Observador político - Promesas que no se cumplirán
En opinión de Gerardo Suárez Dorantes
A partir de enero del 2021 Cuernavaca y los demás municipios de Morelos tendrán un cambio radical. Ya no habrá delincuencia, los baches desaparecerán, la gente no volverá a padecer jamás carencia del agua potable y el desarrollo económico, político y social contribuirá en un mejor nivel de vida de sus habitantes… bueno, al menos eso es lo que dicen los candidatos que buscan ser alcaldes y quienes han prometido resolver todos y cada uno de los problemas que aquejan a la ciudad.
MUNICIPIO EN CRISIS.- A sólo dos semanas y días para la elección del seis de junio, los 19 candidatos que contienden por la presidencia municipal de Cuernavaca, todos sin excepción, han escupido al cielo y han hecho promesas que son prácticamente inviables de resolver a corto plazo, menos aún en sus primeros tres años de administración. Más aún, si se toma en consideración que la capital de Morelos está ahorcada financieramente y hoy en día, tiene una deuda de casi dos mil millones de pesos, a razón de que en el trienio de Manuel Martínez Garrigós, se inició con los créditos por más de 600 millones de pesos. A la fecha, han crecido desproporcionada y alarmantemente, por lo que las finanzas de la comuna están más comprometidas que nunca para poder atender y cumplir con todas las promesas de campaña que siguen ofreciendo los abanderados políticos.
Es irreal querer convencer a la gente que resolverán el gravísimo problema de la incidencia delictiva cuando este es un tema que, directamente por ley le compete al Estado y a la Secretaría de Seguridad Pública. Todo ello, pese a que el artículo 115 de la Constitución federal, refiere que entre sus facultades se encuentra seguridad pública, en los términos del artículo 21 de esta Constitución, policía preventiva municipal y tránsito, algo que ya quedó en el olvido derivado del decreto que emitió Graco Ramírez Garrido en su administración para mantener el control absoluto de las diferentes corporaciones policías y que hoy las tiene aglutinadas el gobierno actual a través de su mal llamado Mando Coordinado.
Los actuales son tiempos de escuchar, de reír y hasta de llorar por las promesas, muchas de éstas inviables e imposibles de atender y de cumplir pero que las siguen haciendo los candidatos, hombres y mujeres, en su afán de ganarse la confianza y el voto de los electores.
Más aún, porque la mayoría de los candidatos y sobre todo los punteros, en ningún momento están interesados y comprometidos con quedarse los tres años si les favorece el voto, no, en razón de que esta elección del 2021 es la antesala de los comicios para la gubernatura del 2024.
UN PRIETITO EN EL ARROZ.- La política desde sus orígenes tiene como su premisa principal la de servir a los demás. La política es una actividad eminentemente pública, por lo tanto, está siempre expuesta para que hombres y mujeres que desean participar en estos menesteres, reúnan ciertos requisitos de carácter ético y moral que son fundamentales hoy en día. Es decir, deben gozar de credibilidad, honestidad así como de la aprobación de los ciudadanos. Por lo tanto, los políticos deben de tener una conducta intachable, honesta y desde luego, vocación de servicio, aunque, esta palabra últimamente está en desuso, derivado de los acontecimientos recientes en los cuales se observan que postulan a candidatos y candidatas con cierta conducta cuestionable.
Un ejemplo de ello es el caso de Hortencia Figueroa Peralta, candidata por el distrito XI, con lo cual de ganar sería la tercera vez que ocupará una curul en la Cámara de diputados. En las dos ocasiones anteriores llegó al legislativo bajo las siglas del PRD. Sin embargo, hoy se presenta por el partido Morelos Progresa, de sus correligionarios de la 53 legislatura que fue de las más señaladas, sino la más cuestionada por el desfalco y hurto de los recursos públicos que se llevaron del Congreso. En la legislatura pasada se cometieron diversas violaciones a la ley, sobre todo cuando fue presidenta de la Junta Política y de la Mesa Directiva del Congreso donde hizo y deshizo. Al extremo de cometer actos de injusticia, meritorios a ser sancionados por la autoridad competente.
Los propios trabajadores que hoy laboran en el Congreso la señalan como una diputada indolente y ruin, sobre todo, porque junto con sus compinches de la legislatura 53, expulsaron a sus trabajadores de la nómina de la Cámara de diputados, por lo tanto todos tuvieron que firmar su renuncia. Algo distinto sucedió con sus familiares como fue con su prima Jessica Marcela Burgoa Figueroa y su cuñado, Jair Mendoza, esposo de su hermana a quienes mantuvo en la nómina para que no perdieran sus derechos de antigüedad, obvio, con excelentes sueldos. Pero a los demás empleados adscritos a su nómina los quitó, para no reportar impuestos ya fuera a la Secretaría de Hacienda ni al Instituto de Crédito y menos aún al IMSS. Algo que no se les olvida a quienes laboraron con ella, es que no quiso pagarles su aguinaldo que por ley les correspondía, tampoco sus prestaciones. Incluso los mismos trabajadores en aquél entonces, recuerdan, se cooperaban para comprar papel higiénico y garrafones de agua potable.
Pero esto no es nada, ya que actualmente tiene asuntos pendientes con la justicia. Y es que tal parece las cuentas siguen sin cuadrar con lo que reporto cuando dejo la presidencia de la mesa directiva, pero siguen las demandas laborales por los despido injustificados que provocó.
Quienes la conocen cuentan que ingresó al Congreso a laborar con el diputado Matías Quiroz, tiempos en los que se trasladaba a diario en servicio público desde Jojutla a Cuernavaca. Algunas trabajadoras cuentan que pedía prestado porque no le alcanzaba su sueldo. Con el tiempo eso se olvidó al convertirse en diputada por dos ocasiones y ahí fue entonces su suerte cambio. Casas en Cuernavaca y en Jojutla, carros hasta de colección para su marido, colegios particulares para sus hijos, guardaespaldas, y hay quien asegura que hasta propiedades tiene en el extranjero.
El problema es que en su municipio de donde es oriunda no tiene ya aceptación y en el estado no la ven con simpatía, sobre todo porque algunos aseguran que tuvo un enriquecimiento sorprendente y por su cambio de conducta. Otra vez, hoy sale a las calles y pide el voto como en aquellos tiempos que inició en política, mostrando una actitud de servir, de renovación, de querer ayudar a su gente. Empero, la mayoría ya no le creen, pero la pregunta es ¿para qué quiere otra vez ser diputada? ¿Quizá sea por su vocación de servir a la gente? O ¿para que siga aumentando su fortuna y patrim1@onio? Al final, usted tiene la última palabra.
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