le toma la palabra y le regresa el manejo de la policía es muy probable que la próxima administración capitalina tenga en la inseguridad su talón de Aquiles, porque el combate a la delincuencia no se puede dar en solitario, ni se ganará con romanticismo.

El exceso de reflectores ataranta hasta a los hombres más prudentes.

  • post it

Los perredistas morelenses lloran la muerte de su partido; “Es una desgracia” dice Sergio Prado, funcionario del comité estatal solaztequista e incondicional de Rodrigo Gayosso.

La desaparición del PRD es inminente a pesar de que algunos militantes confíen que en un recuento final aparecerán los votos que necesitan para mantener el registro; junto al de la Revolución Democrática se irán una docena más de partidos que no obtuvieron el respaldo de la ciudadanía.

¿Qué pasará con la militancia del PRD? Si es que aún les quedan algunos ¿Darán el salto natural a Morena?

La política morelense no será la misma sin el solaztequismo, se extrañarán a las viejas figuras de izquierda como Nacho Suárez, Julián Vences y otros más que hace años le dieron forma a un movimiento de izquierda verdaderamente representativo de las causas sociales. Nada se añorará del PRD de Graco, Gayosso, Messeguer, Tencha Figueroa, Manuel Agüero y demás titiriteros que lucraron con el poder y se acabaron la franquicia.

Sin duda la desaparición del PRD es una tragedia, pero para los perredistas cupulares que no saben trabajar y han vivido de la política por muchos años. Para los demás ciudadanos es un alivio, un partido menos que mantener.

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Y que le hackean las cuentas al PES. Karma, le dicen.

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