La eterna primavera, las migraciones y el teletrabajo en tiempos de pandemia
En opinión de Aura Hernández
“(...) No es probable que la historia se repita y las lecciones del pasado son solo eso y no bolas de cristal para el ejercicio adivinatorio(..)”.
Arturo Warman en, .. Y venimos a contradecir. Los campesinos de Morelos y el estado Nacional.
Según datos del INEGI, el estado de Morelos es el tercero en la lista de densidad poblacional en el país, sólo después de la Ciudad de México y el Estado de México. En la capital del país hay 6 mil 133 personas por kilómetro cuadrado, mientras que el Estado de México tiene 760 personas en el mismo espacio, frente a 404 personas de Morelos.
Aunado a lo anterior, según la misma fuente, en la entidad persiste además el patrón demográfico de la concentración poblacional que aqueja al país: ell 82 por ciento de su población vive en localidades urbanas y sólo el 18 por ciento en comunidades rurales. A nivel nacional esa proporción es en promedio de 79 a 21.
Es decir, en Morelos más del 80 por ciento de su población vive en 105 localidades urbanas registradas en el censo del INEGI a principios del año pasado, mientras que el 18 por ciento restante se distribuye en las 1 mil 473 comunidades rurales. Otro dato, que explica la gran depredación ambiental de algunas localidades, es que del total de 1 millón 971 mil 520 personas que habitan el estado, casi 1 millón 200 mil hace en 6 de sus municipios: Cuernavaca, Jiutepec, Cuautla, Temixco, Emiliano Zapata y Yautepec. Esto, en orden de número de población.
Estos municipios son precisamente, los que más presión tienen sobre sus recursos naturales y sus servicios, con los consecuentes impactos en una economía prácticamente y ni qué decir de las repercusiones que esta concentración poblacional, tiene en la seguridad de la ciudadanía.
No sobra recordar que estos datos los recabó el INEGI en el año 2020, antes de la aparición de la pandemia provocada por Covid-19. El fenómeno sanitario la sorprendió realizando la medición de los factores sociodemográficos que aquí exponemos y que por tanto dejó fuera un fenómeno poblacional que debería medirse: la migración hormiga de la gran urbe hacia el estado de Morelos.
De 2015 a 2020, de acuerdo con los resultados del censo, 66 mil 170 personas dejaron de vivir en Morelos. De ellos, 15 de cada 100 emigraron a la Ciudad de México. En tanto que en el mismo periodo, 78 mil 624 personas trasladaron su residencia a la entidad. De cada 100 de ellas, 27 provenían de la Ciudad de México y 25 del estado de Guerrero.
A partir de las restricciones de la movilidad que establecieron las autoridades sanitarias por la pandemia, apareció de manera masiva el fenómeno del teletrabajo. En Morelos fue evidente, casi a simple vista, un incremento de flujos migratorios parecido al que ocurrió posterior al año 1985 del siglo pasado como consecuencia de los sismos que, en septiembre de ese año, devastaron a la Ciudad de México.
La aparición en escena del trabajo a distancia ha traído como consecuencia no sólo una transformación forzosa de la cultura laboral, sino en la organización de la vida en sociedad.
En el estado ha tenido repercusiones múltiples. Está incidiendo en un nuevo repunte del auge inmobiliario, en el incremento en los precios en general, en problemas de tráfico carretero, en la presión hacia nuestros recursos naturales y a largo plazo es indudable que influirá hasta en las identidades culturales. Por tanto deberá tenerse en cuenta para generar políticas públicas.
Históricamente la Ciudad de México ha sido, por obvias razones, una de las ciudades del país con mayor presión demográfica y ha sido también el lugar donde ser propietario de algún bien inmueble es mucho más oneroso que en otros lugares del país. Morelos, y Cuernavaca han sido desde hace mucho tiempo receptoras de las migraciones de la capital del país que buscan mejorar su calidad de vida.
En la actualidad, un ciudadano promedio que vive en un departamento pequeño en la Ciudad de México, sea de su propiedad o pagando renta por él, puede, con mucho menos recursos, hacerse en el estado de Morelos de un bien inmueble que le proporcione mayor bienestar. Y con ello tener una presión menos al aislamiento al que la pandemia de Covid 19 nos ha obligado.
Solo habría que revisar el incremento exponencial que las ofertas de venta y renta de viviendas de fin de semana, de los atascos del tráfico en los accesos tanto a Morelos como a la Ciudad de México. También es seguro que quienes somos habitantes de Morelos, conozcamos a por lo menos 3 o 4 personas de la gran ciudad que decidieron hacer su trabajo a distancia desde acá.
El problema es ¿qué tanto está impactando este fenómeno de la migración hormiga derivada del “home office” a los servicios que prestan los municipios? ¿qué tanta presión hay sobre nuestros recursos naturales? ¿qué tanto ha impactado en la seguridad, en la economía? pero sobre todo ¿qué afectaciones se han dado en torno a las identidades culturales y a la tradición campesina de Morelos, de por sí vapuleada desde el siglo pasado?
Este es un fenómeno, como muchos que nos trajo la pandemia, para el que no estábamos preparados, pero que forzosamente deberá hacernos resilientes. Pues la migración de las grandes ciudades hacia las ciudades medias o de plano a comunidades rurales, pues posiblemente haya llegado para quedarse.
Si no estamos preparados, debemos empezar por el control de daños y encauzar el fenómeno, de manera que sus efectos sean positivos para quienes llegan, para quienes se van y para los que siempre han estado.