Inclusión Educativa en la UAEM - Los métodos de enseñanza de la lecto-escritura: Querella de hace 200 años
En opinión de Eliseo Guajardo Ramos
En los años 50s, en plena postguerra (después de la Segunda Guerra Mundial- SGM-, que termina en 1946) en los Estados Unidos había una reforma educativa que pretendía afianzar los conocimientos básicos en la escuela elemental. Sobre todo, en matemáticas. Para la lecto-escritura consideraba que deberían aprenderla lo más rápido posible, para pasar a conocimientos de lingüística generativa, ya no de gramática tradicional. Y el mejor método para aprender a leer y escribir era con el que los alumnos aprehendieran más rápido. Así nació una categoría que se le denominó de “lento aprendizaje”. Que luego fue más considerado de “problemas de aprendizaje”. Se trataba de alumnos que son tener ninguna discapacidad, incluso, algunos alumnos sobresalientes tenían dificultades para aprender a leer y escribir, y algunos en matemáticas. Ya más especializado el término fue de “dislexia” y “discalculia”. Se llegó a considerar que si bien, estos alumnos no tenían ninguna discapacidad o deficiencia orgánica, sí tenían alguna lesión cerebral mínima e imperceptible a los aparatos electroencefalográficos de la época. La pediatría lo clasificó como” disfunción cerebral mínima”.
Por otra parte, una experta en Educación Especial de la UNESCO, la argentina Berta Braslavsky documentó que la querella de los métodos de enseñanza de la lecto-escritura llevaban por lo menos 200 años. Lo dijo hace 50, por lo que a la fecha serían 250 años. Lo que decía Berta Braslavsky que el sinnúmero de métodos se podía clasificar en dos grupos: los analíticos y los sintéticos (además, que había eclécticos, que combinaban de ambos). Argumentos para unos y otros había en abundancia. Fueron ganando terrenos los globales, con las investigaciones de la percepción visual de la época. Se refieren a que el ojo capta un grupo de letras por vez y no letra por letra. Así fue ganando terreno un método denominado Global de Análisis Estructural.
Los métodos de enseñar a leer y escribir se hicieron tradicionales, esto es, pasaban de maestros con experiencia a maestros nóveles, sin ser métodos oficiales. En todo caso, los oficiales los seleccionaban de los métodos tradicionales, según la orientación de los funcionarios en turno. Más que hubo una época en México que había lo que se les llamó “maestros empíricos”. Eran jóvenes con primaria terminada y con vocación para la enseñanza que se habilitaban en las escuelas elementales. No había suficientes maestros egresados de las Normales. Algunos de los maestros empíricos tomaban clases por correspondencia del Instituto Federal de Capacitación del Magisterio (IFCM), la “Normal” con más alumnos que haya habido jamás en México. En estos cursos masivos para jóvenes profesores empíricos resultaba útil recomendar un método, que siguiendo sus fases paso a paso se podría asegurar el aprendizaje de los alumnos. Desde luego, que se pensaba en la uniformidad de los alumnos en el aula. Cosa, por demás, era imposible. Pero se estaba ante profesores que no eran “profesionales”, de ahí lo de “empíricos”. Una profesional toma decisiones para resolver problemas de su campo. Pero un técnico o un “empírico” sigue los pasos que se le indica, sin saber bien a bien por qué funciona o por qué no funciona algún procedimiento.
Se supone que en nuestros tiempos todos los profesores son profesionales de la educación, y no necesitan de métodos de enseñanza que se apliquen de forma uniforme y sin saber por qué funciona. o no, alguna de sus aplicaciones didácticas. Para ello, se requiere conozca profundidad de las disciplinas que constituyen el conocimiento de las materias que enseña. En el caso de la Lengua Escrita, de la lingüística, de la psicogénesis del conocimiento de la Lengua Escrita en el niño, y de algunas condiciones histórico-culturales que dieron origen a los sistemas de escritura de la humanidad. Así como del contexto científico tecnológico de nuestro tiempo y su aplicación de la escritura. En otras palabras, como dice un colega que fue responsable de la Propuesta para el Aprendizaje de la Lengua Escrita (PALE, de Margarita Gómez-Palacio y su equipo) para trasladarla de Educación Especial a Educación Primaria, en México, Rubén Castañeda: los usos sociales de la lectura y la escritura en el niño. Esto es, las noticias periodísticas, los textos enciclopédicos, las revistas, los libros de literatura, reportes, anuncios comerciales, etcétera.
Estos procedimientos didácticos no son métodos que se siguen pasos invariables de la A hasta la Z, para todos y al mismo ritmo de tiempo. Máxime, que ahora es frecuente que las aulas estén ocupadas por una diversidad de alumnos, con discapacidad, migrantes, de algunos grupos originarios, por decir lo menos. La complejidad se ha incrementado considerablemente. Pero lo que no hay que olvidar es que la Pedagogía no es una filosofía que basta con aplicar sus principios fundamentales, es la Ciencia de la Educación, y como tal se trata de un Ciencia empírica. Esto es, que tiene que estar comprobando en la realidad su eficacia. Por lo que necesitamos probar y comprobar los resultados de nuestros procedimientos didácticos y pedagógicos. Con métodos válidos y confiables. No es suficiente decir, estoy aplicando lo que recomienda Emilia Ferreiro, Ana María Kaufman, Delia Lerner o Ana Tebeosky. Que han probado sus procedimientos, científicamente. Hay que seguirlos comprobando en el tiempo y en la práctica. Porque no se trata de una ideología, se trata de contenidos que fueron sometidos al rigor de la ciencia. Pero no de una vez y para siempre. Por eso los métodos, que son dogma, ya no funcionan. Menos para los profesionales de la educación. Y menos aún, para los que pretenden ser inclusivos. Además, el tiempo histórico del orden mundial del postguerra SGM ya llegó a su fin con el orden que seguirá después de la Guerra en Ucrania.
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