Juego de Manos - Excusas

En opinión de Diego Pacheco

Juego de Manos - Excusas

 

El 26 de julio, Luis Alonso “N”, jefe de recursos humanos de la Dirección de Seguridad Ciudadana de Puerto Vallarta, en el estado de Jalisco, fue encontrado con una niña —sometida y desnuda— dentro de un auto. Al ser cuestionada por la policía, la pequeña señaló a Luis Alonso como su agresor y dijo que él la había tocado “en sus partes íntimas”. Él tiene 46 años y ella 10.

El entonces funcionario del ayuntamiento de Puerto Vallarta fue detenido y llevado al Ministerio Público, en donde se inició un proceso en su contra por el delito de corrupción de menores y abuso sexual infantil. Cerca de un mes después, mujeres y colectivas feministas denunciaron a través de Twitter que el Juez de Control y Oralidad del municipio de Puerto Vallarta, Jorge Luis Solís Arana, determinó no vincular a proceso al exfuncionario por el delito de corrupción de menores. Esto, debido a que la víctima no sintió placer (¿entonces se cancela?) y, además, que el acusado ya está vinculado a proceso por el delito de abuso sexual infantil. Que no abusemos, dice.

Este lamentable veredicto fue retomado por la Fiscalía de Jalisco, que ya señaló a través de un comunicado difundido en redes sociales que apelará esta decisión: “Esta Fiscalía considera que con dicha resolución se vulnera el principio de legalidad y seguridad jurídica, además de que esta decisión violenta los derechos de la víctima dado que vulnera el principio de máxima protección y el interés superior de la menor de 10 años de edad, dejando además de lado la perspectiva de género”, escribió.

A todo ello, el gobernador del estado de Jalisco, Enrique Alfaro, se manifestó en la misma red social, al señalar que el presunto pederasta continúa tras las rejas por el delito de abuso sexual infantil y que el juez que tomó la decisión de no vincular a proceso a Luis “N” fue separado del cargo y enfrentará las consecuencias de su inmoralidad.

El mal sabor de boca que deja este terrible caso me recuerda a uno ocurrido hace unos años, en el que un grupo de 4 jóvenes veracruzanos apodados “Los Porkys” subieron a una menor de edad a la parte trasera de su auto, abusaron sexualmente de ella y, posteriormente, al llegar a la casa, la violaron. Podemos recordar también, que este caso fue retomado en el programa de Radio UNAM “Sentido Contrario”, por el exdirigente estudiantil, Marcelino Perelló; quien no consideró que se violara a la menor de edad ni que hubiera razones para armar ese “desmadre estrepitoso”. Citando sus propias palabras: “Sin verga no hay violación. Con palos de escoba, dedos y vibradores no hay violaciones”

Este hecho, de igual forma, fue tergiversado por el impartidor de justicia a cargo del caso para beneficiar a los victimarios. Hoy, los resultados de ello son los siguientes: el primer porky, Diego Cruz (extraditado desde España para enfrentar a la justicia en suelo mexicano) fue liberado el año pasado bajo el argumento de que no existían pruebas suficientes en su contra; otro porky, Gerardo Rodríguez, fue capturado y liberado poco después; Jorge Cotaita, el tercero, sigue prófugo de la justicia y únicamente Enrique Capitaine —quien fue señalado como el capitán del grupo— se encuentra preso. Esto, 5 años después de los hechos.

¿A qué voy con todo esto? A que hay un problema grave en torno a la procuración de justicia en casos de violencia de género, que data de tiempo atrás y del que se ha escrito en numerosos Juegos. Este parte de una concepción machista de la realidad que ataca a las víctimas y beneficia a los que ejercen la violencia. Desde el “ella se lo buscó, mira como iba vestida” hasta el “no hubo corrupción porque no sintió placer”, estas excusas del comportamiento violento hacia las mujeres (en beneficio de la parte agresiva) generan una mayor desconfianza hacia el sistema de justicia mexicano, promueven la repetición de actos de esta índole y terminan castigando a las víctimas por realizar su denuncia.

Lo que lleva a un segundo punto, hay un importante asunto que debemos atender como sociedad en torno a la idea de lo que constituye la violencia sexual (y el acto sexual en sí). Al ser concebida como un acto que involucra, necesariamente, la penetración y, a su vez, al pene; este pensamiento no solo se cierra a la posibilidad del sexo fuera de la penetración y la heterosexualidad; sino que, a su vez, nubla el juicio correcto en torno a los actos de violencia sexual.

Este caso en particular ha llamado la atención de este columnista por su cercanía temporal; no obstante, no debemos olvidar que la violencia de género (en todas sus dimensiones) es uno de los más grandes problemas que enfrenta el país. El hilo conductor no empieza ni termina con la violencia sexual, sino que nace de un pensamiento machista y violento, como el “estás enseñando mucha pierna, me casé contigo para mí” y lleva hasta la falta de atención gubernamental a los casos de violencia de género y la crisis de feminicidios en el país. Todo está conectado.

 

Por cierto

 

¡Abajo la tiranía de los Estados autoritarios! En redes han circulado videos de personas de todo el mundo que se rehúsan a utilizar cubrebocas. Con humor, todas y todos hemos visto a la persona que se enoja cuando le piden que se cubra el rostro, que le niegan algún servicio por no seguir las medidas de sanidad, o cuando protesta porque el cubrebocas es “demasiado incómodo”.

Dentro de este grupo de personas se encuentra el cantante español, Miguel Bosé, quien invitó a sus seguidores en redes sociales a acudir a una manifestación que se realizó en la capital española el pasado 16 de agosto, a la que acudieron alrededor de 2 mil 500 personas para protestar en contra del uso obligatorio de cubrebocas.

Aquí el problema de fondo se encuentra en el egoísmo social y la falta de empatía con las personas que no pueden —por cualquier motivo fuera de su control— cumplir con las medidas de cuidado de la salud, necesarias para tener la mayor seguridad en estos tiempos de riesgo.

Asimismo, parte de una ignorancia de la gravedad del contexto, las diferentes formas en que se presenta el virus y los riesgos sociales que conlleva no utilizar el cubrebocas. Cuando nos centramos en la incomodidad propia y cerramos los ojos ante las necesidades y carencias ajenas, es cuando abonamos a la descomposición social y nos volvemos parte de un problema que nos trasciende como personas. Abramos los ojos.

 

Sálvese quien pueda o, mejor, salvémonos todxs:

  

diegopachecowil@gmail.com