Escala de Grises - Puntos suspensivos

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - Puntos suspensivos

Hace poco más de un mes, el seis de junio, el cuerpo de Susy Salais fue hallado en su domicilio, en Chihuahua. Según la Fiscalía General del Estado, la causa de muerte fue “asfixia mecánica” y publicó un primer boletín en el que señaló un posible suicidio.

Casi inmediatamente después, la etiqueta #JusticiaParaSusy circuló en plataformas digitales con la frase “No fue suicidio, fue feminicidio”.  La Fiscalía borró su primer comunicado y publicó otro, donde la Fiscalía Especializada de la Mujer (FEM) declaraba que ninguna línea de investigación sería descartada y que el caso estaba en manos de la Unidad de Investigación de Feminicidios.

Aunque el médico legista no encontró signos de violencia, la mamá de la víctima declaró que el cuerpo de su hija presentaba un golpe en la cabeza y cabello arrancado en las orillas de la cara. Además, una fuente de la Fiscalía declaró que el cuerpo de Susy no estaba amarrado de pies y manos, como declaró en primera instancia su hijo menor de edad; sino vestido y en su cama, con una especie de bufanda en el cuello.

Según los primeros datos, el día en que Susy fue asesinada, su esposo completaba uno de sus servicios como chofer en una aplicación de viajes, por lo que tardó en llegar a su casa. Sin embargo, el primero de julio, la Fiscalía General de Chihuahua lo detuvo como presunto responsable del feminicidio en cuestión.

De acuerdo con César Augusto Peniche, fiscal del estado, se reunieron testimonios, estudios y análisis que generaron convicción sobre la responsabilidad de Oswaldo “N” en el caso. La información se recopiló gracias a investigaciones, seguimiento de cámaras y videos.

No obstante, el presunto culpable fue liberado el pasado domingo, tras 18 horas de audiencia, gracias a la jueza de Control Nora Espino Aguirre. La defensa del acusado argumentó que, en el momento de los hechos, él manejaba un vehículo con la aplicación Didi; pero la Fiscalía General del Estado afirmó que quien manejaba el automóvil era el padre del acusado.

Por su parte, Liliana Mediano, la abogada del caso, manifestó su rechazo ante la resolución y declaró que presentará una inconformidad ante el Consejo de la Judicatura. Bajo esta misma línea, la titular de la FEM, Wendy Paola Chávez, expuso que “los medios de prueba no fueron debidamente evaluados” y, aunado a eso, el imputado se contradijo en las declaraciones que realizó.

Ojalá que, con siete párrafos y el resumen del caso, usted también pueda ver las contradicciones y los puntos suspensivos que trazó la Fiscalía. Podemos enlistarlos, para no perder de vista ninguno:

Asumir que fue un suicidio sin realizar las investigaciones correspondientes, mentir respecto a los signos de violencia que presentaba el cuerpo de la víctima, que esas mismas heridas no correspondan con la causa de muerte, recopilar información para detener al único sospechoso del feminicidio (hasta ahora), liberarlo sin antes continuar con la investigación y no evaluar de forma correcta las pruebas reclutadas. Si quisiéramos hacer un acrónimo, tal vez alcanzaríamos a ver las palabras negligencia e impunidad.

Todo lo anterior ocurrió en Chihuahua, un estado al norte del país al que también pertenece Ciudad Juárez, lugar que fue testigo de más de 700 feminicidios entre 1993 y el 2012. Seguramente recuerde el caso con un título insuficiente, pues asume que las mujeres perdieron la vida de forma natural y no que, con sus nombres, comenzó una serie interminable de crímenes impunes: Las muertas de Juárez.

Usted, tal vez, pensaría que esta atrocidad histórica sería suficiente para que el estado investigara a profundidad cada uno de los feminicidios que ocurren, pero no.

Tal vez, pensaría que la actualización de datos proporcionados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) serían métricas lo suficientemente explícitas sobre la emergencia que se vive de un extremo a otro del territorio, pero no.

Aparentemente 654 llamadas al número de emergencia por acoso u hostigamiento y 124 denuncias formales por violaciones sexuales durante el mes de mayo no son indirecta suficiente para que el gobierno destine mayores recursos y mayor inteligencia a campañas, programas y capacitación al personal. Aparentemente, la solución está en que aprendamos a contar hasta diez. ¡De haber sabido, caray!

Usted, tal vez, pensaría que –después de que el promedio de mujeres asesinadas por día ascendiera a 11— las autoridades nacionales se tomarían en serio la violencia de género y aceptarían que el problema está en todos lados, que entra por la puerta principal de las instituciones y hasta de las casas; pero, lamentablemente, no es así.

Usted, tal vez, se pregunte por qué la violencia de género y todas las expresiones derivadas del odio hacia las mujeres son un tema constante en Escala de Grises. Permítame responderle sin temor a desbordarme.

Escribir al respecto es lo mínimo que puedo hacer para visibilizar el problema, para tratar de explicar que sucede en las cosas más simples, pero también en los actos más terribles. Porque estoy segura de que darle luz a la realidad es un paso para que nunca más logren mantenerla oculta, normalizada.

Porque hablar sobre el dolor que viven las madres, las hijas y las familias a quienes les arrebataron a una mujer es mi forma de darles voz, de gritar y exigir justicia por ellas. Porque confío en que transformar la rabia en las letras que le llegan a los ojos hará que se interese por el problema, que una su voluntad a solucionarlo.

Porque si el homenaje para las mujeres asesinadas en el país fuera un minuto de silencio, correríamos el riesgo de quedarnos sin habla. Si fuera un minuto de aplausos, se nos hubieran cansado las manos hace mucho. Si fuera una vela, el país entero estaría en llamas. Si fueran gritos, tendríamos las gargantas desgarradas desde el primer segundo.

Porque la violencia de género nos afecta a todas y todos de diferentes formas y, aunque hemos caminado en la misma dirección una cantidad considerable de años, nunca es tarde para cambiar el rumbo de nuestros pasos. Porque sé que la situación a la que nos enfrentamos —todas las mujeres, en mayor o menor medida— no debe tener otro signo que no sea un punto final. Basta.

 

Esta es mi trinchera, ¿cuál es la suya?

arendy.avalos@gmail.com

@Arendy_Avalos