Secreto a voces - El suicidio de jóvenes itamitas…
En opinión de Rafael Alfaro Izarraraz
Carlos Alejandro Noyola (El Universal, 15/12/19), en un artículo de opinión lanzó una frase lapidaria: “Culpo al ITAM”. Se trata de una acusación dirigida a hacer responsable a esta institución del suicidio de tres estudiantes, el último ocurrido el miércoles pasado. Dice Noyola que, efectivamente, el tema del suicidio de los jóvenes itamitas puede encontrar como causa a aquellas a las que tradicionalmente se han acudido para explicar el fenómeno; sin embargo, destapa la existencia de una serie de prácticas al interior de esta institución que pueden concebirse como factores que pudieron haber incidido en la decisión que los jóvenes tomaron en última instancia, quitarse la vida.
Sin que necesariamente sea este el orden, se pueden considerar como factores del suicidio en jóvenes los ocasionados por trastornos psicológicos, aquellos que provienen del consumo de drogas, abusos físicos, humillaciones, enfermedades incapacitantes, desigualdades sociales, privaciones y pérdidas económicas, decepciones amorosas, la pérdida del trabajo. Además de que los suicidios, aunque no todos se registran, llegan ser un factor cuyas estadísticas rebasan a otro tipo de problemáticas que llevan a la muerte. Ver a Bedout ((https://www.redalyc.org/pdf/2990/299023508007.pdf).
Si en la actualidad, el tema del suicidio es un asunto de salud pública, entonces se estáenviando una señal a la sociedad acerca de cómo se debe observar tal fenómeno. Y, entonces, al valorarlo como un asunto de salud pública se está remitiendo el fenómeno y sus potenciales explicaciones al ámbito médico. Por tanto, hago abstracción de aquello que tiene que ver con valoraciones de otro tipo, en donde es probable que encontremos los datos reveladores acerca del fenómeno. Si nos atenemos a la definición de suicidio como un asunto de salud pública no vamos a comprender cabalmente lo que ha ocurrido en el ITAM y, seguro, en otras instituciones.
Noyola relata una serie de experiencias personales y de conducta de algunos profesores, así como de personal que ocupa puestos de dirección dentro de la institución, como el no aplicar sanciones a quienes, de entre sus miembros, promueven conductas asociadas con la misoginia y el machismo, además de una soberbia incontrolable de algunos académicos. Este ambiente no puede estar disociado del contexto en el que se ha consolidado este proyecto educativo del ITAM, de los más exitosos (según se le vea, para muchos suele ser una desgracia) al grado tal que lograron eslabonarse con las corrientes políticas y académicas mundiales que promovieron el neoliberalismo.
Y si los suicidios tienen que ver con lo que pasa en el ITAM, lo que señala Carlos Alejandro, es algo que inevitablemente apunta a la manera en cómo se concibe la educación en México, sobre todo en los últimos tiempos. En la actualidad, orientada a la consecución de un empleo bien pagado, para lo cual se requiere del prestigio que puede otorgar, como sustento, no tanto el título que es importante por supuesto, sino la marca educativa de instituciones sobre todo de carácter privado. La promoción y ocupación de un espacio de una determinada marca educativa tiene sus costos no sólo económicos.
Para fundamentar al neoliberalismo se fortalecieron instituciones con ese perfil. Aquí estamos hablando, ni más ni menos, de un centro educativo vinculado a un proyecto mundial de economía como fue el modelo neoliberal. El cual, durante las últimas décadas, tuvo en sus programas la fuente inspiradora de la aplicación del neoliberalismo. Y por ello, de múltiples alianzas con grupos de poder del vecino del norte, así como de grupos de poder locales sin excluir por supuesto a sus intelectuales. No es de extrañar, por tanto, que ese modelo neoliberal este profundamente enraizado no solamente en la teoría del libre mercado, sino igualmente en el individualismo y sus derivados, la soberbia del triunfador solitario que ve por encima a los demás después de haber logrado sus éxitos personales, pero dejando una estela de “vencidos”.
Porque otorgar un título en estas instituciones implicó según sus creencias, y puede que todavía así se conciba para muchos trasnochados, el pase automático a un mundo que durante décadas dominó el escenario político nacional e internacional. Era asegurar un capital político que posteriormente se podría traducir y cambiar por algún tipo de empleo y que mejor que ese prestigio que supuestamente otorgaba esta institución a los egresados, que para otros puede significar desprestigio. La soberbia con que sus promotores concibieron el mundo plasmado en el neoliberalismo, es el mismo que describe Noyola en el trato de los académicos (no todos, me imagino), dan a los estudiantes.
El ascenso de instituciones educativas de carácter privado ha ido de la mano del posicionamiento de algunos grupos económicos, cuya manera de pensar está totalmente en asincronia con la concepción que se tiene de algunos fenómenos en la actualidad, el tema de la violencia y las mujeres. Otorgar un título, entendido como el acto educativo y poder no es solamente un papel que simboliza el grado. Se trata, además, de que el paso por alguna de estas instituciones por parte de los aspirantes a obtener cierto prestigio implica un proceso también de interiorización de determinadas visiones del mundo y prácticas sociales.
Pero los suicidios no solamente ocurren en instituciones privadas sino también públicas. Existen carreras que por alguna razón tienen un elevado número de jóvenes que se suicidan. Igual, no descartamos los hechos asociados a factores de los propios jóvenes, pero urge que la educación superior sea renovada porque ahí se pueden encontrar otras explicaciones a este fenómeno. No sabemos a qué realmente está dirigida la educación, porque la idea universalista o la de formar profesionales deben ser profundamente reflexionadas. La figura del académico, la manera de aprender, los exámenes, el pase de lista, etcétera, deben revisarse.
Se debe revisar el modelo que tiene a unos cuantos profesores de tiempo completo y con SNI, mientras existe una gran mayoría de profesores que viven de las horas clase, que son la mayoría y para quienes resulta insoportable estar ganando menos de cien pesos la hora como profesores universitarios. Algunos combinan el trabajo con el manejo de Uber o con el trabajo de repartidor de esta misma empresa, por medio de una aplicación. Estos últimos se han convertido en una especie de Atlas que sostiene a la educación superior, pero que son sacrificados en el altar de universidades que buscan obtener reconocimientos sin mucho sentido…