Escala de Grises - ¿Qué podemos hacer?
En opinión de Arendy Ávalos
El pasado fin de semana se registró un accidente (de los tantos que ocurren constantemente) en la autopista México-Cuernavaca. El domingo 15 de agosto, los servicios de emergencia acudieron al municipio de Huitzilac, a la altura de Tres Marías, debido a que recibieron una serie de llamadas de auxilio por parte de las personas que atestiguaron lo sucedido.
Personal de la Coordinación General de Servicios Periciales y de la Agencia de Investigación Criminal se trasladaron al kilómetro 51 de la carretera por la que un grupo de motociclistas viajaba a exceso de velocidad. Según los reportes, el incidente ocurrió debido al impacto de estos vehículos contra un vehículo de carga que no pudieron esquivar.
El impacto ocasionó el cierre de la circulación en los carriles, lo que también fue motivo para que otros dos accidentes de motociclistas se registraran en la zona. Al recibir múltiples reportes de los tres incidentes, las autoridades acudieron para realizar el levantamiento de los cuerpos de cuatro hombres y dos mujeres, una de ellas menor de edad.
De acuerdo con los reportes, en el accidente estuvieron involucradas 11 motocicletas y seis vehículos. Al respecto, la Fiscalía de Morelos inició tres carpetas de investigación. Por su parte, el Servicio Médico Forense continuó con el proceso de entregar los cuerpos a los familiares correspondientes.
A pesar de que esta podría parecer una noticia constante, especialmente en la autopista que conecta a la Ciudad de México con el estado de Morelos, destino de descanso para gran parte del Valle de México, éste accidente y todos los que no han llegado hasta los medios de comunicación, deben dejar de tomarse como una situación tan común que se vuelve invisible.
Y es que, aunque usted lo no crea, los accidentes de tránsito implican mucho más que decirle a les conductores que manejen despacito. ¿A qué me refiero? De acuerdo con las cifras proporcionadas por el Sistema Nacional de Seguridad Pública, durante los primeros seis meses del 2021 se registraron 7 mil 463 muertes por accidentes de tránsito.
Esto, además de reflejar un aumento del 21% en comparación con el mismo periodo del año pasado, también implica un incremento en las cifras de hace dos, tres y seis años, cuando comenzó a llevarse un registro oficial de esta situación. En estas cifras, Morelos ocupa el segundo lugar a nivel nacional (porcentualmente) con mayor incremento en lo que va del año.
Y es que, como probablemente usted ya sabe, cada fin de semana automovilistas y motociclistas circulan entre los árboles como si trataran de ganar una carrera, poniendo en riesgo no solo su vida, sino la de las otras personas que circulan por la autopista, independientemente del transporte que elijan.
¿Por adrenalina? ¿Por falta de vigilancia? ¿Por costumbre? ¿Por prisa? ¿Por qué? Las razones de este comportamiento pueden entrar en la categoría que usted quiera, incluso puede inventarse alguna otra. Sin embargo, resulta alarmante que, independientemente de los motivos, esta práctica continúe perpetrándose desde hace años sin que exista un mejor manejo de la situación.
La respuesta de los servicios de emergencia no es tan rápida como debería, los traslados hacia el hospital suelen tardar los minutos suficientes como para que las víctimas no puedan ser atendidas como corresponde y la falta de conocimiento respecto al protocolo de acción ante estas situaciones convierte todo en un completo caos, lo que se incrementa gracias a las personas curiosas que desean detenerse a ver qué fue lo que sucedió.
¿Entonces qué procede? Para resolver esta situación se necesitan mucho más que patrullas que controlen la velocidad y levanten multa; porque, aunque el conductismo pueda parecer la única respuesta, parte de la solución involucra a todas las personas que solemos transitar por esta autopista, por cualquier otra del país y hasta por las calles de nuestra colonia.
Conducir con precaución y conocer el reglamento de tránsito es un requisito que se nos olvida una vez que le perdemos el miedo al acelerador y a la palanca de velocidades. Sin embargo, cada que usted decida tomar un volante, debe recordar que no solo está en juego su integridad, sino también la de las personas que viajan con usted, las del vehículo de la derecha, de la izquierda, de adelante, de peatones y de cualquier otro vehículo que decida atravesársele en el camino.
¡Otra vez esta señora y su empatía! ¿Qué le digo? Contemplar que no somos las únicas personas en el camino es una de las claves más importantes para evitar incidentes de este tipo. Enfoquemos la responsabilidad junto con el espejo retrovisor, pequemos de prudencia en todo momento y rodemos con seguridad. Por mí, por ti, por les demás.
Las mujeres de Afganistán
Una vez que la fracción política de los talibanes llegó a Kabul, la capital de Afganistán, los ojos del mundo se posaron sobre la población de este país, en la crisis humanitaria que están enfrentando, en las violaciones a los derechos humanos y también en los cambios que se implementarían, especialmente para las mujeres.
Como ocurre frecuentemente, las personas en plataformas digitales se volvieron expertas en los conflictos e historia del Medio Oriente y las opiniones al respecto comenzaron a circular. Acompañadas de frases, testimonios, imágenes y hasta videos, las publicaciones abrieron un debate centrado en los derechos sociales y económicos por los que lucharon las mujeres en dicho país.
Y es que, tal como ocurrió en 1996 y 2001, la interpretación radical de la ley islámica implica una serie de restricciones para las mujeres. Algunas de las medidas que se han implementado hasta el momento son: la imposibilidad de salir de casa sin la compañía de un hombre de la familia, la imposibilidad de aparecer en la televisión, de trabajar y de estudiar pasados los diez años, no poder hablar ni reír o hacer ruido al caminar, mostrar la piel de sus tobillos, entre otras.
Si usted ha navegado a través de plataformas como Instagram o Twitter, probablemente se encontró con una serie de contenidos en los que se abordaba el tema y se hablaba sobre salvar a las mujeres de una sociedad que las rechaza y las violenta. En contraste, hubo personas que criticaron este pensamiento como colonial y oportunista, pues las condiciones bajo las que viven las mujeres en Afganistán no habían ocasionado un impacto tal como hasta ahora.
Sin embargo, el tema es mucho más complicado que lo que se plantea en esos argumentos situados en el blanco o en el negro. Encontrar formas de ayudar no necesariamente implica las palabras salvar, colonizar o ignorar. Dejemos de pensar que la integridad de las mujeres, de las niñas y de cualquier otra persona está a discusión o que forma parte de un concurso de popularidad.
¿Qué podemos hacer? Sigamos informándonos al respecto, busquemos fuentes confiables, analicemos lo que compartimos, visibilicemos lo que sucede y, si está en nuestras posibilidades, donemos a las organizaciones que cuentan con el conocimiento y los medios suficientes para apoyar a los sectores más vulnerables.
¿Alguna otra propuesta?:
@Arendy_Avalos en Twitter