No estamos todas, pero eso parece no importar

No estamos todas, pero eso parece no importar

Aylin ya no está. El 3 de abril desapareció. El 4, la encontraron sin vida. Así de rápido. Así de brutal. Así de cotidiano.

¿Y luego? Nada.

Ni indignación real, ni acciones contundentes, ni cambios urgentes. Solo el ciclo de siempre: titulares, indignación momentánea, declaraciones vacías... y a lo que sigue. Porque en este estado gobernado por mujeres, la violencia contra nosotras no disminuye, solo cambia de vocera.

Morelos no es un estado seguro para las mujeres. Eso ya lo sabíamos, pero ver los números lo confirma: 433 delitos contra la libertad y seguridad sexual, reportados en lo que va de este sexenio, según datos del SESNSP. Trece feminicidios. ¿Cuántas más para que algo se mueva? ¿Cien? ¿Mil? ¿Todas?

El estado de Morelos tiene alerta de violencia de género en 11 municipios: Cuernavaca, Jiutepec, Temixco, Puente de Ixtla, Emiliano Zapata, Cuautla, Xochitepec, Yautepec, Xoxocotla, Huitzilac y Tepoztlán. Es decir, la violencia contra las mujeres no es un rumor, es una emergencia reconocida oficialmente. ¿Y qué se está haciendo ahí? ¿Qué políticas se han implementado en esos territorios? ¿Dónde están los programas, los recursos, los resultados? Ahora que tenemos una presidenta mujer, Claudia Sheinbaum, además de una gobernadora mujer, ¿seguiremos esperando a que entiendan la gravedad del asunto o van a actuar de una vez por todas?

Margarita González Saravia llegó a la gubernatura con un discurso de transformación y compromiso. Nos hablaron de empatía, de perspectiva de género, de que "ahora sí" se nos iba a escuchar. Pero una cosa es tener poder, y otra muy distinta ejercerlo con responsabilidad. Porque el silencio institucional, ese que se disfraza de protocolo y "estamos investigando", también mata.

¿Qué clase de gobernadora permite que las mujeres desaparezcan como si fueran humo? ¿Qué clase de funcionaria lee una noticia como la de Aylin y no siente la urgencia de parar todo hasta encontrar soluciones?

El problema no es solo la violencia. Es la indiferencia. Es que ya ni siquiera sorprende que nos falten. Que hayamos normalizado ver fotos de mujeres desaparecidas en redes, como si fueran anuncios clasificados. Que le demos “compartir” sabiendo que probablemente ya es tarde.

Y peor aún: que esa indiferencia también venga de mujeres en el poder. Porque sí, se vale exigirles más. No porque sean mujeres, sino porque dijeron que serían distintas. Porque llegaron con promesas de cambio, no para replicar el mismo sistema que nos ha fallado durante décadas.

Sí, la responsabilidad es de todos. Pero sobre todo de quienes tienen el poder de tomar decisiones. Las mujeres no elegimos ser asesinadas. No salimos a la calle pensando en convertirnos en otra cifra. Ellas, las que gobiernan, sí eligieron estar donde están. Y con ese cargo, viene una deuda con nosotras.

Nos dijeron que tener una presidenta mujer y una gobernadora mujer era un paso histórico. Que era abrir la puerta a nuevas formas de gobernar. ¿Y? Aquí seguimos. Con miedo. Con rabia. Con nombres que se suman a listas que no deberían existir.

Aylin, Dayana, Verónica, María Guillermina. No estamos todas. Y mientras no haya justicia, ni respuestas, ni voluntad política, no solo seguirán faltando: también seguirán cayendo en el olvido.

No estamos todas. Y al parecer, eso no le importa a nadie con poder.