Serpientes y escaleras - ¿El movimiento o el país?
En opinión de Eolo Pacheco
Cuando el gobierno deja de escuchar, el país y los ciudadanos pagan la factura.
¿El movimiento o el país?
Hay momentos de la vida pública en los que el poder se ve obligado a responder preguntas que preferiría evitar; la marcha del pasado 15 de noviembre, donde participó un sector de la población que históricamente se mantuvo ajeno a la política es uno de ellos. Lo importante de ese momento no fue el número de participantes, ni la mezcla de personas de distintas edades y diferentes estratos sociales, lo sobresaliente fue el mensaje: México tiene miedo y los mexicanos tienen razones para tenerlo.
Frente a este hecho la respuesta de distintos actores de Morena, empezando por Claudia Sheinbaum, fue revelador y preocupante: “Fue un acto político… quieren golpear a la presidenta… hay infiltrados… es un ataque al proyecto… es una campaña contra nuestro movimiento”
Sin darse cuenta los figurones de la 4T reciclaron el viejo discurso del PRI y del PAN, cuando las crisis los alcanzaban. El problema de su respuesta no es solo la descalificación a priori, sino que ese argumento lleva implícito que para ellos su movimiento se volvió más importante que el país.
Por muchos años la 4T se vendió como representación del pueblo, como la guía moral de un México agobiado por la violencia, la inseguridad, la corrupción y la impunidad. Esa bandera los llevó al poder y desde ahí se transformó: las voces discordantes se consideraron enemigas, interpretaron la crítica como una agresión, cualquier manifestación como un complot y cada inconformidad como un intento de frenar la transformación. Morena ha pasado del “Estamos cambiando al país” a “Quieren detenernos”.
Desde aquel plantón por varios meses en la avenida Reforma de la Ciudad de México, Morena ha utilizado las marchas, los bloqueos, las caminatas y los movimientos como el eje de su proyecto político. Movilizar es algo que la 4T sabe hacer muy bien y lo hacen para todo: para contener, para validar e incluso para atacar. Hoy que los ciudadanos les aplican la misma receta la reacción es incongruente.
La 4T repudió la marcha del 15N porque tocó fibras sensibles y partió de la incomodidad que la Generación Z provoca al gobierno; la regla es una en todos los casos: si la protesta incomoda es política, si es política es ilegítima y si es ilegítima no debe escucharse. ¿En qué momento el Movimiento Transformados se convirtió en todo lo que antes criticaba?
Más allá de la participación de algunos actores políticos o el intento de ciertos grupos de poder de montarse en el movimiento de la Generación Z, el reclamo de los convocantes es válido, porque la inseguridad y la violencia no son un invento, ni producto de las redes sociales, es algo que se vive todos los días en todos los estados y a todas horas.
Lo que sucede hoy en grandes regiones de México es una tragedia nacional que no distingue colores, edades, género ni ideologías, en todo el país la delincuencia ha ganado terreno, ha puesto contra la pared a las autoridades de los tres niveles y causado decenas de miles de muertos. Los números son fríos: el de Andrés Manuel López Obrador fue el sexenio más sangriento de la historia y el de Claudia Sheinbaum podría superarlo.
La molestia de Morena frente a la marcha del sábado 15 de noviembre tiene razones: nadie domina a ese sector, ningún partido, grupo de poder o interés económico es capaz de mover a una generación que no busca un trabajo ni solicita una beca, que históricamente se había mantenida ajena a cuestiones políticas o de gobierno, pero que ahora ha dado la cara exigiendo un alto a la inseguridad.
La generación Z es distinta a las demás, se le considera un sector que no se mueve, que no reacciona y que está absorto en las redes sociales, hablamos de una población que no tiene lealtad política o ideológica con nadie, que no creció escuchando a AMLO, que no recibe beneficios de los programas sociales y su pulso es emocional, no doctrinario.
Para las élites de poder de todos los partidos, esas marchas son un estorbo porque no se organizan desde los partidos, porque no surgen del acarreo institucional, ni se pliegan a la narrativa de conservadores contra trasformadores. La 4T es un movimiento que sabe leer muy bien la política, pero es claro que no sabe leer a los jóvenes y ahora se está topando con un movimiento al que no entiende.
Lo provocado por la Generación Z ha sido llamativo antes, durante y después de su marcha; lo que sucedió ese día ha generado una enorme discusión pública, provoca debate, coloca el tema en las redes sociales y los medios de comunicación, hace participar a jóvenes que no hablaban de política e hizo reaccionar al mismo presidente de los Estados Unidos.
Del lado de Morena la respuesta vuelve a ser equivocada, porque en lugar de aceptar el reclamo válido de inseguridad y encabezar una cruzada por la paz, se enfrentan a quienes alzan la voz, los descalifica, minimiza sus acciones y los pone al mismo nivel de quienes marchan por dinero. ¿Cuántos camiones acarreando gente hubo ese día en la ciudad de México?
La respuesta morenista a los hechos no es distinta a la que dieron priístas y panistas en momentos de crisis, deslegitimando el reclamo ciudadano, culpando a la prensa, minimizando los problemas, desacreditando a los inconformes y colocándose a sí mismos y a su partido por encima del país.
Se puede decir cualquier cosa de la marcha, sobre el número de participantes, sobre las edades de quienes caminaron, sobre la forma de expresar las demandas, sobre el enfoque político, sobre la violencia que hubo en la parte final… pero lo que no se puede negar es que el reclamo de seguridad es válido y compartido por todos, incluidos los simpatizantes de Morena.
¿Qué impacto puede tener este despertar generacional en estados donde la inseguridad se ha convertido en parte del paisaje cotidiano? El primero es que podría hacer salir a votar a una generación que no votaba y votar desde el enojo se convierte en un voto de castigo al gobierno.
El problema de fondo en esta historia no es que los jóvenes se organizaron solos para salir a marchar, lo verdaderamente grave es que su gobierno no los escuchó y por el contrario, los descalificó y lo golpeó.
El país se está incendiando en varias regiones, la tasa de homicidios no baja, los feminicidios no se detienen, muchos municipios están en manos de la delincuencia, decenas de alcaldes han sido asesinados… y a pesar de ello el discurso oficial es que todo está bien. ¿En serio?
La realidad no se combate con discursos, la inseguridad no desaparece con mañaneras y el miedo o se resuelve desacreditando a quienes lo sienten. La marcha del 15N marcó un límite al discurso oficial, llegó a un punto donde la narrativa ya no alcanza para tapar la angustia social y es un punto donde defender al movimiento ya no basta para justificar la falta de resultados.
Cuando el régimen comienza a ver ataques donde hay reclamos y amenazas donde hay jóvenes exigiendo vivir sin miedo, no se defiende a un movimiento, se pierde a un país.
· posdata
“No llenaron el zócalo, fracasaron”, dijo Gerardo Fernández Noroña después de la marcha del 15N. “No hubo jóvenes en la marcha de la Generación Z… había millones, pero de bots” afirmó Luisa Alcalde. “Fue la oposición quien levantó mucho la marcha” señaló la presidenta Claudia Sheinbaum.
Las expresiones no son apropiadas, ni válidas en figuras que han surgido de este tipo de movimientos, porque aunque existan intereses políticos o económicos en contra de Morena, el sentir de los jóvenes (adultos y mayores) frente a la inseguridad es real.
Es un error monumental de la 4T confundir un movimiento “menor” en número, como lo describen, con irrelevante; la clave en esta historia no está en saber cuántos salieron a marchar ese día, sino cuantos, a pesar de estar de acuerdo con ese movimiento, deciden no hacerlo porque piensan que no sirve de nada.
Hay gente que no marcha, pero sufre, que no grita, pero camina con miedo, que no protesta en actos masivos, pero vive con frustración.
Minimizar la situación, culpar a las redes y a los medios de comunicación o pasar la factura a un expresidente no es un camino que lleve a una solución. Morena debería tomar la bandera de los jóvenes, encabezar la lucha contra la inseguridad, endurecer el mensaje contra los criminales y entender que el hecho que alguien que no hablaba de política lo hace ahora no es un complot, es un signo de desesperación.
Por valioso que sea su movimiento, Morena no está por encima del país.
· nota
El 15 de noviembre Morelos no marchó como la Ciudad de México; no lo hizo porque a diferencia del plano federal, aquí la jefa del ejecutivo tiene mayor cercanía con su pueblo y una oposición que no tiene motivos para enfrentarla.
Eso no quiere decir, empero, que no exista enojo por la situación de inseguridad y ese sentimiento de enojo, rabia, hartazgo, frustración y agobio por todas las malas noticias que se leen todos los días.
Aunque hablamos del mismo proyecto, Margarita González Saravia no enfrenta un escenario tan complejo como ocurre en estados como Sinaloa, Guerrero, Tabasco, Michoacán o Quintana Roo. El problema de violencia en Morelos es serio, pero no tanto como en aquellas entidades; localmente el problema está en la percepción: la gente se siente más insegura de lo que verdaderamente está y esa sensación de miedo se impone a la realidad.
Margarita González Saravia es una mujer sensible, una persona sencilla, una gobernante que escucha y antes de ser morenista, es un ser humano empático con los demás, por eso a pesar de la situación que se vive en el país y en el estado, los ciudadanos la seguimos sintiendo cercana y viendo con la esperanza de que con ella al frente del estado las cosas van a mejorar.
No se trata de llevarle la contraria a la presidenta, ni tampoco de darle la espalda al movimiento, pero sí de entender que a pesar de las descalificaciones y la politización, el sentimiento de un número importante de ciudadanos ante los problemas de inseguridad es real y es válido.
Margarita González Saravia está a tiempo de capitalizar este movimiento, de ponerse al frente de la lucha contra los delincuentes, en favor de la paz, escuchando a los ciudadanos y entendiendo que, aunque las cifras sean mejores que en el pasado, el miedo aún está ahí.
· post it
Jorge Carrillo Olea minimizó la opinión pública. Sergio Estrada Cajigal se burlaba de los cuestionamientos de la prensa. Graco Ramírez creía que podía gobernar solo con las redes sociales. Cuauhtémoc Blanco despreció a todos sus críticos.
¿Dónde están ahora?
· redes sociales
El PRI en Morelos es el único partido que alza la voz, el problema es que sus dirigentes son impresentables y su corriente política representa lo peor de la política. Sería un error de Morena llevarse figuras priístas a sus filas.
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