Pena de muerte, ¿es necesaria?
En opinión de José María Román Román
A raíz de los hechos violentos contra Ingrid Escamilla que filtraron la forma cruel en que fue asesinada y desmembrada en la Ciudad de México, las exigencias en las redes de aplicar la pena de muerte para el autor, sumado a lo que la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum mencionó de que solicitará aplicar la máxima pena contra el autor, más los hechos igualmente crueles suscitados en Morelos, en los que la saña y crueldad con que se ejecutan destacan, la necesidad de hablar sobre la pena de muerte que es ya para muchos mexicanos, la única solución viable ante la ola incontenible de criminalidad y sobre todo, de combate a la impunidad.
Personalmente me niego a aceptar el término “feminicidio” con que se clasifica a estos hechos porque creo que es un juego perverso del idioma para calificar lo que en esencia es homicidio con todas las agravantes y con todos los excesos. Particularizar el nombre, ni le da coto de poder para resolverlos y sí, se hace una indebida separación de lo que se trata del ser humano y no del sexo. Decir “feminicidio” al asesinato de una mujer por motivos inherentes a su condición sexual es llegar al extremo de clasificar o llegar a clasificar las muertes de acuerdo a las causas, que pueden muchas. Tendríamos “hombricidio”, tratándose de un masculino por las mismas causas del sexo, que igualmente se dan, o decir “niñicidio” por su edad cuando la víctima está en ese proceso de desarrollo, o “niñicidia” por tratarse de una niña es un absurdo y a eso estamos llegando.
No han faltado los folklóricos del idioma que quieren que en los mayores de 50 años se les mencione como “viejicidio” o “viejicidia”, otros alegan que la calificación también pueden ser por su preferencia sexual y así tenemos, “homicidio u homosexualicidio, o homosexualicidia si es mujer, etc. La perversión y la burla del pueblo en un tema tan delicado salen a flote en un tenebroso asunto en el que lo más esencial e importante es el hecho, no la condición de la persona.
La crueldad con que los actores o ejecutantes de las muertes violentas en extremo son de llamar la atención y nos refieren el grado de degradación a que ha llegado la sociedad criminal para ejecutar sus venganzas. Es intolerable y ofensivo ver la forma como las muertes se suceden. La crueldad solo refleja el grado de salvajismo que por culpa del gobierno, y no del actual únicamente, quiero aclarar, ha concluido en estos horrendos hechos. De por sí la muerte violenta es en esencia una crueldad que choca con nuestros conceptos de vida. En términos generales la muerte es un hecho que lastima, no importando la condición en que se produzca, pero desde luego es más impactante emocionalmente cuando ésta se da en forma violenta y sobre todo en forma además de violenta, cruel y salvaje.
En Morelos hemos tenido de todo, desde un niño en Tejalpa que se dedicaba a ejecutar y destazar los cuerpos de las víctimas, producto de un aprendizaje de los adultos que le inculcaron como forma de ganarse la vida, el privar la existencia de otros seres humanos, destrozando sus cuerpos. Hemos pasado por la etapa del destazar los cadáveres y al desmembrarlos, exhibirlo públicamente con mensajes. También circulan en las redes los asesinatos que el crimen organizado generalmente ejecuta y exhibe como forma de buscar amedrentar a la sociedad y como forma de desmoralizar a sus oponentes, cuando no por venganzas y traiciones dentro del mundo de la criminalidad.
Todo esto se produce ante la presencia y la mirada pasiva de las autoridades que no han logrado o querido por lo que Usted quiera imponer el orden y el respeto a la ley. No se puede alegar ignorancia, ni se puede alegar únicamente incapacidad, en cambio sí se puede deducir que hay complicidades. ¿Por qué?, por lo que Usted quiera deducir pero que podemos intuir que por miedo, por corrupción, por sociedad, y por cualquier otra cosa, menos por ignorancia. Es en sí, o puede ser por incapacidad. Ante los hechos, la pena de muerte se convierte en una necesidad, porque ya no somos capaces de imponer el orden legal y natural de las cosas con la ley que tenemos y que nos rige. Es por eso que discutir la pena de muerte para aplicarla con sus normas elementales para no provocar injusticias y más muertes de las que ya se dan y que se darían desde la esencia del derecho, es para muchos una necesidad impostergable. En una democracia todo es posible si la voluntad del pueblo lo decide, incluso por encima de tratados internacionales que lo impidan. Somos nosotros quienes debemos de resolver nuestros problemas y somos nosotros quienes debemos de incursionar en esa posibilidad como una medida desesperada para contener lo que no hemos podido: Las matanzas y sus formas. Nosotros como sociedad estamos por encima de las leyes y de la autoridad porque somos los autores del esquema social que tenemos, luego entonces, cambiarlo y endurecer las penas en el mismo rango en que las crueldades se dan, puede ser una posibilidad que al menos, públicamente debemos de discutir y en su caso, votar. La autoridad es inútil, es cómplice, es incapaz, es socia del delito en apariencia, entonces tomemos las riendas de nuestro destino para imponer el orden indispensable para nuestra convivencia y sobrevivencia.