Estado y participación ciudadana

En opinión de Dagoberto Santos Trigo.

Estado y participación ciudadana

A propósito del Día Mundial de las Elecciones, decretado por la ONU para el primer jueves de febrero, es preciso expresar que los comicios democráticos garantizan la sucesión de los órganos públicos -de manera tersa y legítima-.

El avance político en México (por más de tres décadas) se traduce en: EL VOTO ES LA EXPRESIÓN GENUINA Y SOBERANA QUE PERMITE UNA TRANSICIÓN PACÍFICA.

Bajo ese esquema, el Instituto Nacional Electoral es un pilar sólido del Estado Mexicano, puesto que cierne sus quehaceres ininterrumpidos a salvaguardar el sufragio.

Esta conmemoración debe recordarnos siempre de la importancia de la participación ciudadana, que no tiene que agotarse en las urnas, si no ir más allá. Es competencia de todos construir una ciudadanía cada vez más crítica, que se involucre en demasía en su entorno social, antropológico, político, cultural y étnico.

Para lograrlo, se necesita un trabajo arduo y tripartito:

 

ü Instituciones comiciales sólidas. Que sean empáticas con todos los grupos, bajo la influencia de la igualdad sustantiva y, sobre todo, ondeando el estandarte de la inclusión y la protección de los derechos político-electorales. En democracia prístina no hay clasismo ni oligarquías. 

 

ü Ciudadanía comprometida. En democracias en ciernes o en franca evolución, como la de México, hay prioridades: salud, alimentación, empleo y otros imperativos, que la alternancia no ha podido solucionar. Ahí es donde tenemos que poner acento, para exigir rendición de cuentas a las autoridades. Así lo dijo Cicerón:

 

El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretende hacerse superior a las leyes.

 

ü Gobernanza democrática. La exigencia es decisiva: gobiernos honestos, que coadyuven a la cohesión social y el fortalecimiento de la equidad.

 

Es indispensable centrar la atención y tareas cotidianas en la DEMOCRACIA PARTICIPATIVA, para nulificar los efectos nocivos de la apatía, la demagogia, la presión fáctica, la élite ideológica y la violencia política contra las mujeres en razón de género.

Sin una participación auténtica y emancipada, lo demás no tiene sentido: es baladí. Requerimos acciones en el ámbito pragmático, no en los discursos de odio ni en el papel volátil.

Las fuerzas políticas no deben olvidar jamás que LA VOLUNTAD SOBERANA RESIDE EN LA CIUDADANÍA.

La exigencia es categórica: VELAR POR LOS INTERESES DE LA POBLACIÓN, DESTERRANDO LA SIMULACIÓN, EL ABANDONO, LA CORRUPCIÓN Y LA IMPUNIDAD, que sólo fragmentan y propician la confrontación racial.

Desde la barricada comicial, estamos cumpliendo, sistemática y oportunamente, con cada etapa. En este momento, la estafeta se encuentra en la ciudadanía. Por ejemplo: el trabajo en campo que están realizando las y los supervisores y capacitadores electorales, quienes habrán de instruir a quienes salgan sorteados para ser funcionarios de casilla. Es en ese ejército de morelenses en que se está suscitando la participación activa de esta contienda. 

Mientras los candidatos se debaten para persuadir a los votantes, éstos asumen la responsabilidad casi total de la organización de las elecciones. Son el eslabón de confianza más fidedigno. Por eso, es pertinente expresar un reconocimiento a esa tenacidad y entrega incondicionales. 

En suma, las autoridades gubernamentales, las estructuras partidistas y la ciudadanía -en su conjunto- deben desarrollar una visión republicana, que es el único aliento de defensa contra las actitudes facciosas, autoritarias y regresivas, que pretenden sepultar el crecimiento democrático que hemos conseguido.