Secreto a voces - Pandemia y Estado
En opinión de Rafael Alfaro Izarraraz
La pandemia actual tiene su origen en el daño que le ha causado al ambiente el modelo de sociedad occidental depredador de la naturaleza. Actualmente, ese daño se puede apreciar en el impacto social que ha tenido en la salud de millones de seres humanos la aparición del virus conocido como Sars Cov2. La pandemia ha traído paralelamente una serie de elementos que deben ser analizados y que implica valorar el papel del Estado en el mundo y en México, con respecto a la actual pandemia.
En los hechos, la pandemia le ha regresado, potencialmente, a los Estados el papel de rectores de la política en materia de salud en el mundo. Lo anterior, después de haber pasado por una etapa en donde la centralidad del papel del Estado en la sociedad se había venido debilitando, en virtud del ascenso del modelo privatizador. Este modelo había logrado éxitos importantes al desplazar al Estado de una de sus funciones: la de velar por la salud de sus ciudadanos.
Recordemos: entre el Estado y el capital, que es el corazón de la sociedad industrial, no siempre ha existido una relación de armonía. El Estado que había surgido, de acuerdo a las teorías hobbsianas, como una especie de “monstruo” capaz de imponer la paz a la lucha de todos contra todos, condición que prevalecía entre los individuos en su estado de naturaleza, siempre ha tenido que soportar los embates de la lógica del capital. Para este último, el Estado debe ser una entidad al servicio del capital.
Por supuesto que el Estado históricamente hablando es un Estado cuya función ha sido el mantenerse al servicio de la revalorización del capital. No quiero negar el papel del Estado en la sociedad industrial en general, solamente me refiero, con los anteriores señalamientos, a las relaciones entre Estado y capital en su evolución histórica. En esa historia, el Estado y el capital no son segmentos homogéneos socialmente hablando, sino que se mueven en la lógica de una multiplicidad de intereses que hace de su relación una relación con momentos de amor y desamor.
Pues bien, en eso estábamos durante el periodo neoliberal cuando surge la pandemia. El Estado había sido desmantelado y perdido su centralidad que le había otorgado la fase keynesiana de la posguerra. La aparición de la pandemia le ha devuelto al Estado por lo menos en el plano de las políticas de salud, un papel central. Avanzar hacia una mayor centralidad del Estado que modifique la relación adversa impuesta por el neoliberalismo, dependerá de factores sociales y de la manera en que la sociedad reaccione ante la pandemia. Veamos algunos aspectos.
La renuncia de EU y su colonia Gran Bretaña al modelo neoliberal, no significó en automático el fin del neoliberalismo. En la mayoría de los países los gobiernos neoliberales no habían abandonado sus políticas que incidieron en el debilitamiento de la centralidad del papel del Estado en la sociedad. De tal suerte que mucho de ellos, ante la pandemia, reaccionaron en la misma lógica y como si el neoliberalismo todavía siguiera dictando sus políticas. En Latinoamérica, algunas naciones se endeudaron y continuaron empeñados en aplicar las políticas de debilitamiento de la entidad estatal.
En otros casos como ocurrió sobre todo en Europa, los gobiernos neoliberales que habían vivido el neoliberalismo y que aplicaron las políticas de reducción del papel del Estado en la sociedad, fueron tomados por sorpresa y actuaron con cierta negligencia ante la pandemia. Si los hospitales fueron rebasados por los ciudadanos que fueron masivamente contagiados, esto se combinó con la existencia de una estructura de salud en pleno vuelo hacia la privatización de los servicios médicos y de salud.
Habrá que esperar que ocurre en la vida política de esas naciones, pero por el momento las mismas élites siguen al frente del mega proyecto de unidad europea, como un modelo que trató de disputar a China y Rusia un lugar en el concierto mundial ante el evidente debilitamiento del imperio norteamericano. No van a renunciar a ese proyecto y la atención a la pandemia, de la que no salieron muy bien librados porque en su momento más importante privó la rapiña entre ellos por los medicamentos, parece no haber movido un centímetro las posiciones de estos grupos frente al proyecto supra estatal de unidad europea.
En el caso de Estados Unidos, el retraerse a sus propias fronteras de ninguna manera significó modificar el papel del Estado como un agente que tradicionalmente ha estado al servicio del capital. Esto se puede apreciar muy claramente en la actitud de Trump ante la pandemia. La política de aislar a los expertos y minimizar su experiencia, tiene una lógica: evitar que la pandemia impacte las relaciones entre la sociedad y el capital, en donde el Estado ha sido relegado en su función de tareas de salud. La muerte de miles se ha impuesto como un sacrificio que la sociedad tendrá que pagar ante el interés del capital por mantener su hegemonía ante el Estado norteamericano.
La respuesta del Trump ante el movimiento del “Black lives matter” no es otra que el mantener el estado de cosas tal y como están. Este movimiento, no es solamente un movimiento en contra el racismo, en sus manifestaciones más visibles va dirigido a cuestionar el origen mismo del Estado norteamericano cuya “grandeza” tiene como matriz la brutal explotación de los esclavos traídos de África. Habría que valorar lo que ha dicho Alfredo Jalife de la situación norteamericana: que ahí se vive una guerra civil…
En el caso del Estado mexicano, éste se ha fortalecido con el surgimiento de una corriente nacionalista como el obradorismo, que arribó al poder previo a la pandemia. Ante la inexistencia de una clase burguesa sólida como en otros países y de un segmento de ella que la represente, los avariciosos políticos mexicanos representados por el PRI y el PAN, autoasumieron el rol de representar los intereses privados; sin embargo, han dejado una estela de corrupción de la cual cualquier clase burguesa decente debería de avergonzarse.
Lo más grave es que si el Estado no se fortalece como resultado de la pandemia en el mundo, el impacto del COVID-19 no se detendrá ni siquiera teniendo una vacuna, que tardará uno o dos años por lo menos. Hace falta un nuevo rol del Estado en el mundo, para atender los daños causados a la naturaleza, de lo contrario ya no habrá retorno a ninguna normalidad con todo y vacuna.
Pero ello depende de la sociedad, todavía atolondrada por el fenómeno y que aún espera y confía en que sea controlado…